Creo que todos y todas, alguna vez, fuimos un poco Koraj. ¿A qué me refiero? ¿Qué significa ser Koraj? Koraj es ese que alguna vez fue a cuestionar al orden social preestablecido. A preguntarle a las máximas autoridades: ¿A vos quién te puso acá? ¿Por qué te seguimos? ¿Acaso vos sos mejor que nosotros?
La historia comienza, más o menos, así: Koraj, junto con una multitud, se acerca a Moshé y Aarón a reclamarles de la siguiente manera: “¡Habéis ido demasiado lejos! Toda la comunidad es santa, cada uno de ellos, y el Señor está con ellos. ¿Por qué, pues, os ponéis por encima de la asamblea del Señor? ” (Bamidbar 16:3). Junto a él, estaban también Datan y Aviram, que estaban aún más alterados con la situación, reclamando también: “¿No es suficiente que nos hayas sacado de una tierra que fluye leche y miel para matarnos en el desierto? ¿Y ahora también quieres dominarnos?” (Bamidbar 16:13).
Una vez, leí que si buscamos entender una acusación, a veces tenemos que mirar al acusador y no al acusado. Koraj, Datan, Aviram y su gente percibían una forma de liderazgo asociada al estatus, al poder, al dominio y a la superioridad. Por eso lo querían y lo buscaban. De la vereda de enfrente, nuestra tradición nos enseña que este no es el perfil o modelo de liderazgo que debemos explorar, sino que esté apoyado en la dignidad de la persona. Ningún líder debe dominar a quienes dirige. Nuestras fuentes nos recuerdan que ni un rey debe “actuar con altivez hacia sus semejantes” (Devarim 17:20).
Koraj es la imagen y concepto de un liderazgo autoritario, donde un líder se pone a sí mismo por encima y se apropia del pueblo. Esto es, precisamente, lo que no se nos permite. Nuestra ideal de líder es la de aquel o aquella que es un servidor de aquellos a quienes dirige.
Hay dos frases en relación al liderazgo que me gustaría compartirles. La primera, de Aristóteles, “El que nunca ha aprendido a obedecer no puede ser un buen comandante”. Y la segunda, “Un buen líder lleva a las personas a donde quieren ir. Un gran líder las lleva a donde no necesariamente quieren ir pero deben de estar”.
Creo que Koraj no estuvo mal en cuestionar, porque si uno o una no coincide con algo, está en su derecho cuestionar, criticar y/o reclamar. Pero cuando lo que se quiere poner en juego es el poder mismo, el reclamo se transforma en un conflicto que puede escalar de tal forma, que puede terminar perjudicando el rumbo, el futuro y hasta la existencia de todo grupo.
Shabat Shalom!
Wally Liebhaber