Haftarat Shemini

Shmuel II 6: 1- 7: -17

Esta semana la energía disponible es la de la PARASHÁH SHEMINI, la tercera del libro Vaikra.

Algunos de los temas desarrollados son: la iniciación del servicio de los Kohanim, la muerte de Nadab y Abihú hijos de Aharon, Moshé enseña los Kohanim como comportarse durante el periodo de duelo, y les advierte acerca de que no tomar bebidas que embriaguen antes de servir en el Mishkán, intercambio de opiniones entre Moshé y Aharon, leyes de Kashrut acerca de los animales terrestres, de los peces, de los animales que vuelan y de los insectos, la impureza que representan los animales muertos y la prohibición de comer cierto tipo de animales.

Ya sabemos que las haftarot, son elegidas por nuestros sabios por el sentido del relato, y este, está siempre relacionado o vinculado con la parashá de esa semana.

EN esta oportunidad el desafío de encontrar el refuerzo del mensaje de la parashá en la haftará, no es TAL. No hay ningún desafío. La relación entre los dos relatos, es muy evidente. EL vinculo entre los dos relatos es casi idéntico, casi literal.

Por lo que personalmente me desorienta más aún.

Si no tenia una clara respuesta a cuál fue el motivo por el cual los hijos de Aharon NADÁB Y ABIHÚ fueron “consumidos por el fuego”, ahora menos. Porque vuelve a suceder. Un episodio que parece tan falto de flexibilidad, tan riguroso y severo… los leemos una vez mas…

Se sucede un EPISODIO IDENTICO al que sucede en la parashá.

La haftar’a relata, entre otras cosas, el traslado del Arca del Pacto en manos de David, y la muerte de Uza, hijo de Abinadab, en condiciones confusas.

El Arca siempre había estado en el MIshkan dentro del pueblo de Israel, pero fue secuestrada por los Plishtim (filisteos) quienes la iban llevando de una ciudad a otra… finalmente los mismo Plishtim con toda la intención de deshacerse de ella, la mandan a una ciudad israelí llamada “Beit Shemesh”.

Finalmente en época de Rey Saul la llevan a Kiriat Iarim a casa de Abinadab, que tenia dos hijos Uza y Ahío.

Ya en época del Rey David, deciden ir a buscar el Arca para llevarla a Jerusalem.

UZA y AHIO, hijos de Abinadab, guiaban el carro nuevo que transportaba el Arca. Ahío iba delante del arca. David y toda la casa de Israel se regocijaban con toda clase de instrumentos hechos de madera, y con liras, arpas, panderos, castañuelas y címbalos acompañando el recorrido.
Pero cuando llegaron a Nahón, UZA extendió la mano hacia el arca de Dios, y la sostuvo porque los bueyes casi la “volcaron”. Este episodio, encendió la ira de Hashem contra Uza, y D’s lo hirió allí por su irreverencia (“shal” dice, en hebreo – vale la pena aclarar que esta es la única vez que esta palabra aparece en todo el relato bíblico y que no se sabe “exactamente” que significa) ; y allí murió junto al Arca de D’s. Frente a este hecho tan dramático, David decidió dejar el Arca alli, en ese lugar.

Es extraño.

Estos dos episodios, generan mucha dudas… que fue tan grave?

Por algo que parece sencillo e instintivo, la consecuencia fue definitiva.

Después de un tiempo, David mando a buscar el Arca y en ese traslado el iba vestido de manera muy sencilla con una manta, y cantada y bailaba delante del Arca con alegría sin guardar “las formas Reales” .

Mijal, hija de Saul… que lo observaba, se avergonzó de la actitud del Rey. Ella se acercó al Rey David y le reprochó su “vergonzosa actitud”.

David que había sido UNGIDO como Rey, como Líder, como alguien que tenia claro este rol, respondió “…lo hice en presencia de Ds que en vez de elegir a tu padre o a cualquier otro miembro de su familia, me escogió a mi y me hizo el gobernante de Israel, que es el pueblo de Ds, y seguiré bailando y celebrando en presencia de Ds…”

A David no le importa su apariencia, ni su aspecto exterior.

David sabe QUIEN LO ELIGIO, y sabe porque esta donde está.

y Todos lo saben, todos lo tienen claro.

Y David sabe que no tiene nada que aparentar.

David tiene MUY CLARO su ROL de líder, sabe MUY BIEN como llegó a ocupar ese lugar… como pasó de pastor a Rey.

David sabe muy bien cuales son sus cualidades por las que fue elegido y ungido como Rey.

Y creo que hay algo de esto en esta Haftarah y en esta Parashá.

Habla de no intentar ser ALGO QUE UNO NO ES.

Habla de ser genuino y ser legitimo, de no aparentar ser otra cosa.

La seguridad que nos da tener muy claro quienes somos. Saber lo que podemos conquistar. Porque no se trata de estar sosteniendo aquellas cosas o aquellos lugares que no podemos sostener.

Y así fue que David habitó en Palacio y durante muchísimos años no hubo litigios con enemigos. Todo indicaba que, por algún tiempo, el orden reinaba…

Y lo pienso por ese lado.

Es tiempo de concentración, es tiempo de realmente pensar y definir que tipo de personas somos.

Tiempo de conocernos, a nosotros mismos.

Tiempo de dejar la opinión del otro de lado y anteponer nuestra esencia, e ir hacia adelante con ese valor.

No seamos algo que no somos.

Porque lo que realmente somos, es absolutamente maravilloso y necesario.

Para Todos.

SHABAT SHALOM UMEORAJ
Silvia Dvoskin

Parashat Tzav

Dicen que hay dos  etapas cuando encaramos proyectos.

La primera cuando trazamos el nuevo camino.  Entonces comenzaremos cosas que nunca hicimos y todo será distinto.  Y como lo novedoso casi siempre es estimulante y  atractivo despertará interés y ganas en nosotros y en nuestro entorno.

Esto no suele pasar en la segunda etapa. Cuando ya estamos en zona de confort, nos empezamos a acostumbrar y a vivir rutinas. Se hace muy presente la sensación de “siempre lo mismo” y si está todo muy organizado,  más,  porque el nivel de dificultad se achica.

Sin embargo creo que el nivel de dificultad pasa a ser otro, el desafío de cómo administrar la rutina, la vida gris.

Dicen que obtener lo que queremos es posible pero más difícil o un reto mayor, es sostenerlo, es la constancia.

Esta es una de las lecturas que podemos realizar de la parashá de esta semana.

La Torá sabe de nuestra predisposición y voluntad en un principio, o para momentos únicos,  como en el momento de la revelación en Sinaí o el establecimiento del santuario en el desierto.

Sin embargo para el servicio en el mishkan, para el cumplimiento constante de la Torá, Dios no se conforma con nuestra buena predisposición y nos obliga a realizarlo con responsabilidad.

Así es como no fue una opción, sino obligatorio, dar majatzit hashekel (medio shekel) todos los años,  hoy sería el equivalente a nuestro aporte anual a la comunidad.

Los sacerdotes reciben en nuestra parashá la orden. De ocuparse de estas tres cosas:

Realizar los sacrificios para Adonai quemándolos todos por completo sin recibir nada. Limpiar los restos del altar y mantener el fuego constante en forma  rutinaria.

Si bien cuando se estableció el mishkan está escrito, que las personas debían donar de corazón. En la parashá de esta semana se pone en primer lugar la orden: “ordena” “tzav”.

“Habló Adonai a Moisés: Da esta orden a Aarón y a sus hijos: Esta es la ley del holocausto. Este es el holocausto que estará sobre el fuego encendido, sobre el altar, toda la noche hasta la mañana, y que el fuego del altar mantendrá encendido”. Levítico 6:1-2

No hay voluntariado, hay obligación, y Rashi en base al midrash explica que “tzav” implica prisa, aceleración. ¿Y porque justamente el sacrificio que se realizaba  en el altar todos los días debía ser con rapidez? 

Porque no solemos dar tanta importancia a lo obvio y a veces descuidamos la rutina porque ya no se presenta tan estimulante. Además, en el caso del sacrificio que se quemaba por completo, los sacerdotes no gozaban de ningún beneficio material, ya que éste se consumía por completo.

Claramente hay responsabilidades que debemos asumir aun sin beneficiarnos e inclusive si no son tan alentadoras por ser parte de la rutina diaria.

La Torá nos muestra que el servicio a Dios y el trabajo comunitario tiene una gran cuota de constancia, responsabilidad y trabajo desinteresado.

¡Shabat Shalom uMevoraj!
Rabina Judy Nowominski

Haftarat Tzav

Jeremías 7:21-8:3; 9:22 y 23

“No ha de loarse el sabio con su sabiduría, ni se loe el valiente con su valentía, ni se alabe el rico con su riqueza“
( Jeremías 9:22 )

Este profeta nació en el 650 a.e.c, vió la caída de Nínive y la aniquilación del imperio asirio, el primer sitio de Jerusalem y la destrucción de la ciudad y el santuario a manos de Nabucodonosor.

Fue llevado a Egipto junto a su escriba, de allí a Babilonia y allí murió.

La tradición nos dice que escribió Reyes y Lamentaciones.

Esta haftará pareciera presentarnos un panorama muy diferente y casi contrario a la Parashá a la que acompaña.

En la Parashá leemos acerca de los muchos sacrificios que el sacerdote debe hacer.

Seguramente a consecuencia del episodio del becerro de oro intentando desarraigar el culto pagano e idólatra.

Nuestra Torá pone el acento en la gran importancia que tiene el conocimiento del hombre, su comprensión de D’s, que nos brinda la enseñanza del jesed, de la mishpat y la tzedaká, o sea de la bondad hacia el prójimo, del derecho y de la justicia social.

Jeremías nos advierte que la idolatría pareciera estar siempre demasiado cerca, justificando con buenas razones la necesidad del poder, de someter al otro, de hacer holocaustos y sacrificios.

Pareciera que Jeremías le está hablando al mundo de hoy, la guerra, el deseo irrefrenable de mandar a los jóvenes a morir para tener más, cumplir sueños de poder, someter al prójimo, quitarle su libertad.

Es una horrible forma de adorarse a sí mismo, de justificar todo lo que se lleva por delante.

El loco deseo de mirarse en el espejo y creerse D’s.

Nos dice Jeremías: “ Les hablarás y no escucharán, los llamarás y no te responderán”.

Sin embargo el mundo a pesar del horror que vivimos hoy, ha cambiado para bien.

Vemos una inmensa solidaridad y el deseo de apoyar la libertad y la libre determinación en la mayor parte de los seres humanos.

Es justo que agradezcamos el cambio.

Creo que de esto se trata el decirle No! a la idolatría.

¡Shalom Umeboraj!
Norma Dembo

Parashat Vaikra

El tercer libro de la Torá, que comenzamos esta semana, relata con detalle los rituales que debían realizar los sacerdotes en tiempos pretéritos, tanto en el tabernáculo, como luego en el Templo.  Asimismo describe los tipos de ofrendas que debían entregarse en cada ocasión como servicio a Dios. De allí su nombre Levítico, Torat HaKohanim (sacerdotico), o se traducción real “Y llamó”. 

La Torá y la historia, nos relatan de la necesidad humana de comunicarse con el Creador a través de la ofrenda. La búsqueda desesperada de Caín por ser aceptado, Abraham sellando su pacto con Dios, o el pedido de Moshé al Faraón de salir tres días al desierto en libertad.  Todo se manifiesta a través de sacrificios.  Este parece ser el lenguaje propuesto. La expresión de los deseos profundos, que se canalizan por medio de un acto de compartir con Dios nuestros sentimientos más íntimos por medio del ritual.

Muchas veces nos sentimos lejanos a estas prácticas, aparentan ser primitivas. Sin embargo, los sacrificios fueron  la forma más didáctica de aprender a compartir la vida y la mesa con Dios. 

Las mesas compartidas, a lo largo del tiempo, fueron de suma importancia en nuestra tradición, a veces por su significado, otras por su escasez, siempre, por el amor puesto en cada plato.  Es por ello, que el término Korbán proviene del verbo hebreo lehitkarev (acercarse). La mesa nos permite acercarnos a nuestros afectos, a nuestros amigos y como función principal, permite acercar al hombre a Dios.  

Por ello, Vaikrá “Y llamó”. Comenta Rashi, que el significado de este llamado es una voz de afecto.  No le habla Dios a Moshé como en otras ocasiones, sino que se dirige a él, y lo llama, para reunirse en un diálogo íntimo y personal. La reunión del hombre con Dios, con su prójimo y consigo mismo.

Quiera Dios que este shabat escuchemos Su Llamado, de amor y de alerta. Que Su Llamado nos movilice para no olvidar nuestro compromiso con un mundo mejor, con la conciencia real del sentido y el valor de la vida; para seguir trabajando por la paz en cada rincón del planeta.

Quizás así nuestras mesas, nuestras reuniones y nuestros santuarios; nos encuentren más cerca. 

Rab. Sarina Vitas

Haftarat Vaikra

Isahahiahu 43:21-44:23

Estamos comenzando esta semana, el tercer libro de nuestra Tora. Vaikra es un relato que está repleto de rituales.

Nos explica los distintos Korvanot (holocaustos), esta palabra que deriva del verbo leakriv que es acercarse. Esta es la manera que según la Tora los yehudim deben sostener para poder acercarse a la divinidad.

Pero la Haftara nos muestra un profeta desencantado justamente porque el pueblo dejo la práctica de los korvanot y se inclinó ante otros dioses, fabricados por el mismo hombre. El profeta pide al pueblo que abandones estas nuevas prácticas, y que vuelva el único D’os, “No hay otro D’os fuera de D’os” y no habla sobre el perdón del Altísimo para con el pueblo.

Yshahiahu nos dice una frase muy interesante “He disipado cual nubarrón, de tu rebeldía” con esto, nuestro profeta nos está queriendo enseñar un concepto muy interesante. Mucha gente en ocasiones perdona a un tercero, pero siempre le queda en mayor o menor medida un rencor sobre la persona a la cual está disculpando.

Sin embargo, nuestra Haftara nos está diciendo que en el perdón divino no hay “rencor”. Para poder profundizar sobre este concepto les voy a contar una interesante historia del Rab Israel Salanter.

En una ocasión, Rab Salanter estaba viajando en un tren con un joven que no lo reconoció y que fue increíblemente grosero y ofensivo. Cuando llegaron a su destino, el joven vio la inmensa fiesta de bienvenida que habían organizado para recibir a su compañero de viaje, Rab Israel Salanter. Cuando se enteró a quién había insultado, el joven se horrorizó.

Acto seguido, el joven averiguó dónde se estaba hospedando Rab Salanter y fue a pedirle perdón. Rab Salanter lo recibió con calidez y le preguntó el motivo de su viaje. El joven respondió que había viajado para ser probado como shojet (matarife ritual). Rab Salanter lo envió donde un pariente suyo, que era un prominente rabino en la ciudad, para que le tomara un examen. La experticia del joven demostró ser insuficiente, por lo que Rab Salanter contrató, a sus expensas, a un shojet experto para que le enseñara al joven hasta que éste pudiera recibir la certificación que deseaba.

Sus alumnos le preguntaron a Rab Salanter por qué había ido tan lejos para ayudar a este joven a quien apenas conocía, a lo que él contestó que cuando estaba viajando con él, el joven lo había insultado y, a pesar de que había perdonado al hombre de inmediato, le preocupaba que quizás su perdón hubiera sido incompleto y que guardara algún resentimiento. Para contrarrestar todo resentimiento, hizo un gran esfuerzo de bondad hacia ese joven para erradicar todo mal que haya podido sentir hacia él.

Si Rab Salanter estuvo dispuesto a pagar tanto es porque debe haber considerado que el costo de guardar un resentimiento era aún mayor.

El rencor es un sentimiento muy interno que solo causa daño a quien es depositario de él.

Es por eso mis queridos amigos que, así como Hakadosh Baruj hu, no nos guarda ningún rencor por nuestros pecados. El Rab Salanter nos enseña que debemos erradicar el resentimiento de nuestro corazón para que sus secuelas no nos dañen.

Shabat Shalom Humeboraj.
Ari A. Alster

Haftarat Pekudei

Reyes 7:51 – 8:21

Esta semana terminamos de leer el libro de Éxodo, el segundo libro de la Torá. En la Haftará leemos sobre el final de la construcción del Gran templo de Jerusalem. Shlomó termina la construcción del templo y lleva allí el Arca junto a los ancianos y los Sacerdotes.

La Haftará nos cuenta que el Rey Shlomó juntó a todos los ancianos, los jefes de las tribus y a los Cohanim, y juntos trasladaron el arca, y los Cohanim la colocaron dentro del templo en el KodeshHaKodashim.

Cuando terminaron Shlomó comenzó su discurso inaugurando la casa para que Di-s resida en ella. Pero en seguida se dirigió al pueblo y recordó la historia que trajo hasta la construcción del templo. Volvió a hablar de su padre que quería construir el templo, pero fue Di-s el que le dijo que no sería él, sino su hijo el que lo construiría. El Rey David igualmente juntó los materiales, que fueron usados por su hijo. La construcción del templo no fue una tarea fácil. Cada uno tuvo su lugar, y es notoria la importancia que le da el Rey Shlomó a las contribuciones de su padre.

No solo la casa de Di-s sino toda construcción comunitaria no se hace de a uno, se hace entre todos y cada uno además de contribuir con su trabajo trae toda su historia que lo hizo llegar a ese lugar.

Di-s nos dio dos santuarios para mantenernos unidos como comunidad. Nos dio un santuario en un lugar físico, primero en un tabernáculo portátil y después en el Templo de Jerusalén. Pero también nos dio un santuario en el tiempo haciéndonos respetar el Shabat. Después de la destrucción del templo y durante 2000 años, todos los judíos en diferentes partes del mundo, nos reuníamos en Shabat, no físicamente sino en el tiempo y cuidamos el Shabat por generaciones. No está claro si los judíos cuidamos al Shabat o el Shabat cuido a los judíos, pero este santuario temporal nos mantuvo unidos como pueblo a pesar de todo lo que pasó en la historia.

Nos toca leer esta Haftará en una situación especial, después de haber pasado casi dos años sin reunirnos en Nuestro Lugar. Pero estuvimos juntos en Nuestro Tiempo sagrado, reuniéndonos virtualmente, estudiando y rezando todos al mismo tiempo a pesar de estar en lugares diferentes.

Así como en la Haftará, ahora llegó el momento de volver a reunirnos a estudiar y rezar en nuestro lugar. Para construir una casa, una comunidad o un país, nos necesitamos todos. Tenemos que reconocer que llegamos hasta acá porque nos trajo una historia. Somos un eslabón de una cadena y como lo hizo el Rey Shlomó es importante agradecer a los que estuvieron antes que nosotros y a los que están construyendo al lado nuestro.

Shabat Shalom
Fabian David Holcman

Parashat Pekudei

Parshat Pekudei da fin al segundo libro de la Torá, Shemot. Es la conclusión de una parte de la historia del pueblo judío en el desierto, el cierre de un proceso de liberación que comenzó en Egipto con la esclavitud y que culmina con la construcción de un lugar de culto propio, dando espacio a la liberación colectiva.

El Mishkan es el lugar donde la conexión directa con lo Divino se hace realidad, un templo móvil que albergaba la presencia de Dios a través de las personas que lo componían.

La Tora nos cuenta qué “la nube de Dios estaba sobre el Mishkan (Tabernáculo) de día y fuego había de noche en él” (Shemot 40:38)

La nube, dada su naturaleza, esconde y oculta las cosas, mientras que el fuego por el contrario, tiende a iluminarlas para que puedan ser vistas con claridad.

Hay veces que la vida misma nos nubla la vista, la mente, nuestras ideas. Hay días que  sentimos qué llegan nubes que nos provocan ceguera y no permiten ver aquel tesoro oculto que se esconde la vida cada día.

Para otros, la vida es iluminada por el fuego, que viene a poner luz en aquellos lugares en donde aún reina el caos, viene a dar respuestas ante los misterios y vaivenes de nuestra vida.

Cada uno de nosotros es considerado como un santuario. Cuando sentimos que la luz nos ilumina como el fuego, y estamos convencidos que el camino que tomamos es el correcto, entonces la fortuna brilla sobre nosotros. Cuando solo vemos la nube sobre nuestras cabezas, la cual oscurece la vida, sentimos que el camino es incierto , y por ende la vida se nos hace cuesta arriba.

Nuestra parashá nos deja un poderoso mensaje, para poder abrir nuevos libros en nuestra vida, poder dejar atrás aquel pasado que nos nubla los días, debemos encontrar dentro de nosotros, en nuestro mishkan qué llamamos nuestra alma, el fuego que nos haga volver a levantarnos con fuerza todos los días, y de esa manera llenar de luz nuestros caminos, y especialmente el de quienes nos acompañan en cada paso que damos.

Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse

Haftarat Vayekhel

La Haftará de Parshat Vayekhel le corresponde al libro Melajim Alef (I Reyes). Habla de los detalles de la construcción del Templo que construyó el Rey Salomón, concretamente de los grandes pilares de cobre que había a la entrada del Heijal. También leemos sobre el Iam, un estanque de agua para que los Kohanim se sumergieran, que también estaba hecho de cobre.

El Rey Salomón le encargó a Hiram fabricar una gran variedad de utensilios para el Templo, incluyendo sartenes, cuencos y palas, todos de cobre. Salomón hizo guardar todos los utensilios sin pesarlos porque eran muy numerosos.

Esta haftará no se suele leer sola porque, desde hace muchos años, Vayekhel se lee conjuntamente con la Parashá “Pekudei”.

Hay una pregunta que llama mi atención ¿cómo construimos algo de valor y significado cultural que en algún momento perdure en el tiempo? Creo que en la Haftará nos pueden acercar una idea que, tal vez, no se trata de la ingeniería de sus materiales y su funcionamiento, sino de la civilización que lo rodeaba, una sociedad que construía para su presente y su futuro. Preguntándose: ¿Qué queremos que nuestra descendencia reciba?

La construcción de estos espacios suponía un desafío no sólo técnico sino espiritual también.

Esperamos que la inspiración divina de nuestros ancestros ilumine todo aquello que construimos hoy y deseamos ver mañana.

Shabat Shalom!
Wally Liebhaber

Parashat Vayekhel

Hace algunos renglones nos encontrábamos frente a una de las construcciones mas conocidas de la Tora, el Becerro de oro, símbolo y creación de todo lo que no debía ser.

Ejemplo terrenal de todo lo que alguna vez Moshé le pidió a su pueblo que no hiciera.

La construcción que tiene como una de sus consecuencias la destrucción de las primeras tablas de la ley, pero a su vez fue la principal atracción para enfrentamientos, discusiones y conflictos.

Luego de aquella construcción volvemos a la programación habitual del final del libro de Shemot con la construcción del Mikdash. Pero aquí la belleza de nuestra Tora;

Entre construcción y construcción, Moshé le recuerda al pueblo que ningún fuego debía ser encendido en Shabat. Y me pregunto ¿Qué tiene que ver el Shabat y el fuego entre la construcción de lo que no y la construcción de lo que si?

Absolutamente todo.

No hay ninguna manera de seguir construyendo sin frenar para levantar la cabeza y observar lo construido. No hay mejor Shabat que el que sirve para poder frenar la semana y observar no solo donde estamos parados sino con quien estamos parados.

¿Y el fuego?

El fuego es el todo. Es el reflejo de lo mas profundo de nuestro alma, cambiante, colorido, en movimiento constante.

En las construcciones erradas o no acertadas, el fuego es la calentura, la ira, el enojo, el odio y la envidia. En las construcciones acertadas el fuego es la sonrisa, el abrazo y las ganas de bailar.

¿Qué es lo que no debemos encender en Shabat?

El enojo, la envidia, los celos, el fuego que te hace dejar de ser vos, para descansar entre construcción y construcción y de esa forma encontrarnos a nosotros mismos, para construir en cuerpo, alma y espíritu en el camino y la forma correcta.

Shabat Shalom
Sem. Brian Bruh