Parasha Ajarei Mot-Kedoshim

Esta semana mis hermosos seres leemos una doble porción de la Tora: Ajarei Mot – Kedoshim. Entre ambos textos hay para tirar highlights al techo, dos porciones muy ricas a nivel contenido y espiritualidad.

Pero hay una de Kedoshim que me interpelo más este año. Kedoshim tiene una de las más famosas e importantes Mitzvot de la Tora: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Lev. 19:18 ) Rabí Akiva llama a este mandamiento “Klal Hagadol Batora” – “el principio central de la Torá”. Es la Golden Rule clásica que encontramos en casi todas las grandes tradiciones morales y espirituales alrededor del mundo.

Un poco más adelante en ese capítulo de Vaykra, encontramos otra Mitzva: “Cuando extraños residan con vosotros en vuestra tierra, no los maltrataréis. Los extranjeros que habitan con vosotros serán para vosotros como vuestros propios ciudadanos; Amarás al extranjero como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. (Lev. 19:33-34 )

Cuando leemos y escuchamos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, está bueno preguntarnos ¿qué pensamos y entendemos por “prójimo”? ¿se refiere a toda la familia humana? Creo que la Torá, sin embargo, considera claramente dos categorías separadas de personas: conocidos / vecinos y extraños / extranjeros, a quienes debemos tratar con amor y cuidado. Comprendo que las clasificaciones de la Torá reflejan una representación mucho más matizada y precisa de la naturaleza humana que cualquier simpleza contemporánea sobre cómo necesitamos amar a todos/as. Porque, de hecho, no solemos tratar automáticamente a una persona extraña como tratamos a un conocido. Parece que hay un cálculo moral en tratar bien al prójimo: porque uno también quiere ser bien tratado. Este, a simple vista, es un contrato social básico entre personas que comparten la vida en una sociedad o comunidad. El extraño es alguien en quien no tenemos, inicialmente, ningún vínculo, lazo y/ o apego. A veces no nos nace ningún incentivo de interés propio que nos haga querer volvernos hacia el extraño, conocerlo o ayudarlo.

Por lo tanto, la Torá insiste en que cuando nos encontramos con un extraño, podamos trascender del interés propio y, en cambio, ponerle primera a la empatía. Para lograr eso, debemos ser capaces de identificarnos, conectar y empatizar con el extraño e imaginar cómo se debe sentir estar en aquella situación (solo, en una tierra ajena o en un lugar nuevo y/o diferente). En Shemot 23:9 nos recuerdan , “No oprimirás al extranjero, porque tú conoces los sentimientos del extranjero, habiendo sido vosotros mismos extranjeros en la tierra de Egipto”.

La Torá repite estas instrucciones en varias formas más de tres docenas de veces, más que cualquier otra Mitzva. Mi teoría es que las reglas que más se repiten son las que la gente necesita más seguir y prestarles atención. La Torá insiste en que todos los seres fuimos creados a imagen divina. Todos merecemos ser tratados con dignidad, cuidado y respeto (todos es donde nadie queda afuera).

Una de las genialidades del judaísmo es que diariamente, al mejor estilo de un mantra, repetimos y contamos sobre la historia sobre nosotros mismos y nuestros orígenes como extraños en una tierra extraña. Este relato, para mí, está destinado a despertarnos, a unirnos, a mirar y conectar con aquellas personas que aún se sienten extraños en nuestra tierra. La historia judía, se toma en serio, el ejercicio de la empatía, una práctica milenaria y humanizadora. Es por eso que en este Shabat escuchemos la invitación a aproximarnos a esa persona que todavía no conozco, de esa que todavía no se mucho y a la vista me resulta nuevo o diferente para que se demuestre que cuando nos acercamos, conversamos, escuchamos y conectamos y vemos que todos somos humanos, lo extraño sea que no lo empieces a hacer más seguido.

Shabat Shalom
Wally Liebhaber

Parasha Tazria-Metzora

Vaikrá 12-13
14-15

El poder de la palabra. El cuidado hacia el otro, cómo le hablamos, cómo le transmitimos nuestros pensamientos: de esto nos invita la Torá a ocuparnos hoy. Cómo una palabra puede manchar. Una palabra cura, una palabra mata…

La palabra metzorá se traduce habitualmente como leproso, y estudiamos las leyes y rituales que debían seguirse cuando esta enfermedad afectaba a personas y casas. Pero nuestros sabios, en un claro juego de palabras, nos invitan a leer “motzí shemra” que significa “calumniador”.

En el capítulo 12 de nuestro libro nos encontramos con Miriam, quien había murmurado en contra de su hermano Moshé. Y esto la manchó, la enfermó de lepra. Miriam tuvo una trascendencia fundamental para nuestro pueblo. Pero la ley vale para todos. Miriam fue alejada del campamento tal como establece la Torá durante siete días.

Moshé sólo atinó a rezar con la oración más corta que haya pronunciado: “D’s cúrala!” Y sabemos que todo el campamento se detuvo durante esos siete días. ¿Por qué? Los otros no estaban “manchados”. Si bien cada uno es responsable por sus actos, todos sabemos que podemos ser responsables colectivamente.

Quizás cuidar la lengua sea una de las más difíciles de todas nuestras mitzvot. En un segundo se puede decir cualquier cosa y perjudicar al prójimo enormemente. También podemos perjudicarnos a nosotros mismos, y no hay manera de borrarlo. Pensar antes de hablar parece a veces una tarea imposible.

Una mala palabra es impureza; “la lengua es la espada más filosa” pero también puede ser la más sanadora. “Siete vueltas a la lengua”, nos dice el Talmud, antes de hablar cuando sentimos ira, y agreguemos: cuando estemos por emitir una opinión, hablar de otros, contar un chisme…

Que podamos purificar nuestras ideas, nuestros pensamientos para que nuestro aliento regale sólo bendiciones.

Recordemos cómo comenzamos nuestra Amidá:
“A’d sfatai tiftaj lifí Iaguid Tehilateja”.
“D’s, abre mis labios así mi boca pronuncia Tu alabanza”.

Y cómo concluimos:
“E’lohai Netzor leshom Mera USfatai MiDaver Mirmá”.
“D’s mío, preserva mi lengua de la calumnia y mis labios de la mentira”.

¡Shabat Shalom Umeboraj!
Norma Dembo

Haftara Tazria-Metzora

II Reyes 7:3-20

La Haftara, la lectura de una porción del libro de los Profetas junto con la Torá, es muy antigua: data de por lo menos 2000 años atrás.

Si bien hoy en día su lectura pública y estudio forman parte del canon de los judíos de todo el mundo, sus orígenes son difusos: los estudiosos no saben con precisión cuándo ni dónde fue instituida. [1] Remontan su origen al siglo II antes de la era común, en respuesta a un edicto de Antíoco IV. En esa época, según la tradición, la lectura pública de la Torá estaba prohibida. Los Sabios se opusieron, e ingeniosamente se arriesgaron al determinar que debían leerse textos de la literatura profética cuyo contenido recordara al pueblo el tema de la lectura semanal de la Torá. [2]

En ocasiones, la relación entre la parashá y la haftará puede ser directa: asi, la elección del pasaje profético es instructiva, indicándonos lo que a juicio de los Sabios, era el mensaje clave de la parashá. [3]

Por eso, la haftará se trata de conexión.

Las historias no son lineales. Su riqueza y complejidad radica en aprender a reconocer las sutiles pinceladas de sabiduría milenaria que emanan de nuestras fuentes, y que nos invitan una vez a acercarnos para descubrirlas.

Para conocer la historia de esta semana, debemos empezar un poco más atrás del inicio…

Eran los días de Joram, rey de Israel, hijo del rey Acab. El rey de Aram, estaba en guerra con Israel y había puesto sitio a Samaria (el reino del norte de Israel).

La ciudad estaba fracturada por una hambruna que hundía a la población en la desesperación total: se cuenta que un día, Joram escuchó a una mujer pedir ayuda en un grito desgarrador. El rey creyó que mendigaban comida, pero al oír el reclamo se horrorizó hasta la médula.

En la demencia por la hambruna, dos mujeres hicieron un trato macabro: si la inanición mataba a sus hijos, ambas lo comerían, y después harían lo mismo con el hijo de la otra mujer. Una de las madres había cumplido, pero la otra escondió a su hijo muerto incumpliendo su parte del trato…

La hambruna era catastrófica, y el canibalismo borraba todo rastro de humanidad.

Con el alma estrujada en un puño, el rey se rasgó la ropa y juró matar al profeta Eliseo, considerando que sus oraciones podrían haber evitado toda la tragedia.

Joram lo mando a buscar, y cuando lo hallaron Eliseo le aseguro que la hambruna terminaría abruptamente: al otro día habría tanta harina y tanta cebada en Samaria, que tal abundancia haría descender su precio a un valor irrisorio. El ayudante cercano del rey, incrédulo exclamó: “¿¡Cómo es esto posible!? si Di-s hace ventanas en el cielo, ¿sucederá esto?” Eliseo le respondió que ciertamente vería la profecía hacerse realidad, pero que no viviría lo suficiente para disfrutarla.

Es aquí, en este punto crucial de la historia donde comienza la haftará que nos reúne esta semana: se hallan cuatro metzoraim (individuos que sufren de tzaraat) sentados a las puertas de la ciudad sitiada. [4]

Estos cuatro desafortunados se encontraban en una situación no mejor que la de sus hermanos de la ciudad. En la agonía del hambre, decidieron que era mejor entregarse a los soldados arameos, donde tenían al menos una posibilidad de sobrevivir, que morir de hambre.

Cuando llegaron al campamento, estaba desierto. Di-s había hecho un milagro: los soldados de Aram habían oído los sonidos de un gran ejército que descendía sobre ellos y entraron en pánico.[5]

Aterrorizados, los arameos huyeron de inmediato, dejando caer sus posesiones por el camino para aligerar su carga.

Aun teniendo la oportunidad en sus manos, los metzoraim no tomaron el botín para sí mismos, sino que volvieron a la puerta de la ciudad, para avisarle al rey Joram. La gente fue y encontró tanta comida en el campamento arameo que “un sea de harina se vendió por un siclo, y dos seas de cebada se vendieron por un siclo”, tal como profetizo Eliseo.

El rey había designado a su ayudante, el mismo de antes en la historia, para mantener el orden en la puerta de la ciudad, pero en el tumulto popular el ayudante fue pisoteado hasta la muerte, cumpliendo así fielmente las palabras del profeta para él.

La haftará se trata de conexión, y la oración inicial revela que se enlaza con la parasha doble de esta semana: la escena de los cuatro afectados por tzaraat sentados a las puertas de la ciudad.

¿Qué hacían allí? La Torá instruye que un metzorá debe vivir en las “afueras del campamento” hasta que su tzaraat este curada.

Los comentaristas sugieren que Tzaraat no es una enfermedad, sino una manifestación física de un defecto espiritual y de comportamiento. En este contexto, el rasgarse la ropa y dejar la cabeza descubierta son signos de duelo (Rashi), y morar fuera del campamento en soledad es visto como un correctivo social más que como una precaución médica: “¿Por qué dice el leproso: “Él se sentará solo fuera del campamento”? Puesto que él trajo división entre un hombre y una mujer, entre una persona y otra, que se siente solo…” (Arajin 16a)

¿Cuál es la base de esta afirmación? Comúnmente en la literatura rabínica, Tzaraat se ve como un castigo por ofensas sociales: “malas palabras – lashón hará”, calumnias, chismes. [6]

La persona afligida es enviada “fuera del campamento” para que pueda sentir lo que es estar aislado. Este individuo que se ha sentido superior a los demás, que pudo lastimar, calumniar o hacer chismes sobre los demás, ahora sentiría lo que es estar solo, fuera del entorno social.

La suposición es que a medida que el marginado comienza a repararse a sí mismo, la dolencia disminuye hasta que él o ella es readmitido en la sociedad, arrepentido, reparado y curado.

Tzaraat podría ser una aflicción horrible, pero también podría ser el comienzo de un proceso de cambio interno primero, y externo después.

Al principio de nuestra haftará los metzoraim eran los excluidos de su sociedad, los segregados, apartados. No tenían nada. Y en un instante, cuando lo tuvieron todo, sacaron a relucir el valor de la responsabilidad por los otros: “se dijeron unos a otros: “No estamos haciendo lo correcto.

¡Este es un día de buenas noticias, y nos mantenemos en silencio!”.

No podían hartarse con manjares cuando sabían los estragos que estaba causando la hambruna.

Conocían el dolor, la desesperación. Llevaban las heridas del prejuicio en la piel.

Pero son ellos los que teniendo la oportunidad, eligen compartirlo todo con quienes no esperaban nada de ellos. Tal como aprendimos de nuestro Rab Ale Avruj, no somos lo que nos hicieron, somos lo que hicimos con lo que nos hicieron: Y ese fue el milagro que hizo posible las profecías de Eliseo.

Rab Jonathan Sacks ZL explica que “la Torá no es el libro de los humanos sobre Di-s, sino el libro de Di-s sobre la humanidad. Si fuera lo primero, el foco se habría puesto sobre el milagro Divino; en vez de eso, se puso sobre la respuesta humana al milagro”.

La conexión aquí es la insistencia en la dimensión social del judaísmo. La marginación como castigo, la soledad como reparación, y la reivindicación de lo comunitario, como el ideal.

En una hermosa cita talmúdica [7], el rabino Hiyya ben Abba se enferma, el rabino Yojanan lo visita y le pregunta: “¿Son sus sufrimientos queridos para usted?” Rabí Hiyya responde: “Ni ellos ni su recompensa”.

Rabi Yojanan le dijo: “Dame tu mano”. Rabi Ḥiyya bar Abba le dio la mano, y el rabino Yoḥanan lo levantó y le devolvió la salud.

El Talmud sugiere que la empatía y la amabilidad pueden ser enormemente reconfortantes. El maestro no podía solo: necesitaba un poco de compañía y una mano que lo levante.

A veces, con eso alcanza.

¡Shabat Shalom veJodesh Tov !
Seba Cabrera Koch

Parasha Shemini

Vaikrá 9:1-11:47

Nuestra Parasha para esta semana tiene muchísimos temas y muy interesantes, y cada uno de ellos muy importantes, y en esta oportunidad, me voy a referir al evento sucedido con Nadav y Avihu, los hijos de Aharón Hakohen.

Comienza diciendo, el primer versículo del capítulo 10,: “Tomaron los hijos de Aharón, Nadav y Avihu sus Incensarios; pusieron en estos, fuego y colocaron incienso sobre este, acercando ante D´os un fuego extraño, que El no había ordenado. (2) Y salió un fuego de ante D´os, consumiéndolos y murieron delante de Hashem”.

La primera pregunta que surge de manera espontánea es, ¿Acaso hicieron algo tan malo para terminar sus vidas de esta manera?
Y nos explican nuestros sabios, que ellos sentían una pasión y un anhelo tan profundo por acercarse a la Divinidad que sus neshamot no pudieron permanecer dentro de sus cuerpos, entonces el fuego, que siempre está en una actitud ascendente se los llevo. La pasión desmedida los llevo a hacer algo, que como dice el pasuk “Asher lo Tziva otam”(Que no se les había ordenado). Y entonces ¿qué es lo que sí, estaba ordenado?, deberíamos volver a leer la parashá anterior, Tzav, donde está claramente detallado.

¿Para qué, la Torah nos cuenta esta historia? Encontré un pequeños Maize (historia) jasídico que nos va a ser de mucha ayuda.

El hijo del Maguid de Mezritch Rav Abrahham, era conocido como Rab Abraham el Malaj(Angel). Era tan santo y puro como un ángel, dedicando todo su tiempo al estudio de la Torah y la plegaria. Comía, bebía y dormía con mucha moderación ya que lo consideraba una pérdida de tiempo.

Una vez, luego de estudiar un concepto muy profundo de filosofía Jasídica junto a su compañero de estudios, el Rab Shniur Zalman – el Baal Hatania- quedo estupefacto al ver a este último comer una rosca con manteca después de haber terminado con el tema que los ocupaba. Al notar la perplejidad de Rab Abraham frente a la indulgencia en una comida de lujo luego de acabar de terminar de estudiar conceptos tan elevados, Rab Shniur Zalman, le explico a su jabruta (compañero de estudio) que durante el estudio había sentido su alma tan apegada a lo que estaban aprendiendo que casi quería abandonar el cuerpo. Por lo tanto, decidió comer la rosca para reconectar su neshama con su cuerpo y recordarle que su propósito es permanecer aquí abajo en este mundo.

No vinimos a este mundo para ser ángeles, el mismo Rab Shniur Zalman va a dedicar el capítulo 35 del Tania para desarrollar este tema con mayor amplitud. Pero en pocas palabras nos dice: La intención en el estudio de la Torah y la plegaria es un paso necesario para llevarnos a la acción, ya que como decimos siempre “Haikar hu hamaaze”(lo importante es la acción) No podemos aferrarnos apasionadamente,” Solo” a rezar y a estudiar. La Tefilah y el estudio son el vehículo para direccionarnos a la acción correcta, recién cuando terminemos de realizar el acto, habremos de cerrado el circulo. Claro que no se termina ahí ya que nuestros maestros nos dicen siempre, que una buena acción nos lleva a otra buena acción y así sucesivamente.

Como muchas veces decimos, venir al templo rezar y estudiar esta buenísimo. Pero ¿qué hacemos cuando cruzamos el umbral de la sinagoga y salimos a la calle con toda la espiritualidad que acumulamos dentro? Los monjes tibetanos se colocan una toga naranja suben al monte, se alejan de todo y meditan allá arriba. La verdad debe ser un ejercicio interesante, pero no tiene nada que ver con la vida real. ¿Qué le reclamaba el pueblo a Moshe cuando subia al monte? Lo querían abajo con ellos, liderándolos para la acción.

Es por eso mis queridos amigos, que la parashá de esta semana nos invita a la acción en este mundo material, usemos el GPS de la Torah para llevar a buen puerto nuestras acciones. No es casualidad que la Torah, después de relatarnos lo acontecido con los hijos de Aharon, nos va a detallar cuales son los animales que podemos usar para nuestra dieta diaria. La comida no es santa, nosotros le damos santidad al momento de la comida. Simplemente haciendo una bendición antes y otra después de cada comida, hace que convirtamos un acto instintivo en un acto sagrado.

Hagamos, como nos enseña el gran rabino de Liadi, busquemos un compañero para estudiar Torah, que es muy bueno y hace muy bien, pero no nos olvidemos que todo lo que aprendemos, es para cerrarlo con una buena acción. Podemos venir a la Kehila a estudiar, hay muy buenos cursos y la misma comunidad también nos genera espacios de Acción Social para poder canalizar todo lo que nos llevamos aprendido.

Nadav y Avihu no hicieron nada malo, pero el exceso de pasión los dejo a mitad del camino.

Shabat Shalom Humeboraj.
Ari A. Alster

Haftara Shemini

La Haftará que corresponde a esta semana se encuentra en el Libro de II Shmuel en el Capítulo 6.

Nos habla del Rey David, quien llamó a 30.000 hombres escogidos de Israel, para trasladar el Arca. El Rey David lo hizo con buena intención colocándola sobre un carro, mientras danzaban y cantaban alegres, algo que estaba prohibido puesto que el Arca debía ser llevada al hombro por los Levitas (Números 7:9).

La Haftará relata que “…pusieron el arca de D’s sobre un carro nuevo, y la llevaron de la casa de Avinadav que estaba en la colina; y Uza y Ahio, los hijos de Avinadav, conducían el carro nuevo…”.

Pero al llegar a la casa, Uza tocó el Arca para evitar que cayera, y fue entonces que cayó muerto al lado del Arca: “Y la ira del Señor se encendió contra Uza; y D’s lo hirió allí por su error; y allí murió junto al arca de D’s…”.

El enojo de D’s hizo que David llevara el Arca a otro destino: “Y estuvo el Arca de D´s en casa de Obed-edom el geteo tres meses: y bendijo D’s a Obed-edom y a toda su casa. Entonces David fue, y trajo el Arca de D’s de casa de Obed-edom á la ciudad de David con alegría”.

Finalmente, el Arca llegó a la casa de David luego de tres meses, y aconteció que Mijal, hija de Saúl, miró desde una ventana y vió al rey David que saltaba con toda su fuerza delante de D´s, y lo menospreció en su corazón. D’s la castigo y nunca tuvo descendencia. ( II Shmuel, 6:1-21).

En infinidad de oportunidades realizamos actos sin mala intención, de buena fe, porque nos parece correcto.

Al hacerlo quizás molestamos a alguien, ya sea por celos, envidia, o simplemente porque está mal.

Antes de actuar debemos pensar en las consecuencias de nuestras acciones. Podemos equivocarnos y es lógico somos humanos, lo importante es tratar de subsanar el error, pidiendo perdón siempre.
Tratemos en lo posible de mejorar nuestros errores sin importar cuál sea el obstáculo que tengamos enfrente.

Por esa razón en este Shabat tratemos de usar todas nuestras energías en pensar bien antes de actuar, asumir siempre que con buena fe los actos se pueden remediar siempre en paz para vivir en una gran armonía.

Shabat Shalom.
Susy Lapilover

Parasha Jol Hamoed Pesaj

Parashá Pesaj I

Morpheo lo miro a Neo y le mostro una pastilla azul para quedarse cómodo en la Matrix y una pastilla roja para salir, enfrentarse a la vida real, buscar ser libre y poder ser Neo.

3500 años atrás, el pueblo de Israel tuvo que sacrificar un cordero y marcar las puertas de su casa con rojo Sangre como gritando quiero salir de esta esclavitud.

La Hagadá nos pide que en cada generación cada persona tiene que considerarse como si cada uno salió de Egipto. Cuando era chico me parecía raro porque no me consideraba esclavo del Faraón, pero a medida que fui creciendo, empecé a ver faraones en todos lados.

Hoy vivimos en sociedades libres, pero nos seguimos atando a muchas cosas. Como el elefante que desde chico lucho sin éxito contra una pequeña estaca que lo tenía atado, pero cuando creció y tuvo fuerza, dejo de intentarlo porque seguía pensando que no podría soltarse.

Hoy no podemos salir de nuestro Egipto y tenemos un montón de Porques: “Soy así”, “No se hacer otra cosa”, “Cuando tenga más plata voy a…”, “Necesito este trabajo, aunque no me gusta”, “Ahora no, pero cuando termine de…”, “Me gustaría, pero no puedo”, “ya estoy grande” y miles de ejemplos más.

En Pesaj festejamos la salida de Egipto, pero tenemos que trabajar cada día por sacar a Egipto de nosotros.

El Mes de Nisan nos recuerda, que es verdad que hay un tiempo cíclico, donde todo se repite como el el día y la noche o ciclos anuales como las estaciones. Esos ciclos no los manejamos nosotros y somos esclavos de ellos, y eso nos hace estar cómodos. Pero hay un tiempo que si manejamos y en eso consiste la libertad. No esta todo predeterminado por la naturaleza. Ahí aparece Pesaj. El que nace esclavo no tiene porque ser esclavo, ni el medico tiene que ser medico toda la vida.

Tenemos que animarnos a tomar la pastilla roja y decidir ser libres, y así como Morpheo confiaba en NEO, tenemos que saber que hay alguien que nos acompaña en esa decisión y nos pide todo el tiempo que nos animemos.

Los judíos desde hace milenios festejamos todos los años Pesaj y eso nos marcó como Pueblo. A lo largo de la historia, los judíos aportamos muchas cosas a la humanidad, arte, ciencia, vacunas, revoluciones, etc. No creo que sea porque somos más inteligentes, desde chicos festejamos la libertad, y eso hace que no nos conformemos. Festejamos y gradecemos lo que tenemos, pero siempre hay que salir a buscar lo que queremos y siempre pedir un poco más.

En el Seder de Pesaj nos sentamos en familia, miramos a nuestro alrededor y festejamos por todo lo logrado. Pero al final de Seder dejamos una copa para brindar más adelante por todo lo que vamos a lograr cuando salgamos de nuestro Egipto. Ba Shana Haba e Yrushalaim.

¡Jag Sameaj!
Fabian Holcman

Haftara Jol Hamoed Pesaj

EZEQUIEL 37:1-14

Nuestro profeta nos relata como si fuera un sueño cómo A’d lo hizo pasar por medio de una llanura que estaba colmada de huesos secos.

La imagen en un primer momento es impactante; contiene algo de siniestro y puede producir rechazo, sin lugar a dudas. Pero lo que Ezequiel escucha es la voz de D’s haciéndole una pregunta fundamental: “Ser humano, ¿habrán de vivir los huesos estos?” Y si bien tal como Ezequiel le contesta a D’s que sólo Él lo sabe, en verdad será el accionar del hombre el que pueda lograr un resultado u otro.

Los sueños y proyectos quizás queden siendo huesos secos incapaces de articularse entre sí para cobrar nueva vida desde su esencia fundamental. O quizás el ser humano sabrá insuflarles las ganas de reconstruir, de dar nueva vida, de tener las fuerzas y la voluntad de crear desde lo que ya parece que no puede ser un mundo nuevo y distinto que contenga lo bueno e imperecedero de lo más profundamente nuestro y donde podamos resaltar valores que parecían perdidos, secos, de otra época.

Siguiendo a Ezequiel comprendemos que hay momentos especiales en los que el mundo parece extremo, árido y sumergido en las aguas al mismo tiempo, avanzando en muchos aspectos y nuevamente en guerra. Pero hay voces que, como impregnadas por el hálito divino que hay en cada uno de nosotros, nos invitan y ayudan a seguir estudiando, trabajando, construyendo.

Si podemos pensar que cada crisis es una nueva oportunidad, podríamos crear un mundo nuevo, tal como D’s le dice a Ezequiel, y hacer que lo que parece perdido se convierta en un mundo mejor y con más vida.

Nada está seco si nos tomamos el trabajo de regarlo cada día. Esta Haftará tan especial, para este Shabat de Pesaj, nos habla de salir a la libertad, de unir y cobrar nueva vida. Nuestro pueblo sabe que no fue uno solo el que se levantó para exterminarnos. Cada generación conoce de antisemitismos en sus diversas formas. Hemos aprendido a batallar siempre. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante el sufrimiento humano. Debemos hacer nuestro el deseo de salir a una nueva realidad después de este Mitzraim, a un mundo más equitativo, más justo, más libre. El deseo de quedarse en Egipto no debe regresar jamás.

¡Shabat Shalom uMeboraj!
¡Jag Pesaj Kasher veSameaj!
Norma Dembo

Haftarat Shabat Hagadol

Esta semana leemos la PARASHÁ TZAV, la segunda del libro Vaikra, y le corresponde leer la Haftarah Jeremías 7:21-8:3; 9:22 y 23, pero, por ser el Shabat anterior a Pesaj se lee la Haftarah MaLAjI 3:1 4:24

El Shabat anterior a Pesaj se conoce como Shabat HaGadol, o El Gran Shabat. No está claro exactamente por qué recibió este nombre, pero podría ser un guiño referente al último verso de la haftará que se lee justamente para este Shabat:… ”He aquí, os enviaré al profeta Elías antes que venga el día Grande y Asombroso de Iud Hui Vav Hei (3:23)” (Malaji 3:24)

Estando el Pueblo de Israel en Egipto, lo primero que debieron hacer es, organizando ya la salida para abandonar Egipto, el día 14 de aquel mes primero – NIsan, fue sacrificar un cordero. Debían hacerse con el cordero cuatro días antes de la luna llena de Nisán: y ese día fue el Shabat 1o de Nisán (año 2448 de la Creación).

Mucho años, sucesos y episodios más tarde, habiendo construido el Templo de Jerusalém, ese cordero se convirtió en El Korbán Pésaj, (el sacrificio de Pésaj)… El 10 de Nisán se apartaba un cordero o cabra sin manchas, el cual era sacrificado al final del crepúsculo del 14 de Nisán en preparación para el 15, día en que sería comido después de ser asado, acompañado de matzá (pan ácimo) y hierbas amargas, llamadas maror… SEDER DE PESAJ

Considerando que la palabra K O R B A N (sacrificio), comparte su raíz con la palabra K A R O V (cerca), podemos pensar esa acción (sacrificio) como un acercamiento, como una acto de acercar dos partes…

Con las destrucción del Templo II ya no podían celebrarse dichos ritos, por lo que se fue desarrollando en las sinagogas el culto a través de su recuerdo.

Ese tipo de practicas fueron encontrando en la oración, plegarias y rezos una suerte de alusión. Desarrollando formas que rememoren aquel Shabat, 10 de Nisán, el Shabat anterior a la salida de Egipto, se lee una Haftará particular a Pesaj … MalaJI (3: 4:24) (Malaquías) en la que se anuncia el día del comienzo de los ocho días de moed de Pésaj.

La Parasha de esta semana, TZAV, se detalla sobre la forma de ofrecer sacrificios a D’s: los diferentes tipos de ofrendas, la forma de prepararlas, qué partes se pueden comer y por quién, y demas detalles. Y por extraños que parezcan estos rituales para nosotros hoy, sabemos exactamente lo que es un ritual.

Un ritual es una secuencia de actividades que implican gestos, palabras, acciones u objetos, realizados según una secuencia establecida, principalmente por su valor simbólico. Quiero poner el foco alli. En lo SIMBOLICO.

Esto era tan cierto en la antigüedad como lo es hoy. Los sacrificios de nuestra porción de la Torá estaban destinados a simbolizar la transformación interior de una persona. Una ofrenda por el pecado debía ir acompañada de un sentimiento de arrepentimiento y reforzarlo. Una ofrenda quemada podría evocar asombro y cercanía a Dios. Una ofrenda de acción de gracias era para despertar la gratitud.

Pero hay una constante en los escritos de los Profetas y es pronunciarse repetidamente a Bnei Israel por pensar que los sacrificios eran un fin en sí mismos, y que para D’s el solo hecho de la práctica del ritual era suficiente.

El sacrificio, la oración y todas las formas de acercamiento o reparación, no tienen valor a menos que el corazón esté conectado con esa realidad, un grado de consciencia y de reconocimiento de reparación del hecho debe acompañar la practica.

La realización de los rituales debe abordarse como acciones que despiertan el YO INTERIOR, como manifestaciones de un deseo profundo.

Aunque la Torá se ocupa de los detalles de la realización de rituales, no olvidemos nunca el real propósito de estos rituales. El ritual es UNA PRACTICA, es un SIMBOLO. Pueden enfocar nuestra atención y pueden estar llenos de significado.

Pero los rituales también siempre tienen el potencial de convertirse en una actuación de memoria, y el significado y la inspiración que deben evocar pueden perderse fácilmente.

Por eso, no dejemos de ahondar en el motivo profundo y real de las cosas. No nos quedemos con lo superficial, en lo que se aprecia a simple vista, en lo que parece.

Sepamos que las practicas del judaísmo tienen un sentido, no son simples tradiciones que se repiten de generacion en generación.

Cuidemos de no vaciar de contenido nuestras prácticas, investiguemos por qué son de tal o cual manera. Todo en esta realidad tiene un sentido y un motivo, y si llegáramos tan solo a sospechar que son “random”… inmediatamente investiguemos, y comprenderemos el motivo que las constituyó.

Los motivos que instauran una u otra practica, finalmente tendrán que ver con desarrollar un talento, o fortalecer una conexión, o generar un valor agregado.

Y todas y cada una de esas acciones construirán una realidad plena y grandiosa, manteniéndonos cerca y en franca paz.

¡Jag HaPesaj Kasher Ve Sameaj!

Shabat Shalom Umeboraj
Silvia Dvoskin

Parashat Tzav

Fuegos eternos

Parashat Tzav tiene a lo largo de sus palabras una dedicación especial a la importancia del fuego. “Y el fuego sobre el altar arderá en él, no habrá de apagarse, y quemará sobre él el sacerdote leños, mañana tras mañana… un fuego perpetuo habrá de arder sobre el altar, no habrá de apagarse” (Vaikrá 6:5-6).

El Mishkán, templo móvil en el desierto, nos invitaba a descubrir distintos fuego que debían ser parte del ritual y que no podían apagarse.

Uno de ellos, era el Ner Tamid, la lámpara perpetua ubicaba en el interior del Santuario.

Ese Ner Tamid era una de las siete luminarias que conformaban la Menorá. Hoy podemos ver en las sinagogas de todo el mundo, como sobre el Arón HaKodesh, hay una luz que siempre está encendida… esa luz recuerda el Ner Tamid del Mishkán.

Otro de los fuegos es el Esh Tamid, el fuego perpetuo que ardía sobre el altar, ubicado en el exterior del Mishkán. Este fuego servía como base para el fuego que quemaba los sacrificios. Debía arder siempre, por lo que los cohanim tenían la tarea de avivarlo y mantenerlos encendido con nueva madera cada día.

Dos fuegos, uno dentro y otro fuera. Uno que simboliza la Torá, como luz de vida, con sus enseñanzas iluminando el camino de nuestras vidas. Este fuego corre el riesgo de apagarse y al hacerlo, debía ser encendido con el fuego del exterior; aquel que nos vincula a las ofrendas, al esfuerzo, al trabajo cotidiano.

Fíjense la esencia del simbolismo: La luz de la Torá y su fuego solos no pueden sostenerse; necesitan de la acción de los hombres y mujeres, de nosotros, para ser alimentados día a día.

Y de eso se trata el mensaje de nuestra tradición, nada puede trascender si no hay vivencia, experiencia y dedicación. No se puede enseñar de un Seder de Pesaj; si no nos sentamos en una mesa leemos juntos, cantamos juntos y degustamos la matzá. No podemos enseñar sobre el concepto de Tefilá, si no participamos de una experiencia espiritual. Podemos sentirnos plenamente convencidos de nuestro “fuego identitario”; pero nos exige avivarlo cotidianamente en el exterior para fortalecerlo internamente.

Para que brille, ilumine, de calor.

Fuegos internos y fuegos externos, fuegos eternos que ardía en el Mishkán. Fuegos internos y fuegos externos de los cuales debemos ocuparnos. ¿Cómo? Cuestionando, estudiando, vivenciando, perteneciendo … dando sentido a cada ritual y encontrando el mensaje que nos transforme. Nada mejor que buscar en nuestras luces el mejor camino para transitar la vida. Nuestro pueblo por generaciones entendió que la Torá alberga toda esa sabiduría. Actuemos en consecuencia con nuestras decisiones y acciones alineadas a ella, para alimentar el fuego exterior y poder sentir internamente; que ambos fuegos son eternos y no se apagan.

Shabat Shalom
Rab Sarina Vitas

Haftarat Vaikra

Ishaiahu 43:21-44:23

En forma personal la lectura de esta Haftará me lleva a una reflexión muy necesaria en los tiempos que estamos viviendo.

La Haftará inicia con un exhorto a Israel (Isaías 43:23) diciendo: “No Me invocaste, te cansaste de Mí, no Me ofreciste tus ofrendas Olá, ni Me honraste con tus ofrendas Shelamim…”.

Es importante saber que la palabra con la que se hace referencia a estos sacrificios u ofrendas en el original hebreo es Korbán, que significa “acercar”, “aproximar”, porque en los tiempos en que estos se realizaban, el korbán tenía ese propósito de cimentar el acercamiento entre la persona y D´os. El korbán no era, ni es un remedio para el pecado o para obtener perdón. Siempre ha sido a través del proceso de Teshuvá que se retorna al camino del Eterno, así el korbán se convierte entonces en una vía simbólica para asumir la responsabilidad. En los sacrificios de animales se acostumbraba poner las manos sobre el animal simbolizando la trasmisión de las transgresiones y ofrendado como sustituto del hombre.

El día de hoy ya no se realizan estos sacrificios y espero que nuestra evolución y racionalidad no permita que se vuelvan a realizar, ya no hay un animal en quien poner las manos para traspasar nuestras falta de responsabilidad, ni un sacerdote que haga el sacrificio por nosotros, debemos preguntarnos ¿Sobre la cabeza de quién pondremos nuestras culpas o responsabilidades? ¿Quién hará el sacrificio por nosotros?

Los tiempos que estamos viviendo deben llevarnos como individuos, a tomar la responsabilidad de nuestros actos, dejar de querer responsabilizar a otros de lo que nos sucede, en lo individual y como sociedad.

Si el propósito del korbán es acercarnos al Creador, tenemos la Tefiláh, la Teshuvá y la Tzedaká, que hoy día cumplen esa función.

¿D´os no necesita las ofrendas o sacrificios?, claro que no, esto lo necesitamos nosotros; no son para negociar el perdón de Dios, pues en esta Haftará también aprendemos que El Creador dice. “Yo. Yo borro tus transgresiones por mi propia causa”, “No recordaré tus pecados” y esto no es porque lo merezcamos.

En esta Haftará nos recuerda que fuimos formados desde el vientre materno, que siempre nos ayuda, que no debemos temer, que verterá su espíritu, su bendición.

Aquí es donde el querido Rabi Sacks Z”L nos construye un puente tal como escribe en, para mí, su obra culmine, La Gran Alianza, “ D´os es la voz distante que oímos y que buscamos amplificar en nuestro sistema de sentidos, cada uno especifico de su cultura, una civilización, una creencia. D´os es el “Único” entre la multitud, la llamada que nos embarca en un viaje más allá de yo y sus luchas, que nos permite entrar en la otredad y creer a través de ella, convertirnos en un vehículo de bendición para el mundo, agradecer el milagro de la existencia y la luz que brilla cuando dos vidas se encuentran en la afirmación, el perdón y el amor”.

Es por eso mis queridos amigos, que el profeta Ishaiahu nos esta invitando a que abandonemos nuestra idolatría yoista que nos aleja de cualquier tipo de dialogo. Y hagamos el “Sacrificio” a través de la Tefilah, la Teshuvá y la Tzedaka en buscar a ese Único D´os que todavía cree en nosotros y sin esperar nada a cambio, tal como nos enseña el Rab Moshe Cordovero en su Tomer Dvorah.

Shabat Shalom Humeboraj
Ari A. Alster