Parasha Noaj

Querido Noaj:

Hace años ansío escribirte estas palabras, pero siempre encontré una excusa perfecta para postergarlo.

Sobreviví al diluvio, a tu diluvio, pero nunca nada pudo volver a ser igual.

La ultima vez que te sentí pleno fue esa noche, donde el mundo era mundo, donde Dios era Dios y no había ninguna misión divina. Fuiste un tipo Justo, Integro, con los pies en la tierra, tan justo que hasta el mismísimo Dios te puso por encima de todos los demás.

Fuiste llamado a hacer un Arca en la cima del monte, aun sabiendo que todo seria destruido, que nada seria como antes. Fijate la ironía divina, te pidieron un arca de madera en lo alto de un monte. En lo alto, ahí arriba, donde podías verlo todo. Donde solo con desviar la mirada en algunos de los mas de 100 años donde subiste y bajaste en cada mañana y en cada noche, podías ver la mirada de tus pares, de tus amigos, de tus vecinos y aunque sea preguntar, si en verdad destruirlo todo era la respuesta correcta.

Me llevo años y años poder entenderte, encontrar el por qué. Sentí que solo podría perdonarte si encontraba esa respuesta.

Hillel decía: “Im Ein Ani LI, ¿Mi Li?, Ujsheani leatzmi, ¿ma ani?” “si yo no pienso en mi quien pensará en mí, pero si solo pienso en mi, ¿quien soy?”

Sin duda faltó hacer la segunda pregunta, la que podía salvarte y salvarlos.

Salvarte de olvidarte quien eras, de transformar tu ser justo que te caracterizaba en ser igual a los otros, hiciste un pacto a espaldas de todos los que te rodeaban y solo lo usaste para vos.

Salvarlos, al poder darles una nueva oportunidad, al hablar a ellos, transformándote en no solo el salvador sino en el líder de todo ese pueblo. Salvarlos buscando en Dios su espíritu de creación, y no de destrucción.

No deje de preguntarme: “Eija, como puede ser?”

Fuiste el hombre que todos queríamos ser, pero te concentraste tanto en el arca, que todo lo demás desapareció. Es el ejemplo mas real de la historia de la creación. Tan metido en tu arca, Noaj Querido, que todo lo que podía llegar a ser quedo del otro lado de la madera.

Recuerdo bien que tu arca llevaba una ventana, pero a quien le gustaría estar ahí, viendo desde la ventana como todo se destruye? pero claro, la ventana era la clave de todo.

Esa ventana en el arca, servía no solo para ver lo que había del otro lado e intentar hacer algo al respecto, sino para enseñarnos en el hoy, a no quedarnos de brazos cruzados cuando vemos que del otro lado de nuestra ventana el mundo esta mal.

La paloma voló, el agua bajo y fue tan grande tu tristeza y tu soledad que solo buscaste un pedazo de tierra para plantar una viña y emborracharte.

Noaj Noaj Noaj, Todo tu mundo había desaparecido, hasta quizás vos habías desaparecido. Tu esencia, tu Neshama, tu forma de ser y entender el mundo.

Aprendí con el tiempo a perdonar, pero así como Dios prometió nunca mas hacer un diluvio yo me prometí nunca mas olvidarme de mirar por la ventana.

Miles de años mas tarde Martin Luther King dijo: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos.”

No hizo falta ser un malvado, porque hasta podías ser Justo en tus generaciones, pero el error fue ser indiferente.

¿Cómo sería todo si el diluvio fuese hoy, en este mundo, en este país con tanta corrupción, violencia y falta de empatía? ¿Cómo seria ese diluvio? ¿Cómo serias vos en el diluvio?

Sin duda el pasado nos cambio, pero depende de nosotros sanar para curar y curar para perdonar.

Yo curé y entonces de alguna manera, vos también.

Hasta Siempre,

Noaj.

Su yo del presente, que busca frenar para sanar.

Su yo del pasado, que dejo una huella imborrable, pero no incurable.

Sin duda en la historia de cada uno de nosotros hay algo, un momento, un lugar, un recuerdo que preferimos olvidar, pero dicen que “Aprendemos mucho de las cosas que detestamos” y entonces, quizás aprender sea la mejor oportunidad de sanar, curar, perdonar y mejorar.

Podamos todos sentirnos en la cima del monte, pero no olvidemos que estamos ahí, no para sentirnos mas sino para ser mas persona. para mirarlo todo a través de nuestra ventana y decidir cual será nuestro próximo paso para salvarnos a nosotros y a todo y todos los que nos rodean.

Shabat Shalom
Sem. Brian Bruh

Haftara Noaj

Hay textos que no pierden fuerza con el paso del tiempo. La Haftará de esta semana —tomada del profeta Isaías— es uno de ellos. Habla de esperanza cuando todo parece perdido, de amor cuando lo único que se ve es desolación.

Dios le dice al pueblo:

“Esto será para mí como las aguas de Noaj: así como juré que el diluvio no volvería a cubrir la tierra, también juro que mi enojo no durará para siempre.”

Son palabras que llegan como un abrazo.

El diluvio fue el momento más oscuro de la humanidad, una limpieza total después del caos.

Pero incluso de ese desastre, nació un nuevo comienzo. Noaj, con su arca, representa la capacidad humana de construir refugio en medio de la tormenta.

Y la Haftará toma esa imagen y la transforma: dice que, aun cuando las montañas tiemblen, el amor no desaparece.

“Las montañas podrán moverse y los montes tambalear, pero mi amor no se apartará de ti.”

No es una promesa de que no habrá más tormentas. Es una promesa de que no estaremos solos dentro de ellas.

El arco iris, que aparece después del diluvio, no borra la lluvia: la atraviesa con luz. Es el símbolo perfecto de lo que nos enseña esta Haftará: que incluso las lágrimas pueden volverse color cuando hay esperanza detrás.

El profeta le habla a un pueblo que siente que ya no tiene futuro, como alguien que perdió todo y no cree poder volver a empezar. Pero le dice:
“Cantá, aunque sientas vacío. Abrí espacio en tu tienda, hacé lugar para la vida que todavía no llegó.”

Es un mensaje para cada uno de nosotros. Todos pasamos por nuestros propios “diluvios”: pérdidas, desilusiones, silencios. Y, sin embargo, siempre hay algo que sobrevive. Siempre hay una pequeña “teva”, un espacio donde el alma resiste, esperando que la lluvia pare.

La Haftará de Noaj no es una historia lejana. Es una invitación a volver a creer en la reconstrucción, en que después de cada caos hay un nuevo comienzo.

El mundo no necesita que no haya tormentas; necesita personas que sigan buscando el arco iris.

Sem. Martín Smith

Parasha Bereshit

PARASHA BeReiSHitT – בראשית
BeReiSHitT (Génesis) 1:1 – 6:8
Shabat MevarJim

BEREISHIT, la primera porción del primer Libro de La Torah, comenzando asi el ciclo anual de lectura.

La creación en seis dias, shabat, descripción del Gan Eden, el Hombre, instrucciones del caso, el episodio de la serpiente & Java y la consecuencia de este episodio, Cain & Abel, descendientes de Cain, nacimiento de Shet y Enosh, diez generacion entre Adam y Noah.

Primer gran divorcio en puerta D’s habla de borrar al Hombre de la faz de la tierra, y cierra con “MAS NOAJ HALLÓ GRACIA ANTE LOS OJOS DE HASHÉM” (Bereishit 6:8)

Mucho verbos. Crear, hacer, decir, VER y OIR, o MIRAR y ESCUCHAR.

Parece que los ojos y los oídos pueden darnos una información particular de la situacion… que hay un conocimiento que “se ve”, que se aprecia con los ojos, y hay una sabiduría que llega a traves de la escucha … mas allá de lo que se ve y lo que se escucha.

Será que el desarrollo de la vista y la escucha no es solo una función física? Será que ese ve y se escucha con otro sentidos? Será que alli hay algo para despertar?

Será que en el desarrollo de estas funciones, podemos comenzar o cerrar ciclos? y que vamos creciendo en un espiral ascendente en la medida en la que podemos captar la Luz y afinar el oido?

Será que una persona no ve y escucha lo que puede, sino que ve y escucha lo que sabe?

En Bereishit, hay enunciados, hay creación, hay luz, hay bueno, hay muy bueno. Hay orden, hay descripciones, hay conversaciones, hay riesgo de divorcio y hay alguien (Noah) que “…halló gracia ante LOS OJOS DE HASHÉM” (Bereichit 6:8)

Semana Particular esta de Bereishit.

Semana aguda, fervorosa, energíca.

A esta altura de la escena, alguien cree que lo sucedidos son una casualidad?

No me refiero a algún episodio particular. Porque todo es particular.

Digo que ningún episodio, cualquiera sea, es casual.

Estamos en la semana BEREISHIT, y cada año, a esta altura del año es semana Bereishit.

Semana “Principio”.

Semana “Orígen”

Semana “Germen”

Un principio no es un comienzo.

Un principio es una oportunidad, se ese gran momento y esperanzador momento en el que puedo tomar todo eso con lo que cuento y REORDENARLO.

Un principio es una BISAGRA.

BEREISHIT ES EL PRINCIPIO DE LA CREACION.

Y eso solo significa que es la oportunidad de disponer nuevas reglas y armar un nuevo escenario.

En cada vuelta de ciclo está incluida la sabiduría o la instrucciones que anteriormente no supimos ver o no supimos oír, y es esta la oportunidad de reiniciarla. Es un espiral, y vas conformándo con lo que te fuiste nutriéndo.

Los ojos como instrumento, nos permiten percibir la luz y los oídos como herramienta, nos permiten encontrar el equilibrio.

Desarrolla, desenvuélvelelve y define nuevas reglas. Eso creará tu nuevo escenario.

Es tu derecho y tu obligación crear una vida en exquisita y sutil alineación con lo que deseas ser.

Siempre está la oportunidad del Bereishit

Y la Torah como fuente de sabiduría lo pone a nuestra disposición cada instante.

es Mi Mayor deseo para todos, todos, que este comienzo de ciclo, y que cada comienzo de ciclo, siempre sea LUMINOSO y EQUILIBRADO.

Que LaTorah sea nuestra fuente.

SERÁ. QUE ASI SEA.

Shabat Shalom Umeboraj
Silvia Dvoskin

Haftara Bereshit

La haftará de esta semana, correspondiente a Parashat Bereshit, nos lleva al libro del profeta Isaías. Allí, Dios se presenta como el Creador de los cielos y la tierra, pero también como Aquel que da aliento y espíritu a las personas. No es un Dios lejano, sino uno que sigue involucrado en Su creación, que sigue sosteniendo la vida a cada instante. Dice Isaías: “Yo, Hashem, he creado los cielos y los he extendido; formé la tierra y lo que en ella hay; doy aliento al pueblo que la habita y espíritu a los que en ella caminan.” Este pasaje nos recuerda que la creación no terminó en el sexto día, sino que continúa. Cada respiración, cada amanecer, cada encuentro, son parte de ese acto creador que todavía sigue ocurriendo. Pero lo más profundo de esta haftará no es solo la descripción del poder de Dios, sino el llamado que Él nos hace como pueblo. En otro versículo, leemos: “Te he llamado en justicia, te he tomado de la mano; te he puesto por luz de las naciones, para abrir los ojos a los ciegos y sacar de la cárcel a los que moran en tinieblas.”

Ser “luz de las naciones” es una responsabilidad enorme. No se trata solo de tener fe, sino de vivirla, de actuar con justicia, de acompañar a quienes están en la oscuridad, sea una oscuridad externa o interna. Isaías nos enseña que la luz no se impone: se ofrece. Y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de ser una chispa que ilumine su entorno.

En la segunda parte de la haftará, aparece una voz llena de ternura y consuelo: “No temas, porque Yo te redimí; te puse nombre, mío eres.” Es una de las frases más personales y esperanzadoras del Tanaj. Nos dice que Dios nos conoce, nos llama por nuestro nombre y no nos suelta la mano. No somos una parte más del mundo creado: somos parte de Su historia, de Su plan, de Su cuidado constante.

Esta combinación entre grandeza cósmica y cercanía íntima es lo que hace tan especial esta haftará. Dios crea galaxias y mares, pero también nos acompaña en nuestras propias aguas turbulentas. Nos invita a confiar, a no tener miedo, a recordar que cada vez que actuamos con bondad o justicia, también estamos participando en la creación.

Quizás ese sea el verdadero mensaje de Isaías: la creación no es solo un acto del pasado, sino una tarea presente. Dios crea el mundo, pero nos invita a recrearlo cada día con nuestras decisiones, con nuestra manera de mirar, de hablar y de relacionarnos con los demás.

Que esta haftará de Bereshit nos inspire a reconocer la luz divina en todo lo que nos rodea, y también a convertirnos nosotros en una pequeña luz para los demás. Porque en definitiva, cada vez que elegimos el bien, estamos ayudando a que el mundo vuelva a empezar.

Yael Krochmal

Haftara Jol Hamoed III

En la Haftará de Jol HaMoed Sucot, el profeta Iejezkel (Ezequiel) describe uno de los momentos más intensos de la historia profética, la batalla de Gog uMagog, una guerra que simboliza la amenaza final sobre el pueblo de Israel.

Las naciones se levantan, el peligro es inmenso, y sin embargo, Dios interviene: “Y sabrán las naciones que Yo soy el Eterno, cuando me santifique en medio de Israel” (Ezequiel 38:23).

El mensaje es claro: incluso en el caos más oscuro, la historia no termina con la destrucción, sino con el retorno.

Poco después, el mismo profeta dice:“Traeré de vuelta a los cautivos de Iaakov y tendré compasión de toda la casa de Israel” (39:25).

Cientos de años después el profeta Nejemiá, vive ese anuncio hecho realidad.

El pueblo regresa del exilio babilónico, vuelve a Ierushalaim, y por primera vez en generaciones puede leer la Torá en voz alta, construir sus Sucot y celebrar: “E hicieron Sucot y hubo una alegría muy grande, como no se había visto desde los días de Ioshua bin Nun” (Nejemiá 8:17).

Entre las palabras de los profetas pasaron más de dos siglos. Dos siglos de ruina, destierro, reconstrucción y fe.

Pero lo que une ambas historias es la misma certeza: ningún exilio es eterno. El retorno puede tardar, pero siempre llega.

Hoy, miles de años después, nos toca a nosotros vivir entre estas historias. Seguimos esperando el regreso de nuestros hermanos y hermanas secuestrados, seguimos rezando por los que aún no volvieron, y seguimos creyendo como creyeron ellos que la historia de Israel no termina en el dolor.

Sucot, con su techo frágil y su alegría improbable, nos enseña exactamente eso: que se puede tener fe incluso en la vulnerabilidad, que se puede seguir celebrando aun mientras esperamos.

Así como en los días de Nejemiá, el pueblo volvió a construir sus Sucot y su esperanza, que este año también podamos ver a nuestros cautivos regresar y nuestras Sucot llenarse de alegría y de vida.

Sem. Mati Bomse

Parasha Jol Hamoed III

Tiempo de vulnerabilidad, tiempo de fortaleza.
Por Seba Cabrera Koch

Éxodo 33:12-34:26

Una de las personalidades más destacadas de la “Época Dorada” de la historia judía en España, el rabino Bahya ben Iosef ibn Pakuda, en su obra Jovot haLevavot (Deberes del Corazón) afirmaba que “no hay una sola persona viva que no haya recibido regalos. Al menos los regalos de la vida y la esperanza. Pero solemos sufrir de un tipo extraño de ceguera que nos impide apreciar lo que tenemos”.

La lectura de la Torá para el Shabat de Sucot fue elegida por su referencia a la festividad que vivimos estos días. En ese sentido, citaremos lo que podría ser el debate rabínico más clásico sobre Sucot en el Talmud: Rabí Akiva y Rabí Eliezer discuten sobre qué son estas cabañas (sucot) en las que se nos ordena habitar durante el Jag.

Rabi Akiva dice que son sucot mamash, tan reales como las que seguimos construyendo hasta hoy en día.

Rabi Eliezer, por otro lado, afirma que este versículo se refiere a las ananei hakavod, las nubes de gloria con las que D-s guió y protegió a los hijos de Israel en su peregrinar por el desierto cuando salieron de Egipto: para él las cabañas son metafóricas y no literales. ¿De qué se trata?, se preguntan los rabinos.

¿Una posible respuesta? Quizás ambos tengan razón. Construimos nuestras Sucot mamash, las “cabañas” o “tabernáculos” que señalan algunas traducciones, y también salimos a sentarnos a la intemperie, para aprender que nuestra fortaleza y protección no depende de la robustez de una estructura física. Sucot es tal vez, la forma en la que D-s nos dice que aunque no podemos verlo, debemos saber que está ahí, protegiéndonos.

Sucot es la festividad que desnuda nuestra vulnerabilidad. Se nos exige estar expuestos, se espera que estemos incómodos, fuera de nuestro entorno habitual. Se nos ordena a cada uno abandonar nuestros hogares y posesiones y dirigirnos a la Sucá, juntos en familia y en comunidad, protegidos únicamente por las alas de la Presencia Divina.

Sucot es la oportunidad para vivir en el mundo tal como es: con toda su fragilidad, con sus posibilidades, dificultades y desafíos; convencidos de que aun en el dolor y el miedo, también podemos encontrar un espacio para la sanación y el crecimiento.

Han pasado dos años desde el 7 de octubre de 2023. Dos años en los que aprendimos a contar el tiempo con otro pulso: el del dolor que no cede, el de la memoria que no permite olvidar.

La tragedia nos marcó, pero no nos derrotará, porque no dejamos de Vivir con fe en el mañana, pese a todo.

Beezrat Hashem, con la ayuda de D-s, nuestro duelo, será fortaleza.
Nuestro dolor, será compromiso.

Y nuestro amor… y nuestro amor siempre será Esperanza.

Shabat Shalom veJag Sucot Sameaj.
Seba Cabrera Koch

Fuentes: