Parasha Emor

Parashat Emor
Buscando nuestro punto

¿Te acordás del día que aprendiste a leer? ¿O quizás lo viste con los más pequeños de la familia? Hay un antes y un después de descubrir ese nuevo mundo. Un punto de partida, un punto de apoyo nuevo para subir otro escalón.

Esta parashá incluye la mención de las festividades judías de oŕigen bíblico en el capítulo 23.

Y entre esos jaguim, incluye una mitzvá que estamos atravesando estos días, Sefirat HaOmer, la cuenta del Omer, que es la cuenta diaria de los 49 días que transcurren entre la festividad de Pesaj y Shavuot, comenzando la segunda noche de Pesaj. Este período conecta simbólicamente la salida de Egipto (liberación física) con la entrega de la Torá en el monte Sinaí (liberación espiritual). La cuenta se realiza cada noche con una bendición específica, y tradicionalmente es un tiempo de introspección y crecimiento personal.

Dice en Vaikrá capítulo 23, versículos 15 y 16:

וּסְפַרְתֶּם לָכֶם מִמׇּחֳרַת הַשַּׁבָּת מִיּוֹם הֲבִיאֲכֶם אֶת־עֹמֶר הַתְּנוּפָה שֶׁבַע שַׁבָּתוֹת תְּמִימֹת תִּהְיֶינָה׃

עַד מִמׇּחֳרַת הַשַּׁבָּת הַשְּׁבִיעִת תִּסְפְּרוּ חֲמִשִּׁים יוֹם וְהִקְרַבְתֶּם מִנְחָה חֲדָשָׁה לַה’׃

…y habréis de contar vosotros desde el día siguiente de la festividad: desde el día en que hayáis traído el Omer para mecerlo, siete semanas completas, habrán de ser. Hasta el día siguiente de la séptima semana, habréis de contar cincuenta días y ofreceréis una ofrenda nueva ante Ado-nai.

Tomemos un rato de nuestro tiempo para analizar esto.

El Rab Dessler explica que hay una relación entre la cuenta (sefirá) de siete semanas del Omer, y la cuenta de los Sheva nekiim, de los siete días limpios de la zavá y del zav, que era el nombre que recibía la mujer o el varón que quedaba impuro ritualmente por un flujo genital inesperado (ambas descripciones aparecen en el capítulo 15 de Levítico). Sin esos días posteriores, la persona seguía estando en un estado que no le permitía hacer determinados asuntos relacionados con lo sagrado.

 

¿En qué se relacionan? La explicación de este asunto es que la impureza de la zav/á es un asunto muy delicado, que tiene un orígen espiritual, que se ve reflejado en algo del cuerpo, que se va a través de la teshuvá (la vuelta a la buena senda/senda de H’), y por esto necesita los siete días limpios, porque la forma de fortalecerse y salir de esa impureza espiritual es con el paso del tiempo, así quien desea salir de la impureza (tumá) a la santidad (kedushá) requiere una revisión interna continua y multiplicada. Esta es la definición de la cuenta de ‘siete limpios’, es decir, días que estén limpios totalmente de todo residuo de impureza, y deben ser seguidos e ininterrumpidos ya que si aparece en el medio de ellos un poquito de impureza, debe comenzar nuevamente la cuenta. Solamente así se puede esperar construir un edificio fuerte y completo de una espiritualidad sólida.

¿Edificio? ¿De qué se trata?

Cuando la Torá nos dice USfartem Lajem (y contarán para ustedes) se refiere a lo siguiente: En la redención de Mitzraim entendemos que se trata de la salida del dominio del mal al dominio de H’, y para ello se precisó en el proceso de ascenso hacia la santidad superior que implica el momento de la entrega de la Torá en el Monte Sinaí de la cuenta de siete veces siete, para revisar y mirar profundamente cada día, no sea cosa que haya vuelto a penetrar nuevamente la impureza por alguna grieta del corazón. Mitzraim es lo malo, que busca entrar en nuestro corazón como un límite a nuestro crecimiento espiritual. Omer=Siete veces siete=Una revisión muy exigente. Sí señor, sí señora.

Respecto a quién revisa esta impureza, se trata de una labor íntima y personal de cada uno, esto está aludido en el Talmud  (Ketuvot 72a) que nos explica que cuando la Torá dice “וספרה לה Y contará para ella” (Vaikrá 15.28), significa para ella misma…El sentido de esto está es que la bediká/revisión debe ser dentro del interior de la persona misma. Algo similar encontramos respecto a Sefirat HaOmer cuando se nos dice “usfartem Lajem וּסְפַרְתֶּם לָכֶם- y contarán para ustedes” (Vaikrá 23.15). Y si miran el versículo que dejé escrito más arriba, verán en hebreo que dice dos veces la palabra Shabat (aunque uno significa “festividad” y la otra significa “semana”), se explica que la Torá hace alusión con eso al contenido del asunto, y la palabra “Shabat” hace alusión a השבתת הטומאה (Hashbatat HaTumá= detener, dejar de lado la impureza), como aquello que expliqué sobre la Zavá, que se entiende que tiene que estar segura cada día que se ha ido de ella la impureza para poder seguir contando hacia adelante.

Hasta acá entonces, el Omer viene a ser un proceso que lleva varios períodos cortos donde la persona se toma su tiempo para revisar su interioridad y darse cuenta dónde debe mejorar y qué logros espirituales ha alcanzado.

Ahí mismo entra a jugar el concepto que nos acerca el asunto de la ofrenda del Omer que era una ofrenda de cebada nueva que se traía al Templo en el segundo día de Pésaj-16 de Nisán. Esta ofrenda habilitaba el consumo de la cosecha nueva en todo Israel. Si lo leemos en su sentido simple: el judío debe darle lo primero que cosecha a H’, y a través de eso, el resto de la cosecha queda liberada para ser consumida según la necesidad de la persona. Pero, el lado interno de la mitzvá del Korbán HaOmer viene a enseñarnos que nosotros debemos utilizar este mundo solamente como un instrumento para servir a Dios (Avodat Hashem), ya que todo el mundo completo es para Dios, y solamente nos está permitido usarlo para su avodá/servicio. Esa es la definición interior de “mimejorat hashabat” que mencionamos antes, detener el dominio de la impureza del mundo, y cuando tenemos éxito en despertar dentro nuestro la inspiración (sheifá) de devolver todo hacia Él, entonces la persona debe revisar todos los días que no se perdió ni un poco del punto de inspiración y anhelo puro de ascender espiritualmente/Aliá.

Lo que falta explicar de nuestros dos versículos citados sobre el Omer es sobre eso que es llamado “Minjá Jadashá – ofrenda nueva” que son los llamados Shtei HaLejem, que son dos panes especiales con levadura que se ofrecían en el Templo en Shavuot. Eran únicos porque eran de trigo y fermentados (a diferencia de la mayoría de las ofrendas que eran matzá), simbolizaban la cosecha de trigo y la santificación del trabajo humano y, a su vez, también tienen un sentido espiritual: marcar el paso de Pésaj (cebada, comida animal) a Shavuot (trigo, comida humana), elevando lo material. Y la Torá nos ordenó traer estos panes en la festividad de Shavuot ya que es el momento donde debemos alcanzar el nivel de Kabalat HaTorá (poder recibir la Torá). Por eso es llamado “ofrenda nueva”, ya que cada logro de la persona es un escalón/nivel absolutamente nuevo, otro mundo realmente, en relación con el escalón anterior, que está por debajo. Sobre los asuntos de este mundo, materiales, no hay mucho para mejorar, conseguir dinero será siempre conseguir dinero. No está mal, pero acá estamos hablando de generar un cambio en el interior de la persona. En espiritualidad (rujaniut) cada punto de ascenso sitúa a la persona en un mundo nuevo que no tiene equiparación ni por asomo a lo anterior a esta situación, ni con respecto a la vivencia/experiencia de cualquier otro ser humano. Lo podemos explicar con ejemplos de nuestra vida común, como el ejemplo del niño que traje al comienzo de este escrito. Lo mismo si el que me lee es un programador de computadoras, del día que descubrió un teclado o su primer lenguaje de programación a hoy, cada paso es un paso de ascenso sin vuelta atrás. Algo así sucede con nuestros logros espirituales, que no se vuelve atrás, y hay que luchar para seguir adelante. Ahí está la dulzura de aprender algo nuevo y cambiar la actitud para mejor. Ahí está la dulzura de la Torá y nuestra labor hacia H’.

Este punto, llamado en hebreo Nekudat HaBejirá/punto de elección que se revela ante la persona en este momento le es dado para su avodá/labor espiritual en un punto que no se le dio ni se le dará a otra persona. Porque para la bejirá/elección habrá un objetivo distinto a cada momento, que podrá ser completada solamente por esta persona dentro de toda la Creación, y esta persona y ninguna otra, a través de su libre elección que se renueva ahora. Y esto es lo que la Torá llama “Minjá Jadashá” que alcanzamos después de detener a la impureza con una labor espiritual depurada y refinada.

Finalmente entonces, la idea de Sefirá viene a hablarnos como si fuéramos un metal precioso, pero que todavía no se encuentra preparado y pulido, todavía no somos esa copa de Kidush lista y preparada para ser levantada en cada Shabat y cada festividad.

Esta idea exigente, viene a decirnos que nosotros tenemos una labor muy personal para realizar, que no hay otro a quien se le pueda delegar el trabajo espiritual de revisarnos por dentro y cambiar. Entender cuál es nuestro punto en esta “lucha” espiritual nos permitirá trabajarlo para poder seguir mejorando día a día, semana a semana. El Omer nos lleva de la mano a poder recibir la Torá nuevamente en Shavuot, pero depende de nosotros subirnos a este tren, y no dejarlo pasar.

Rab Meir Szames
La Ieshive

Lo escrito está basado en un escrito de Rab Dessler que aparece en Mijtav Me-Eliahu, tomo 2, páginas 24-25. Traducción Meir Szames

Parasha Ajarei Mot-Kedoshim

Parshat Kedoshim comienza con una de las declaraciones más poderosas de toda la Torá:  קדושים תהיו כי קדוש אני ה’ אלוקיכם , “Santos serán, porque santo soy Yo, el Eterno su D’s” (Vayikrá 19:2).

La santidad, según nuestra tradición, no es una cualidad mística reservada para unos pocos. Es un llamado colectivo a construir una sociedad que refleje los valores de D’s en el mundo a través de su comportamiento ético.

Pero, ¿cómo se mantiene esa kedushá, esa santidad, en tiempos de dolor, miedo y guerra?

Estamos atravesando uno de los conflictos más largos de la historia del joven Estado de Israel. Son tiempos muy difíciles y desafiantes.

La sociedad israelí demuestra que, en su esencia, tiene una resiliencia física y emocional inmensa. Pero hay otra resiliencia, quizás menos visible y más difícil de sostener: la resiliencia ética.

Cuando la vida está en juego y la seguridad parece ser la prioridad absoluta, la tentación de perder los valores éticos puede ser muy fuerte. Puede que sea justo en esos momentos cuando las enseñanzas de la Torá se vuelven más vivas y significativas que nunca.

Kedoshim nos recuerda que la santidad se expresa en las relaciones humanas:
 “No odiarás a tu hermano en tu corazón”, “No te vengarás ni guardarás rencor”, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estas mitzvot no son fáciles en tiempos de paz. En tiempos de guerra, parecen heroicas.

El Rabino Jonathan Sacks Z”l decía que la verdadera fortaleza de una sociedad se mide por su capacidad de mantener los valores incluso cuando parecen inconvenientes o costosos. Una sociedad que responde al odio con odio y al dolor con venganza termina perdiendo su esencia. Pero una sociedad que busca justicia con humanidad, y seguridad con ética, demuestra una santidad que trasciende cualquier circunstancia.

Hoy, Israel no solo lucha por su supervivencia en distintos frentes, ante la amenaza del terrorismo y el odio. Lucha por seguir siendo una sociedad que, pese a los desafíos, siga siendo una luz y modelo para las naciones.

Mantener la humanidad en el trato con el otro, tanto en el campo de batalla como en la vida civil, es el desafío más grande que enfrenta cualquier nación en tiempos de crisis. Trabajar el alma para que podamos amar en lugar de odiar, de construir en lugar de destruir.

El futuro no está escrito. Lo escribimos nosotros, con nuestras elecciones, nuestros actos de bondad y nuestra capacidad de mantenernos fieles a nuestros valores, incluso en los momentos más oscuros.

Que seamos dignos del llamado de Kedoshim a construir una sociedad que no solo resista las tormentas de la historia, sino que al atravesarlas, siga iluminando con la luz de la santidad, la ética y la esperanza.

Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse

Haftara Ajarei Mot-Kedoshim

Esta semana leemos una doble porción de la Tora: Ajarei Mot – Kedoshim. Entre ambos textos hay para tirar highlights al techo, dos porciones muy ricas a nivel contenido y espiritualidad.

Pero hay una de Kedoshim que me interpelo más este año. Kedoshim tiene una de las más famosas e importantes Mitzvot de la Tora: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Lev. 19:18 ) Rabí Akiva llama a este mandamiento “Klal Hagadol Batora” – “el principio central de la Torá”. Es la Golden Rule clásica que encontramos en casi todas las grandes tradiciones morales y espirituales alrededor del mundo.

Un poco más adelante en ese capítulo de Vaykra, encontramos otra Mitzva: “Cuando extraños residan con vosotros en vuestra tierra, no los maltrataréis. Los extranjeros que habitan con vosotros serán para vosotros como vuestros propios ciudadanos; Amarás al extranjero como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. (Lev. 19:33-34 )

Cuando leemos y escuchamos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, está bueno preguntarnos ¿qué pensamos y entendemos por “prójimo”? ¿se refiere a toda la familia humana? Creo que la Torá, sin embargo, considera claramente dos categorías separadas de personas: conocidos / vecinos y extraños / extranjeros, a quienes debemos tratar con amor y cuidado. Comprendo que las clasificaciones de la Torá reflejan una representación mucho más matizada y precisa de la naturaleza humana que cualquier simpleza contemporánea sobre cómo necesitamos amar a todos/as. Porque, de hecho, no solemos tratar automáticamente a una persona extraña como tratamos a un conocido. Parece que hay un cálculo moral en tratar bien al prójimo: porque uno también quiere ser bien tratado. Este, a simple vista, es un contrato social básico entre personas que comparten la vida en una sociedad o comunidad. El extraño es alguien en quien no tenemos, inicialmente, ningún vínculo, lazo y/ o apego. A veces no nos nace ningún incentivo de interés propio que nos haga querer volvernos hacia el extraño, conocerlo o ayudarlo.

Por lo tanto, la Torá insiste en que cuando nos encontramos con un extraño, podamos trascender del interés propio y, en cambio, ponerle primera a la empatía. Para lograr eso, debemos ser capaces de identificarnos, conectar y empatizar con el extraño e imaginar cómo se debe sentir estar en aquella situación (solo, en una tierra ajena o en un lugar nuevo y/o diferente). En Shemot 23:9 nos recuerdan , “No oprimirás al extranjero, porque tú conoces los sentimientos del extranjero, habiendo sido vosotros mismos extranjeros en la tierra de Egipto”.

La Torá repite estas instrucciones en varias formas más de tres docenas de veces, más que cualquier otra Mitzva. Mi teoría es que las reglas que más se repiten son las que la gente necesita más seguir y prestarles atención. La Torá insiste en que todos los seres fuimos creados a imagen divina. Todos merecemos ser tratados con dignidad, cuidado y respeto (todos es donde nadie queda afuera).

Una de las genialidades del judaísmo es que diariamente, al mejor estilo de un mantra, repetimos y contamos sobre la historia sobre nosotros mismos y nuestros orígenes como extraños en una tierra extraña. Este relato, para mí, está destinado a despertarnos, a unirnos, a mirar y conectar con aquellas personas que aún se sienten extraños en nuestra tierra. La historia judía, se toma en serio, el ejercicio de la empatía, una práctica milenaria y humanizadora. Es por eso que en este Shabat escuchemos la invitación a aproximarnos a esa persona que todavía no conozco, de esa que todavía no se mucho y a la vista me resulta nuevo o diferente para que se demuestre que cuando nos acercamos, conversamos, escuchamos y conectamos y vemos que todos somos humanos, lo extraño sea que no lo empieces a hacer más seguido.

Shabat Shalom
Wally Liebhaber

Haftara Tazria-Metzora

En la parashá Tazria-Metzora, la Torá nos habla del proceso de purificación de quien ha sido afectado por tzaráat, una afección que los sabios interpretan no solo como física, sino también como un reflejo de conflictos internos o sociales, especialmente aquellos causados por el mal uso de la palabra. La persona debía aislarse del campamento, no como castigo, sino como parte de un camino hacia la introspección y la reparación.

La haftará que acompaña esta parashá, tomada del segundo libro de Reyes, nos presenta a cuatro hombres que también estaban afuera del campamento, excluidos por su condición de metzoráim (leprosos). En un contexto de crisis (la ciudad de Shomron está sitiada y su pueblo, desesperado) estos cuatro marginados descubren algo extraordinario: el enemigo ha huido misteriosamente, y su campamento está vacío. La salvación llegó, pero nadie lo sabe aún.

Lo fácil hubiera sido quedarse con ese descubrimiento para ellos. Pero en un momento de lucidez y responsabilidad, dicen: “No hacemos bien. Hoy es un día de buenas noticias, y nosotros callamos”. Y así, estos hombres, excluidos por su impureza, se convierten en los portadores de esperanza para toda una ciudad.

Este episodio conmovedor nos deja enseñanzas profundas. A veces, quienes están en los márgenes (por enfermedad, por exclusión social, por prejuicios) son quienes pueden ver lo que otros no ven. Son ellos, desde afuera, quienes a veces tienen el coraje de actuar, de hablar, de anunciar la posibilidad de una vida diferente.

También nos recuerda que no podemos guardar la esperanza para nosotros solos. Que cuando somos testigos de algo bueno, cuando descubrimos una salida, una bendición o una oportunidad, estamos llamados a compartirla.

La haftará de Tazria-Metzora transforma la figura del metzorá: de símbolo de impureza y aislamiento, pasa a ser testigo del milagro y portador de buenas noticias. Y nos invita a preguntarnos: ¿en qué momento nosotros mismos necesitamos salir del silencio, cruzar la frontera y anunciar la esperanza?

Que sepamos reconocer la dignidad de cada persona, incluso de quienes han sido relegados. Y que podamos ser, cada uno y cada una, mensajeros de bien, aún desde los márgenes.

Shabat Shalom.

Parasha Tazria-Metzora

Las parashiot de esta semana son de las más minuciosas y detallistas en cuanto al tratamiento de ciertos procesos físicos y naturales (enfermedades, secreciones, etc.). Estas devienen en lo que el libro de Vaikra considera impurezas.

Se consideraba que ésta impureza podía luego ser transmitida por las personas que la portaban a otros objetos e incluso a otras personas y que, además en determinadas circunstancias ameritaba la expulsión de un miembro del pueblo de Israel del seno del campamento de la comunidad.

Pero esta parasha también nos habla acerca de la manera en la cual podemos purificarnos, utilizando ciertos métodos para nada comunes en nuestros tiempos.

Por ejemplo: funciones de aceite en partes específicas del cuerpo con un orden minuciosamente establecido e inalterable, abluciones o inmersiones rituales y múltiples sacrificios.

Que podamos liberarnos de todo lo malo, que podamos romper todas las cadenas que nos aprisionan, apreciemos el valor de vivir en libertad y que seamos capaces de emprender la búsqueda de aquellas cuestiones que nos permitan darle sentido a nuestras vidas.

Shabat Shalom!
Sem. Martin Smith

Parasha Shemini

La Parashá Sheminí es la tercera Parashá del tercer libro de la Torá, Vaikrá, cap. 9 vers. 1 (9:1).

Sheminí, de shmoná, ocho, nos induce al interrogante de porqué es el único número que se hizo acreedor a una Parashá. Quizá sería más comprensible que fuera el número siete, dado que en seis días Hashem creó el mundo y el séptimo lo santificó, Shabat. La Parashá comienza diciendo “Vaiehí baiom hasheminí …” – y fue en el día octavo-, cumpliendo la letra vav – v – una conjunción copulativa, es decir constituye una continuación de la Parashá anterior, Parashá Tsav, la cual en los finales Moshé ungió a Aaron, a sus hijos y sus ropajes sacerdoales, ordenándoles permanecer delante del Mishkan –tabernáculo- durante siete días, tiempo que duraría su consagración, siendo el inicio el día 1° de Nisan, día de la inauguración del mishkan.

Moshé a igual que Aarón pertenecía a la tribu de Levi siendo también cohen.

Acabamos de festejar Jag Hapesaj cuyo último día en Israel es Shviví shel Pesaj, séptimo día de Pesaj.

Valga la siguiente ampliación. En Bereshit (Génesis) 2:1 leemos “vaiejulu hashamaim…” – y fueron acabados los cielos…-, en el versículo siguiente 2:2 dice “vaijal Hashem baiom hashviví melajto hasher asá…“ – y terminó Hashem en el séptimo día su obra que había hecho…-, y en el siguiente versículo 2:3 “vaivarej Elohim et iom hashvií vaikadesh otó ki bo shabat…” – y Hashem bendijo el séptimo día y lo santificó porque…-. Aquí omito la traducción de la última palabra “shabat”, dado que es común traducirla “descansó”. Hashem no se cansa sino que interrumpió toda su obra que creó. La traducción de Shabat por Descanso se debe a que Jazal –Jajamim Zijronam Lebrajá –sabios de bendita memoria-, tradujeron la Torá al griego destinado a Ptolomeo y ante la duda que no comprendiera correctamente la misma, optaron por usar la palabra descansó. Volviendo a la creación, en Bereshit los seis días son días de implicancia materiales y, el séptimo totalmente espiritual, así lo establece Hashem al disponer será santificado.

El libro Vaikrá describe los pormenores de los rituales en el Beit Hamikdash – Templo de Yerushalaim –y en Parashá Sheminí los procedimientos a cargo de los Cohanim y en especial del Cohen Gadol -Sumo Sacerdote- razón por la cual ésta Parashá la denominan varios exégetas Parashat Hacohanim – Parashá de los Sacerdotes-, describiendo detalladamente los procedimientos que deben adoptar en el ejercicio de su ministerio. El v. 9:1 comienza: “y en el octavo día Moshé llamó a Aarón y a sus hijos y a los ancianos de Israel”. El sacerdocio es transmitido de padres a hijos varones, no así el sumo sacerdocio que desaparece con la destrucción del Beit Hamikdash. En ese acto Moshé instruye a Aarón los procedimientos de los diversos sacrificios, expiatorio y holocausto y ofrecerlos al Eterno, y decir a los benei Israel la necesidad de tomar un macho cabrío para ofrenda expiatoria y un becerro y cordero sin defectos para holocausto y, en v.9:4 continúa ordenando un holocausto pacífico a Hashem y una ofrenda vegetal escaldada en aceite, “porque hoy el Eterno se aparecerá a vosotros”, es decir que la Shejiná, el sagrado espíritu divino, aparecerá ante los benei Israel una vez que se haya cumplido todo lo ordenado por Moshé por orden de Hashem referente a la inauguración del mishkán. Los bnei Israel trajeron ante el Mishkan y Aarón procedió a ejecutar de acuerdo a lo indicado por Moshé, secundado por sus hijos. Pero cuál fue la razón de convocar a los ancianos ?. Pero volviendo al día octavo, el día 1° de Nisan fue inaugurado el Mishkan y a partir de ahí comenzaron los siete días que insumió la investidura de Aarón y sus hijos, siendo el objetivo su purificación material y espiritual. Según el exégeta contemporáneo Rab Casutto, después de los siete días iniciales desde la inauguración del mishkan el octavo día era el 8 de Nisan del segundo año de la salida de Egipto, y el hacer comparecer a los ancianos tenía por finalidad constituirlos en testigos de que Aarón no comenzó a ejercer el supremo sacerdocio por propia iniciativa. Jazal sostienen que el descenso del Espíritu Divino se refiere a la nube que se posó en el desierto sobre el Mishkan y por esa razón debían ofrecer una ofrenda especial. Otros jajamim sostienen que se refiere al fuego que surgía espontáneamente desde las alturas bajando y consumiendo las ofrendas al Eterno en el desierto. Restaba el octavo día en que se realizaran los corbanot para que Hashem descendiera su Espíritu sobre benei Israel. La gran diferencia entre los números siete y ocho es que ambos tienen caracteres totalmente diferentes. Mientras el siete se refiere al mundo natural el octavo representa lo más sublime de lo espiritual, trascendiendo a lo infinito. El v. 6 corona las manifestaciones anteriores de Moshé “y dijo Moshé ésta es la cosa que ordenó Hashem hicierais y aparecerá ante vosotros la gloria de Hashem”.No podemos obviar el interrogante a qué cosa se refiere?

Difieren las diversas exégesis. Sforno sostiene que se refiere a “apoyar las manos – smijá – sobre las Ofrendas por Pecado y Holocausto”, Rambán sostiene que se refiere a los benei Israel se constituían con sus ofrendas frente al mishkan y Moshé por su parte reitera el orden en que deben realizarse las ofrendas.

Consumidos los diversos sacrificios con sus respectivos procedimientos ordenados por Moshé, Aarón alzó sus manos hacia el pueblo – en el v. 9:22 dice “haam” – el pueblo – los bendijo y descendió, después de ofrecer los sacrificios por expiación por pecado, holocausto y el sacrificio por paz. También aquí los distintos exégetas no coinciden respecto a qué bendición pronunció Aarón. Rashi sostiene que Aarón pronunció la Bendición Sacerdotal aunque aún no había sido impartida pues esa bendición se encuentra en el cuarto libro de la Torá, Bamidbar (Números) 6:23/26. Posteriormente a la bendición en 9: 23, Moshé y Aarón entraron al Mishkan y al salir bendijeron al pueblo (aquí vemos que Moshé también era cohen) y la Gloria Divina – Shejiná- se apareció ante todo el pueblo.

El capítulo siguiente, 10, comienza con dos hijos de Aaron, ambos cohanim, Nadav y Avihú, quienes por haber utilizado elementos no prescriptos para el Mishkan produciendo un fuego extraño al prescripto, surge un fuego de origen divino que los consumió muriendo ante Hashem.

Moshé ordena – v.10:4 – a Mishael y Eltsafan hijos de Uziel tío de Aarón, es decir primos de Nadav y Avihú, retirar ambos cadáveres del Mishkan fuera del campamento y disponiendo que toda la casa de Israel llorará el fuego que Hashem incendió. Estos versículos establecen las disposiciones de duelo para los Cohanim. A raíz de la muerte prematura de ambos hijos de Aarón Hashem le habla a Aarón y le dice no tomar vino ni licor ni tampoco sus hijos, al entrar al Mishkan, para no morir y será legislación para todas vuestras generaciones, para que hagáis distinción entre lo sagrado y lo profano, entre lo impuro y lo puro. Y enseñarán a los benei Israel todas las leyes que pronunció Hashem para vosotros a través de Moshé.

Continúa Moshé señalando a los hijos sobrevivientes de Aarón – Eleazar e Itamar – las obligaciones a cumplir en sus funciones de Cohanim, los procedimientos y la autorización de ingerir aquellos sobrantes de ofrendas que identifica, ellos y sus hijos, por corresponderles.

El siguiente capítulo – 11 – establece las normas de Kashrut. Los últimos versículos establecen y fundamentan las prescripciones, “No impurificareis vuestras almas con ningún reptil que se arrastra, ..”,

“Porque Yo soy Hashem vuestro D’os vosotros serán santos porque Yo soy santo…”, “Esa es la ley de los animales terrestres y aves y todo ser viviente que en el agua y todo ser viviente sobre la tierra, para distinguir entre lo impuro y lo puro y entre el animal comestible y el que no comerás”.

La finalización de ésta Parashá conlleva una vez más a cuestionarnos, dado los diversos temas considerados y distintos entre sí, cuál es la razón, las leyes de kashrut. Cuál es la razón que recién ahora se pronuncian, a casi un año después de haber dado la Torá en Sinai y al final de la entronación del Mishkan el 1° de Nisan.

Rashi da por sentado que al momento de dar la Torá esas prescripciones no eran importantes para Israel, dado que estaban atravesando el desierto.

En la Torá nada está expresado al azar, todo debe estudiarse y ser interpretado pero, no puede faltar, agregar o modificar una letra, so pena que la Torá se vuelva impura, debiendo ser reparada por un idóneo, – sofer –escriba – a fin de recuperar su vigencia como tal.

La Parashá incluye otros temas accesorios, que no por ello son menos relevantes.

Ante la muerte de Nadav y Avihú, Moshé habla a Aarón y a sus hijos sobrevivientes Eleazar e Itamar, demostrando su sensibilidad humana frente al duelo, indicándoles al final del día de duelo la posibilidad de comer de la ofrenda de Minjá y matzot, junto al Mishkan, un lugar santo. Incluso respecto al retiro de ambos cadáveres por los primos, si bien se haría por respeto a los difuntos también sería por no afectar la vivencia festiva de la inauguración del Mishkan ni afectar su santidad con lo que implica un cadáver pero, en pos de no afectar la condición de los cohanim con su presencia, Moshé ordena retirar los cadáveres a levitas.

En otra ocasión dentro de la Parashá Moshé una vez más da nota de sus sentimientos, frente a una discusión con su hermano el Cohen Gadol Aarón por tema ritual respecto a determinadas partes de las ofrendas que se ingirieron y otras que se quemaron. En la discusión Moshé exige a los hijos de Aarón que dieran una explicación, dado que estando ese día de duelo no podían comer ciertas partes y debían quemarlas. Aarón interviene pronunciándose ante Moshé con vehemencia, manifestando que no fueron sus hijos sino él y, en su carácter de Cohen Gadol le está permitido salpicar con la sangre del sacrificio.

Moshé escuchó la explicación de Aaron, comprendió y aceptó de inmediato la argumentación de Aarón.

Una vez más la Torá nos demuestra que no debe limitarse a una lectura literal del texto, sino que debe ser profundizada mediante el estudio, análisis interpretativo, las enseñanzas de los exégetas, comentarios de acreditados ilustrados y exposiciones rabínicos.

QUE EL TODOPODEROSO CONCEDA PRONTAMENTE EL REGRESO DE LOS JATUFIM A SUS HOGARES CON
SALUD Y LOS QUE YA HAN PASADO A LA VIDA ETERNA SEAN REGRESADOS A SUS DEUDOS !!! AMEN.

Haftara Shemini

Esta semana, la Torá nos trae una historia que, si uno la cuenta en una cena con amigos, probablemente todos se queden mirándote como diciendo: “¿Pero esto está en la Biblia? ¿Posta?”. Nadav y Avihu, dos muchachos con iniciativa, decidieron prender una ofrendita a Dios por las suyas, sin pedir permiso. Resultado: fuego del cielo, muerte instantánea, fin del emprendimiento espiritual. Dios, evidentemente, no es fan del “emprendedurismo litúrgico”.

La Haftará no se queda atrás. El Rey David, personaje con más vueltas que serie turca, decide mudar el Arca de la Alianza. Y como buen líder carismático, organiza un operativo con 30.000 tipos. O sea, no estamos hablando de mover una cómoda de IKEA. Esto era una procesión bíblica deluxe, con música, danzas, y el arca arriba de un carro como si fuera el corso de Gualeguaychú.

Todo venía bien hasta que los bueyes se tropiezan, el Arca se tambalea, y Uzá, pobre tipo con reflejos rápidos pero timing religioso discutible, mete la mano para sostenerla. Craso error. Dios lo fulmina en el acto. Y ahí David se frena, se agarra la cabeza, y dice (traducción libre): “Che, me parece que esto lo subestimamos”. Deja el Arca estacionada por tres meses en lo de Obed-Edom, y cuando ve que al tipo le empieza a ir fenómeno, decide intentar de nuevo… pero esta vez con más miedo que fe, y sacrificando cada seis pasos como si fueran peajes espirituales.

Cuando finalmente llega a Jerusalem, David se manda un bailongo místico frente al pueblo. Pero su esposa Mijal lo ve y le tira una de esas frases que cualquier pareja puede identificar: “¿Así que sos el rey y bailás como un desubicado delante de todo el mundo, eh?”. A lo que David le contesta algo así como: “Bailo porque estoy agradecido, porque Dios me eligió, porque me sale del alma”. Y bueno, ahí el relato nos dice que Mijal nunca tuvo hijos. Vaya uno a saber si por castigo divino, por incompatibilidad de caracteres o porque después de eso no se hablaron más.

Y al final, cuando todo parece en orden, David se queja: “Yo vivo en un palacio de cedro y el Arca está en una carpa”. Tiene razón. Pero Dios le responde por intermedio del profeta Natán: “Vos no vas a construir el Templo. Lo va a hacer tu hijo. Pero tranquilo: tu legado va a seguir”. O sea, lo importante no es quién lo hace, sino que se haga.

Porque la historia, en el fondo, no es sobre castigos divinos, ni sobre arcas mágicas. Es sobre los límites. Los límites entre lo que queremos hacer y lo que nos corresponde hacer. Entre la intención y la acción. Entre lo que soñamos construir y lo que finalmente podemos dejar sembrado para los que vienen después.

Y ahí, como David, nos encontramos todos: bailando frente a la vida, a veces sin saber si estamos haciendo el ridículo o rindiendo homenaje, esperando que el amor, el legado, y el sentido aparezcan entre paso y paso.

Shabat Shalom,
Wally Liebhaber