Parasha Tzav

Fuegos eternos

Parashat Tzav tiene a lo largo de sus palabras una dedicación especial a la importancia del fuego. “Y el fuego sobre el altar arderá en él, no habrá de apagarse, y quemará sobre él el sacerdote leños, mañana tras mañana… un fuego perpetuo habrá de arder sobre el altar, no habrá de apagarse” (Vaikrá 6:5-6).

El Mishkán, templo móvil en el desierto, nos invitaba a descubrir distintos fuego que debían ser parte del ritual y que no podían apagarse.

Uno de ellos, era el Ner Tamid, la lámpara perpetua ubicaba en el interior del Santuario.

Ese Ner Tamid era una de las siete luminarias que conformaban la Menorá. Hoy podemos ver en las sinagogas de todo el mundo, como sobre el Arón HaKodesh, hay una luz que siempre está encendida… esa luz recuerda el Ner Tamid del Mishkán.

Otro de los fuegos es el Esh Tamid, el fuego perpetuo que ardía sobre el altar, ubicado en el exterior del Mishkán. Este fuego servía como base para el fuego que quemaba los sacrificios. Debía arder siempre, por lo que los cohanim tenían la tarea de avivarlo y mantenerlos encendido con nueva madera cada día.

Dos fuegos, uno dentro y otro fuera. Uno que simboliza la Torá, como luz de vida, con sus enseñanzas iluminando el camino de nuestras vidas. Este fuego corre el riesgo de apagarse y al hacerlo, debía ser encendido con el fuego del exterior; aquel que nos vincula a las ofrendas, al esfuerzo, al trabajo cotidiano.

Fíjense la esencia del simbolismo: La luz de la Torá y su fuego solos no pueden sostenerse; necesitan de la acción de los hombres y mujeres, de nosotros, para ser alimentados día a día.

Y de eso se trata el mensaje de nuestra tradición, nada puede trascender si no hay vivencia, experiencia y dedicación. No se puede enseñar de un Seder de Pesaj; si no nos sentamos en una mesa leemos juntos, cantamos juntos y degustamos la matzá. No podemos enseñar sobre el concepto de Tefilá, si no participamos de una experiencia espiritual. Podemos sentirnos plenamente convencidos de nuestro “fuego identitario”; pero nos exige avivarlo cotidianamente en el exterior para fortalecerlo internamente.

Para que brille, ilumine, de calor.

Fuegos internos y fuegos externos, fuegos eternos que ardía en el Mishkán. Fuegos internos y fuegos externos de los cuales debemos ocuparnos. ¿Cómo? Cuestionando, estudiando, vivenciando, perteneciendo … dando sentido a cada ritual y encontrando el mensaje que nos transforme. Nada mejor que buscar en nuestras luces el mejor camino para transitar la vida. Nuestro pueblo por generaciones entendió que la Torá alberga toda esa sabiduría. Actuemos en consecuencia con nuestras decisiones y acciones alineadas a ella, para alimentar el fuego exterior y poder sentir internamente; que ambos fuegos son eternos y no se apagan.

Shabat Shalom
Rab Sarina Vitas

Haftara Tzav

Esta semana leemos la haftará qué corresponde Shabat Parah.

Esta es la historia del profeta Iejezkel que tiene que marcarle los limites al pueblo por profanar la Casa de Israel y tomar el nombre de Dios en vano. El profeta venia a comunicarles que su falta de respeto a Dios provocó su exilio y dispersión.

Iejezkel dice que a Dios le preocupa la reputación de su nombre. Sólo por Su causa, Dios reunirá al pueblo y lo purificará. Les dará un corazón nuevo y les devolverá el espíritu sagrado para que el pueblo siga y ciude con fé las leyes de la Tora. Asi es que Dios también los purificará: “Os rociaré con agua limpia y seréis limpios” (36:25).

Cuando el pueblo se haya reunido en la Tierra de Israel, habrá abundantes cosechas de cereales y árboles llenos de frutos para que el pueblo nunca más sea humillado delante de las otras naciones. Los lugares en ruinas serán reconstruidos y los pequeños asentamientos se llenarán de gente.

Mi teologia personal esta un tanto distanciada de la idea de creer que por que no ciudamos ciertos mandamientos de la Tora entonces nos llegan maldades a nuestras vidas. Lo siento un tanto infantil ese espejo de Dios.

De lo que estoy seguro es que ante cada vicisitud que nos planteo la historia, las destrucciones a las que nos enfrentamos, los exilios la pérdida de nuestos lugares de estudio y vida judía, nos volvimos a levantar, volvimos a reconstruir sobre las ruinas y lo hicimos aun mejor.

Prefiero pensar que nuestra conexion es lo divino, y eso es lo que nos reune, desde donde sea, para fortalecidos en esa unidad, volver a pisar fuerte donde alguna vez habia cenizas, nos hacemos uno para enfrentar a quienes nos quieren ver derrocados y entonces salimos adelante.

Si tenemos Fe podemos sentir ese rocio de agua pura qué cae sobre nuestras cabezas y nos invita a seguir peleando por nuestra identidad cada dia.

Shabat Shalom
Sem Mati Bomse

Haftara Vaikra

En la Parashat Vaikrá, nos adentramos en el complejo mundo de los sacrificios, esos ritos que buscaban sostener o renovar la unión con lo Divino. Es una práctica que, a nuestros ojos modernos, puede parecer distante, pero que esconde una profunda búsqueda de conexión y redención.

La Haftará de esta semana, extraída del Libro de Isaías, se teje en el mismo telar de la búsqueda y el retorno. Nos sitúa en un escenario de exilio, donde la distancia física de Babilonia a Tzión se convierte en un espejo de la distancia espiritual entre el pueblo y su fe. Podríamos decir que aquí el exilio no es sólo geográfico, sino también del alma, un vagar por los desiertos de la identidad y la pertenencia.

Isaías, en su papel de mensajero, no sólo reprende, sino que también invita a la reflexión, creo que nos invita a ver en la historia no solo los hechos, sino también los sentimientos, las ausencias, lo que podría haber sido. La profecía de Isaías se convierte en una narrativa que apela a la introspección, a entender que la adoración perdida y los sacrificios olvidados son metáforas de una desconexión más profunda.

El diálogo de D´s con su pueblo sobre los ídolos es, en esencia, una reflexión sobre la autenticidad y la superficialidad. ¿Cómo podemos buscar la trascendencia en lo que es meramente transitorio? Creo que aquí el verdadero desafío de la fe es encontrar lo eterno en nuestras vidas cotidianas, transformar la madera, que podría convertirse en ídolo o en cenizas, en un puente hacia lo sagrado.

La Haftará nos recuerda que el regreso, tanto físico como espiritual, es un camino lleno de alegría y de reencuentro. No solo es volver a una tierra, sino volver a nosotros mismos, a nuestra esencia y a nuestra comunidad. La promesa de redención es, en realidad, una invitación a reconstruir nuestra relación con lo Divino, con los otros y con nuestro propio ser.

“¡Gritad de alegría, oh montañas, oh bosques con todos vuestros árboles!” no es solo un llamado a la naturaleza, sino a cada uno de nosotros, a celebrar la posibilidad del regreso, de la transformación y del renacimiento. Que este Shabat nos inspire a reflexionar sobre nuestras propias distancias y exilios, y sobre cómo podemos empezar el camino de vuelta a casa, a nuestro propio Tzión interior.

Shabat Shalom
Wally Liebhaber

Parasha Vaikra

El llamado

Desde el ultimo Simja Tora, fecha que jamás olvidaremos, recomenzamos a caminar por los libros de Bereshit y Shemot. Aprendimos sobre el origen de todo, Elohim, creando un mundo para que sus criaturas lo habiten y al Adam, su última obra maestra, llamado a ser Su socio en todo lo creado.

Leímos sobre muchos acontecimientos que entorpecieron esa sociedad, otros que permitieron esa conexión entre Creador y criatura, dando asi lugar al crecimiento y la expansión.

Estos dos libros, nos relataron la intención de Ashem, de seguir bajando luz al mundo a través de la humanidad. En innumerables ocasiones se revelo a nuestros patriarcas, en otras se oculto dando espacio al libre albedrio del hombre.

A lo largo de estos dos libros, Dios intervino directamente en la Creación de Hombre, en la Creación de una familia, en la Creación de un pueblo. y entendiendo la naturaleza humana, mejor que nadie, nos entrega la Tora, ese libro que sería nuestra guía en nuestro transitar por la vida.

Esta semana comenzamos un nuevo libro. Vaiykra: ¡y llamó!

Comienza una nueva etapa. Ashem ya hizo su parte, con lujo de detalles nos mostró cuales podrían ser las consecuencias de nuestros actos, a través de muchas historias con humanos como protagonistas. Nos lego un manual preciso de instrucciones de como construir un espacio sagrado y de cómo santificar nuestro tiempo.

A partir de Vaykra, somos llamados a cumplir nuestra parte en esa sociedad inicial.

Es nuestro turno de hacer la tarea. Dejar de esperar que alguien nos solucione nuestros problemas y ser nosotros los que buscamos elevarnos al encuentro de nuestra esencia, al encuentro con lo divino.
Vaykra, es el libro de los rituales. En el se detalla de manera precisa y minuciosa como activar el Mishcan, el tabernáculo.

Si nos atrevemos a mirar mas adentro de cada uno de esos rituales, y superar la primera idea de antiguo o inentendible para nuestra época, descubriremos la riqueza y la enorme información que tienen para ayudarnos en nuestro proceso de crecimiento personal.

Un ejemplo de esto, y asi empieza la parsahá, es contando la diferencia de los distintos “korvanot” o “sacrificios”. Esta es la traducción más común para esa palabra, y tal vez podemos comprenderla si tomamos en cuenta que significaban los sacrificios en esa época. En lo personal, prefiero traducirla como ese gesto que nos “acerca”. Karov en hebreo es estar cerca. ( Korvan y karov comparten su raíz).

Volviendo al detalle de los diferentes korvanot y tomándolos como eso gestos que nos acercan, me pregunte: ¿que nos acerca a quién?

La primera ofrenda que aparece se llama Ola, estos sacrificios de un animal especifico y con un procedimiento muy minucioso, debían consumirse por completo.

El fuego los quemaría y su humo se elevaría a lo mas alto. Por eso su nombre: Ola es elevación.

El segundo que aparece es una ofrenda vegetal: Menajot. Tiene un sentido más inclusivo ya que permite ofrendar a toda la gente sin importar su posición económica (los animales eran menos accesibles que la harina), y esta vez la ofrenda no era solo para Dios, sino que una parte era para Ashem y otra para los Sacerdotes.

El que sigue se llama Shlamim, para este sacrificio se flexibiliza un poco las características de los animales (puede ser ovino, vacuno, caprino, macho o hembra), y esta vez una parte de la ofrenda es para Dios, la otra para los Sacerdotes y la otra para la gente.

Continua… pero creo que para ejemplo sobra. Los korvanot son para acercarnos a la gente, a nuestros guías que en definitiva es a nuestra anterioridad y al Kadosh Baruj Hú.

Vaykra nos llama a acercarnos. A hacer lo que haya que hacer para buscar elevarnos, crecer espiritualmente. Nos muestra cómo. ¿Estas listo para responder al Llamado?

¡Shabat shalom a todos!
Grace Cobe

Haftara Pekudei

REYES 7:51-8:21

Es ésta la última de las cuatro haftarot donde nos encontramos con la descripción del primer Beit HaMikdash que se instaló en Ierushlaim ya bajo el reinado del rey Schlomó.

Era la idea del rey David erigir este mishkán, pero el rey David era un guerrero, había corrido mucha sangre en muchas luchas…y los tiempos que corrían eran difíciles económicamente también, con muy buen criterio y regido por los principios del judaísmo presentes hasta hoy, era importante que los más necesitados recibieran ayuda.

Orar…siempre se puede encontrar un buen lugar para orar, junto a amigos, en un campo, en un lugar apacible.

Ya habría tiempo para erigir un Beit Hamikdash, sin lugar a dudas, D’s reside más en los corazones que hacían tzedaká que en los que deseaban erigirle un lugar geográfico aunque este lugar sabemos que fue siempre, y siempre será Ierushalaim.

Así que desde el corazón de los hombres, betojam, entre ellos, D’s esperaría que llegara el momento en que Schlomó desplegara las tablas en la inauguración del Beit Hamikdash.

Nos dice Rashi que el día en que se erigió el Tabernáculo, Israel fue como una novia ingresando a la jupá.

PEKUDEI es ese día, ese encuentro.

Durante todos los años que duró nuestra travesía una nube era la que nos guiaba por el desierto, cuando la nube se posaba, parábamos, cuando emprendía nuevamente el camino, emprendíamos el nuestro.

La vida es un poco así, vamos andando, a veces nos toca una parada triste, otra una más alegre, pero siempre la nube divina nos acompaña.

Aunque el Beit Hamikdash esté en el lugar predestinado también está siempre dentro nuestro.

Shabat Shalom Umeboraj!
Am Israel Jai!
Norma Dembo

Parasha Pekudei

Parshat Pekudei da fin al segundo libro de la Torá, Shemot. Es la conclusión de una parte de la historia del pueblo judío en el desierto, el cierre de un proceso de liberación que comenzó en Egipto con la esclavitud y que culmina con la construcción de un lugar de culto propio, dando espacio a la liberación colectiva.

El Mishkan es el lugar donde la conexión directa con lo Divino se hace realidad, un templo móvil que albergaba la presencia de Dios a través de las personas que lo componían.

La Tora nos cuenta qué “la nube de Dios estaba sobre el Mishkan (Tabernáculo) de día y fuego había de noche en él” (Shemot 40:38)

La nube, dada su naturaleza, esconde y oculta las cosas, mientras que el fuego por el contrario, tiende a iluminarlas para que puedan ser vistas con claridad.

Hay veces que la vida misma nos nubla la vista, la mente, nuestras ideas. Hay días que sentimos qué llegan nubes que nos provocan ceguera y no permiten ver aquel tesoro oculto que se esconde la vida cada día.

Para otros, la vida es iluminada por el fuego, que viene a poner luz en aquellos lugares en donde aún reina el caos, viene a dar respuestas ante los misterios y vaivenes de nuestra vida.

Cada uno de nosotros es considerado como un santuario. Cuando sentimos que la luz nos ilumina como el fuego, y estamos convencidos que el camino que tomamos es el correcto, entonces la fortuna brilla sobre nosotros. Cuando solo vemos la nube sobre nuestras cabezas, la cual oscurece la vida, sentimos que el camino es incierto , y por ende la vida se nos hace cuesta arriba.

Nuestra parashá nos deja un poderoso mensaje, para poder abrir nuevos libros en nuestra vida, poder dejar atrás aquel pasado que nos nubla los días, debemos encontrar dentro de nosotros, en nuestro mishkan qué llamamos nuestra alma, el fuego que nos haga volver a levantarnos con fuerza todos los días, y de esa manera llenar de luz nuestros caminos, y especialmente el de quienes nos acompañan en cada paso que damos.

Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse

Haftara Vayekhel

En la época del Templo de Ierushalaim cada judío tenía que contribuir con medio Shekel.

Los fondos que recaudaban tenían el fin de comprar ganado para los sacrificios. También lo usaban para sostener los sueldos de los jueces y el mantenimiento del Templo y las murallas de la ciudad. Era algo así como un impuesto anual, llamado “Majatzit Hashekel”

Este Shabat se llama “Shekalim” en relación a este mandamiento de dar la mitad de un Shekel. La mitzva se la comunicó por primera vez Di-s a Moshe y fue una regla que se sostuvo siempre que el templo estuvo en pie.

La haftará de este Shabat Shekalim (II Reyes 11:17-12:17) nos lleva al mismo tema, discute los esfuerzos del Rey Ieoash (siglo 9 AEC) para destinar fondos para el mantenimiento del primer Templo Sagrado.

“Parashat Shekalim” es la primera de las cuatro lecturas especiales agregadas durante el mes de Adar (las otras tres son Zajor, Pará y HaJodesh).

La lectura de estas historias de Shekalim también están relacionadas con la próxima fiesta de Purim. Según el Talmud, el decreto de Hamán no tuvo éxito gracias a la mitzvá del majatzit hashekel que el pueblo sostuvo a lo largo del tiempo.

Es tiempo de encontrar nuestro propio Mishkan que sea el propósito de cada día. Qué puedan estos relatos de nuestro pueblo hacernos pensar cuál es nuestro “jetzi” qué podemos dar, cuál es esa mitad qué tenemos para ofrendar y entonces ser parte de algo mucho más grande que solo nosotros mismos.

Es tiempo de pensar cómo poder poner nuestro granito de arena en un momento donde necesitamos tener un propósito común como pueblo, así como lo tenían los nuestros alrededor de aquel Mishkan Sagrado.

¡Shabat shalom!
Sem. Mati Bomse

Parasha Vayekhel

Tajashim: sobre lo extraordinario y lo efímero.

Shabat Vaiakhel: Comentario a Éxodo 35:1-38:20

La riqueza de la tradición judía, sus fuentes y comentaristas, nos invitan una vez más a profundizar en el vasto océano de las múltiples interpretaciones que ofrece.

La inmensidad puede ser intimidante, pero apenas nos aventuramos por la orilla del aprendizaje, el camino puede sorprendernos con perlas relucientes, como las que encontramos en la porción de la Torá que nos convoca esta semana:

El Pueblo de Israel se reúne, comprometidos en la construcción del Mishkán. En una muestra de la asombrosa generosidad que los movilizaba, trajeron oro, plata y cobre, hermosas lanas y telas, maderas de gran valor, piedras preciosas… Entre los materiales donados se encontraban pieles de cierto animal llamado en hebreo “tajash”.

Hoy, algunas traducciones al castellano del versículo Éxodo 35:7 hablan de “cueros teñidos de azul”. La Sociedad de Publicaciones Judías (JPS) arriesga una conjetura y traduce estas pieles “como las de un delfín” con un descargo de responsabilidad diciendo que el hebreo es “incierto”. En otras ediciones se aproxima con “pieles tornasoladas”, e incluso “pieles de foca”. Actualmente la mayoría de las versiones prefieren no traducir, optando salomónicamente por “pieles de tajashim”.

En este punto, una buena guía es volver a las bases. La versión más antigua, el Targum de Onkelos, traduce tajash con una palabra aramea igualmente críptica, “sas-gavna”, que los Sabios se esforzaron por desentrañar. El Talmud de Babilonia (Tratado Shabat 28a) nos aclara que la palabra “sas” significa “que se alegra” y “gavna”, “en sus colores”, como haciendo referencia a una especie que ostentaba un colorido inusual.

Aquí Rav Yosef, interpretando a Onkelos, dice que estas pieles describen el “pelaje de muchos colores” de un animal, pero ¿qué clase de animal es?. Los Jajamin lo describen como un animal del desierto con una piel multicolor y un cuerno en el medio de su cabeza, que apareció repentinamente cuando se estaba construyendo el Mishkán, luego desapareció sin dejar rastro y nunca más se volvió a ver.

Entonces, no sería descabellado inferir que el tajash podría ser un majestuoso unicornio, uno de los seres mitológicos más reconocidos por su cuerno en la frente y sus destellos como arcoiris. Sin duda a mis hijos les encantaría algo así.

Pero hay un mensaje poderoso detrás de esta encantadora descripción: según la Guemará, el tajash sería una criatura única por su singularidad, que existió sólo en ese momento y para esa tarea en particular. Así, los Sabios imaginan un ser que puede ser a la vez precioso y efímero: existir solo por un momento, condensando sobre sí el valor de lo extraordinario.

Ahora si podemos entender que al igual que un unicornio, el Mishkán era único, diseñado para un momento y una tarea determinados.

Las diversas interpretaciones detrás de la palabra tajash nos invitan a mirar más allá de lo superficial, porque la idea de que el Tabernáculo estaba cubierto por pieles de tajashim, nos revela que las conexiones más profundas no son necesariamente las más evidentes.

La vida puede ser una suma de muchos instantes fugaces: llenamos nuestros días sin ver que los años pasan demasiado rápido; las oportunidades pueden tener matices de muchos colores, con múltiples facetas y apariencia. Tienen su momento, aparecen y desaparecen -como el tajash-, creando días buenos llenos de desafíos, y días no tan buenos, con bendiciones esperando a ser descubiertas.

Estamos aquí por un corto tiempo, intentando cumplir con nuestra misión de hacer nuestro mundo un lugar más amable y feliz. Cada interacción que tenemos, cada experiencia que atravesamos, cada persona que conocemos y cada lugar al que vamos nos dirigen a un mismo punto: hacer del tiempo un momento sagrado.

La incógnita detrás del tajash será siempre una pregunta abierta al misterio: el hermoso momento que estás viviendo ahora mismo, pronto desaparecerá. Por eso es tan valioso. Tan sagrado. Tan único.
Irrepetible.

Quiera D-s que podamos reunirnos en la construcción de un mundo mejor, llenando de brajá cada uno de nuestros instantes. Amén.

Para bendición de mi hijos Meital y Eithan, quienes están cumpliendo dos y cuatro años estos días, enseñándonos a su madre y a mi que la verdadera magia está en la capacidad de asombrarnos con lo cotidiano.

¡Shabat Shalom!
Sebastián Cabrera Koch

Parasha Ki Tisa

No se si a vos también te pasa, que cuando alguien te despierta, te querés a volver a dormir. Pero cuando te despertás por la tuya, no te volvés a dormir,al menos por un rato.

Bueno, esta semana pareciera que pasó algo. Estamos en la parashá “Ki Tisa”, pasan realmente una banda de cosas pero hay una principal. Moshé, que le había dejado todo el boliche tranquilo a Aharon, baja y ve que Aharon tiene el boliche descontrolado y que además armaron un becerro de oro y le ofrendan más que a la pachamama. A Moshé se le suelta la cadena y rompe las tablas de la ley (los diez mandamientos) que el mismísimo D´s había pensado, escrito, grabado y entregado. Tiene que volver a subir, pero esta vuelta hay una diferencia, las tiene que escribir Moshé (obviamente, mientras D´s le tiraba letra).

Pero el tema central acá es lo que algunos místicos llaman “Itaruta De Leila” (Despertar de arriba) e “Itaruta De Letata” (Despertar de Abajo). Vamos a explicarlo de la manera más sencilla: Lo que te dieron, te fue dado o ligaste de arriba vs lo que te pasó, lo que te ganaste, lo que te esforzaste o te atravesó. Dicen que el despertar de arriba puede cambiar la naturaleza pero no cambia lo humano. Cuando no hay esfuerzo somos pasivos. Algo de arriba o cercano nos puede abrumar, pero a la larga volvemos. Es como cuando te enterás que le pasó algo a una persona conocida, te preocupas pero a la noche ya estás en la tuya. Y algo muy distinto es la conciencia cuando algo le paso a uno. Cuando uno despierta de abajo, la marca queda. Es un despertar de la capacidad, una vez que sabés que lograste algo por tus propios medios sos consciente de tu fuerza y tu posibilidad de lograrlo nuevamente.
El primer despertar (el de arriba) cambia al mundo, el segundo (de abajo) a nosotros mismos.

Nuestra tradición nos enseña que lo natural está por encima de lo sobrenatural. Despertar de abajo es más poderoso que un despertar de arriba porque nos transforma. La intervención divina cambia la naturaleza, el despertar humano cambia la esencia.

Shabat Shalom!
Wally Liebhaber

Haftara Ki Tisa

Como ya mencionamos en otras oportunidades las haftarot para una misma parashá no siempre coinciden totalmente. Esencialmente las diferencias se observan entre las comunidades de origen “ashkenazi” y “sefaradí”.

El texto de la haftará correspondiente a la Parashá de ésta semana “Parashá KI TISA” , perteneciente al segundo libro de la Torá Shemot – traducido incorrectamente Exodo – se encuentra en el libro Melajim I – Reyes I – capítulo 18. La diferencia mencionada en el párrafo anterior se da en que los ashkenazim comienzan la lectura de la haftará en el versículo “1” y los sefaradim en el versículo “20”, ambos del mismo capítulo.

La temática de ésta haftará puede afirmarse que constituye un complemento de la parashá, sin que ello implique un agregado a ésta, hecho que en el estricto ordenamiento de la Torá, está expresamente prohibido agregar o quitar ni siquiera una letra. La Parashá Ki Tisá comienza en que el Eterno dice a Moshé – Moisés – efectúe un censo de los hijos de Israel con un determinado procedimiento y finalidad. Todo aquél que sea censado, varón de veinte años de edad para arriba, ofrecerá a D’OS medio shekel, un rescate por su alma y para que no sufra plagas, siendo para todos la misma Trumá – donación – en igualdad entre ricos y pobres. Se extiende en los detalles de los distintos elementos destinados al ritual, la construcción esencialmente del Mishkan – Tabernáculo – y las funciones específicas y procedimientos destinados a Aarón y sus hijos en su condición de sacerdotes. Los requisitos a guardarse en los procedimientos son estrictos para ellos los sacerdotes y el pueblo y, las sanciones ante determinados incumplimientos y las gravedades por posibles desvíos morales y actitudes asimilables a costumbres paganas de la época. A éste respecto se lee la exigencia del pueblo de Israel a Aaron a que les construya un dios que los presida en su marcha ante la presumida dilatación en el tiempo por parte de Moshé en la cima del monte Sinaí, quien forzado finaliza con la construcción del becerro de oro y, Moshé que en dos ocasiones y circunstancias diferentes desciende del monte Sinaí con distintas Tablas de la Ley, no disímiles en su espíritu pero distintas en su forma material y contenido.

La Haftará se refiere al desvío de las enseñanzas de la Torá y principalmente de quien debiera constituirse en ejemplo del pueblo dada su investidura, el Rey Ajhav, que reinó entre los años 874 y 853 aec.

El Todo Poderoso recurre a Elihau – profeta Elías – siglo VIII aec, encomendándole se presente ante el Rey Ajhav, debido a que transcurrió mucho tiempo de sequía y, en el tercer año, enviará lluvias sobre la tierra. La sequía produjo hambruna en Shomrón – Samaria – territorio que pertenecía al reino de Ajhav. Pero, la gravedad de la conducta de Ajhav mereció tal castigo él y el pueblo de Israel. Ajhav no sólo no cumplió con las prescripciones de la Torá, sino que incurrió en conductas asemejadas a las conductas paganas de la época, al extremo que se casó con Izevel – Jezabel – que adoraba los ídolos Baal y Asherá, además de haber extirpado a los profetas de Israel. Ajhav ante el agravamiento de la situación producida por la sequía llamó a Ovad’yahu que estaba a cargo de la casa y temeroso en gran manera de D’OS, a tal extremo que cuando Izevel extirpaba a los profetas Ovad’yahu tomó cien profetas, los escondió en dos cavernas con cincuenta de ellos en cada una y los alimentó con pan y agua. Ajhav le encomendó a Ovad’yhau que recorra fuentes de agua y arroyos por un camino y él por otro, con el fin de encontrar hierbas y salvara los caballos y mulas. Ovad’yahu iba solo cuando se cruzó con Elías a quien conocía. Elías le dijo que fuera y dijera a su señor que Elías estaba ahí, a lo cual Ovad’yahu se resistió por temor a ser muerto por Ajhav, a lo cual Elías le afirmó que se presentaría hoy mismo ante Ajhav. Al encontrarse Ajhav y Elías, aquél le dijo: “Eres tú perturbador de Israel ¿ ”, a lo cual Elías le respondió que convoque a los cuatrocientos cincuenta profetas de baal en el monte Carmelo, y a los cuatrocientos cincuenta profetas de asherá que comen en la mesa de Izevel.

A partir de aquí, el versículo 20, comienzan la lectura los sefaradim.
Ajhav envió a todos los hijos de Israel y convocó a los profetas en el monte Carmelo.

Elías se acercó e intentó una acción tendiente a demostrar la autenticidad de los profetas de Israel, diciéndole al pueblo que sólo él quedó como profeta de D’OS y los profetas de baal son cuatrocientos cincuenta. Que les den dos bueyes y que cada uno de ellos invocando a su dios intentará concretar un holocausto y quien logre su objetivo será el verdadero D’OS a quien adora. Los adoradores de baal danzaban, gritaban y se tajaban con sus espadas hasta que brotaran la sangre de ellos. Entonces Elias llamó al pueblo, construyó un altar con doce piedras de acuerdo a las doce tribus de los hijos de Yaakov y una zanja alrededor del altar y la llenó con cuatro cántaros de agua. Elías se acercó, invocando el nombre del Eterno, Dios de Abraham, Isaac e Israel (Yaakov), le pidió que lo escuche para que ese día se sepa que Tú eres D’OS de Israel y yo soy Tu siervo, y que éste pueblo sepa que Tú has hecho volver sus corazones. Cayó el fuego que consumió la ofrenda, el agua en la zanja, la leña y las piedras y el pueblo al ver todo lo acontecido se postró a tierra y exclamaron: “El Eterno es D’OS, El Eterno es D’OS”. (ADONAY HU HAELOHIM).

En la Parashá dice que los hijos de Israel respetarán el shabat durante todas sus generaciones y será señal eterna del Pacto. En la Haftará, D’OS cumple con Su Palabra y no olvida al pueblo de Israel.

El aporte del medio shekel es para todos el mismo, ricos y pobres y en forma anónima.

Al contar la cantidad de medios shekel se sabrá cuántos son los varones mayor de veinte años de buen corazón dispuestos a servir y honrar a D’OS y, ese importe será destinado para el mantenimiento del Mishkan y el culto, por parte de Aarón y sus hijos.

Ese donativo que anónimamente aporta cada uno con el medio shekel contiene el valor de exculpación por transgresiones cometidas y el voluntario arrepentimiento.

La concordancia temática entre Parashá y Haftará, y con la exclamación final “Adonay Hu Haelohim” es que en nuestro luaj – calendario hebreo – tenemos el día de Yom Kipur, en que finalizamos los rezos con esa exclamación.

Joshua Chameides