Sanando Heridas
Parashat Vayeji es el final de nuestro querido Iacob (Jacobo): está en su lecho de muerte y antes de partir bendice a sus hijos. Pero acá noté que hay una gran ausencia, la de su hija Dina, para la cual no hay mención ni bendición. Después de haber sido violada por Shejem (Bereshit 34), Dina no aparece más en la Torá y no sabemos qué fue de su vida o qué le sucedió.
Entonces me pregunté qué hubiera sucedido si Dina hubiera sido incluida en los últimos pensamientos y palabras de su padre.
Entonces, con su permiso, armé un diálogo tipo midráshico que no se encuentra en ninguna fuente judía canónica, es una creación ficcional, para darle la oportunidad a uno de nuestros antepasados de reparar la relación de Dina y Iacob:
– Diná: Papá, Iehuda me dijo que querías verme. Me dijo, también, que no te queda mucho tiempo y que necesitabas que viniera rápido.
– Iacob: Sí, Dina. Iehuda tiene razón. Mi final está proximo. ¿Por qué no viniste cuando llamé a tus hermanos?
– Diná: No me di cuenta de que querías que yo viniera con ellos. Sinceramente, no pensé que quisieras verme. La verdad, no fuimos muy cercanos durante tanto tiempo…
– Iacob: ¿A que te referís? Siempre fuiste parte de mi vida, nos vemos todos los días.
– Diná: Tal vez me notes pero no me ves hace años. En la historia de nuestra relación, Shejem es un punto crítico que lo cambió todo. Desde entonces, observé cómo tus ojos se deslizaban más allá de los míos, sin nunca acapararlos ni sujetarlos. Durante años ni siquiera pronunciaste mi nombre. Aunque tu silencio me resultó ensordecedor, yo escuché tu mensaje como si lo estuvieras gritando.
– Iacob: ¿Cómo? ¡Si hablamos seguido! ¡De hecho, la semana pasada le dije a tu mamá cuánto admiro tu fuerza! ¿No te contó?
– Diná: Me lo dijo, pero no le creí. Pa, todo lo que haces me dice que tu amor por mí está roto. ¿Por qué confiaría en las palabras de mi madre, si puedo basarme en mi propia experiencia? ¿Por qué no podés hablar conmigo directamente? Siento que permitiste que lo sucedido con Shejem nos separe
– Iacob: Dina, estaba desconsolado. Tengo el corazón partido. Pensé que te estaba dando el espacio que necesitabas para que tu corazón sanara. Pensé que otros podrían consolarte mejor que yo. ¿No sentís que mi amor por vos es constante?
– Dina: Pero Papá, no vi el amor. Solo vi y sentí la distancia. Escuché solo el silencio. ¿Cómo querrías que yo fuera a saberlo?
– Iacob: Dina, mi princesa, perdón. No supe qué decir así que no dije nada antes de arriesgarme a lastimarte más.
– Dina: No necesitabas decir lo correcto, solo necesitabas decir algo. Necesitaba saber que me amabas, que mi vida seguía siendo importante para vos y que mi lugar en esta familia no se rompía por lo que me sucedió.
– Iacob: Perdón, perdoname por favor. Cuando yo era un niño, usaba palabras para engañar y herir. Cuando me hice hombre, me dije a mí mismo que las palabras eran peligrosas y debían usarse cuidadosamente. Pensé que el silencio era más seguro. Ahora veo que en lugar de consolarte, mi silencio te trajo más dolor. Debería haber entendido, debería haberte preguntado qué necesitabas. Debería haberte escuchado. Debería haberlo hecho mejor, haber sido mejor. Quería protegerte pero permití que mi culpa apartara mi corazón de vos. Perdoname, Dina.
– Dina: Tranquilo, Pa. Recostaste. Descansa. Yo ya sobreviví. Hice lo mejor que pude con mi vida. Siempre desearé que hubieras estado a mi lado mientras hacía el trabajo de vivir y seguir adelante, pero me alegra mucho escucharte decir que tu ausencia no fue una señal de tu falta de amor.
– Iacob: Dina, sé que no merezco el honor, pero como tu padre, te pido: ¿puedo darte una bendición?
– Dina: Tu bendición es un regalo que siempre atesoraré.
– Iacob:
Dina, hija de Lea y Iacob,
Eres mi corazón y la fuerza de mi espíritu.
Eres la parte de mí que luchó con los ángeles.
Y que sobrevivió cuando lo asaltaron los desafíos.
Tú, a quien tu padre te ha negado durante tanto tiempo lo que te debe,
Ofrezco bondad y misericordia de un ser quebrantado.
Eres fuerza y amor.
Eres lo mejor de tus padres y mucho más de lo que nosotros podríamos ser.
Nuestra gente aprenderá de tu resistencia.
Te bendigo y le pido a D´s, que me ha acompañado, que camine contigo todos los días de tu vida.
– Dina: Gracias, Papá. Gracias.
– Iacob: Dina, me ves claramente. Sabés el hombre que he sido y el que desearía haber sido. Nunca he recibido una bendición de alguien que conociera desde lo profundo de mi corazón, alguien a quien no haya engañado (Bereshit 27:19-30). ¿Te podré pedir, hija mía, que me me regales tu bendición antes de partir? Vos que conoces mis luchas.
– Dina: Pero, ¿yo puedo hacer eso? Nunca me enseñaste las palabras o las fórmulas de una bendición.
– Iacob: Dina, tu bendición es un regalo que siempre me acompañará. Por favor.
– Dina:
Iacob, hijo de Rivka e Itzjak,
Eres mi padre y el guía de nuestro pueblo.
No viviste una vida perfecta, pero siempre trataste de caminar por una buena senda de la mano con D´s.
A veces, tropezaste con sus propias limitaciones y le fallaste a tu familia.
Pero cuando les cuento a mis hijos historias de la vida de su abuelo, estas fallas no te definirán.
Te prometo que les hablaré de un hombre que vivió una vida muy humana, que se cayó pero luchó para ponerse de pie una y otra vez.
Les hablaré de mi padre que me llamó a su lado, me pidió perdón y me ofreció una bendición llena de amor.
Iacob, hijo de Rivka e Itzjak, padre de nuestro pueblo, serás recordado.
Cuando Iacob murió (Bereshit 49:33) sus esposas, hijos y su hija se reunieron en su tienda, ofreciendo palabras y oraciones por el viaje de su alma. Allí estaban todos juntos, mientras que nuestro patriarca estaba rodeado por el futuro de nuestro pueblo y con su pasado, sus fallas, sus logros y su historia.
En este Shabat te invito a acercarte a la idea que: bendecir, también, es sanar.
Shabat Shalom!
Wally Liebhaber