Tajashim: sobre lo extraordinario y lo efímero.
Shabat Vaiakhel: Comentario a Éxodo 35:1-38:20
La riqueza de la tradición judía, sus fuentes y comentaristas, nos invitan una vez más a profundizar en el vasto océano de las múltiples interpretaciones que ofrece.
La inmensidad puede ser intimidante, pero apenas nos aventuramos por la orilla del aprendizaje, el camino puede sorprendernos con perlas relucientes, como las que encontramos en la porción de la Torá que nos convoca esta semana:
El Pueblo de Israel se reúne, comprometidos en la construcción del Mishkán. En una muestra de la asombrosa generosidad que los movilizaba, trajeron oro, plata y cobre, hermosas lanas y telas, maderas de gran valor, piedras preciosas… Entre los materiales donados se encontraban pieles de cierto animal llamado en hebreo “tajash”.
Hoy, algunas traducciones al castellano del versículo Éxodo 35:7 hablan de “cueros teñidos de azul”. La Sociedad de Publicaciones Judías (JPS) arriesga una conjetura y traduce estas pieles “como las de un delfín” con un descargo de responsabilidad diciendo que el hebreo es “incierto”. En otras ediciones se aproxima con “pieles tornasoladas”, e incluso “pieles de foca”. Actualmente la mayoría de las versiones prefieren no traducir, optando salomónicamente por “pieles de tajashim”.
En este punto, una buena guía es volver a las bases. La versión más antigua, el Targum de Onkelos, traduce tajash con una palabra aramea igualmente críptica, “sas-gavna”, que los Sabios se esforzaron por desentrañar. El Talmud de Babilonia (Tratado Shabat 28a) nos aclara que la palabra “sas” significa “que se alegra” y “gavna”, “en sus colores”, como haciendo referencia a una especie que ostentaba un colorido inusual.
Aquí Rav Yosef, interpretando a Onkelos, dice que estas pieles describen el “pelaje de muchos colores” de un animal, pero ¿qué clase de animal es?. Los Jajamin lo describen como un animal del desierto con una piel multicolor y un cuerno en el medio de su cabeza, que apareció repentinamente cuando se estaba construyendo el Mishkán, luego desapareció sin dejar rastro y nunca más se volvió a ver.
Entonces, no sería descabellado inferir que el tajash podría ser un majestuoso unicornio, uno de los seres mitológicos más reconocidos por su cuerno en la frente y sus destellos como arcoiris. Sin duda a mis hijos les encantaría algo así.
Pero hay un mensaje poderoso detrás de esta encantadora descripción: según la Guemará, el tajash sería una criatura única por su singularidad, que existió sólo en ese momento y para esa tarea en particular. Así, los Sabios imaginan un ser que puede ser a la vez precioso y efímero: existir solo por un momento, condensando sobre sí el valor de lo extraordinario.
Ahora si podemos entender que al igual que un unicornio, el Mishkán era único, diseñado para un momento y una tarea determinados.
Las diversas interpretaciones detrás de la palabra tajash nos invitan a mirar más allá de lo superficial, porque la idea de que el Tabernáculo estaba cubierto por pieles de tajashim, nos revela que las conexiones más profundas no son necesariamente las más evidentes.
La vida puede ser una suma de muchos instantes fugaces: llenamos nuestros días sin ver que los años pasan demasiado rápido; las oportunidades pueden tener matices de muchos colores, con múltiples facetas y apariencia. Tienen su momento, aparecen y desaparecen -como el tajash-, creando días buenos llenos de desafíos, y días no tan buenos, con bendiciones esperando a ser descubiertas.
Estamos aquí por un corto tiempo, intentando cumplir con nuestra misión de hacer nuestro mundo un lugar más amable y feliz. Cada interacción que tenemos, cada experiencia que atravesamos, cada persona que conocemos y cada lugar al que vamos nos dirigen a un mismo punto: hacer del tiempo un momento sagrado.
La incógnita detrás del tajash será siempre una pregunta abierta al misterio: el hermoso momento que estás viviendo ahora mismo, pronto desaparecerá. Por eso es tan valioso. Tan sagrado. Tan único.
Irrepetible.
Quiera D-s que podamos reunirnos en la construcción de un mundo mejor, llenando de brajá cada uno de nuestros instantes. Amén.
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Para bendición de mi hijos Meital y Eithan, quienes están cumpliendo dos y cuatro años estos días, enseñándonos a su madre y a mi que la verdadera magia está en la capacidad de asombrarnos con lo cotidiano.
¡Shabat Shalom!
Sebastián Cabrera Koch