Bamidbar 13-15
“Porque en este mundo cruel nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Nuestra oración fundamental, aquella que cambió al mundo y que hasta el día de hoy ha sido tan difícil de aceptar, el “Shemá”, nos dice que D’s es uno, sólo uno, invitándonos de esa manera a que todos nosotros unamos nuestros cuatro extremos y encontremos así unidad y paz en nosotros mismos.
Y la recitamos con los ojos cerrados, D’s no es una imagen. Lo fundamental no pasa por lo que vemos, sino por cómo lo interpretamos.
Misión imposible…una y otra vez pareciera que la gran mayoría de los seres humanos necesitara de múltiples espejos, de imágenes “adorables”, más que lo que se dice y escucha importa lo que se ve.
El “lejá” forma parte de dos de nuestras parashiot, Lej-Lejá y la que hoy nos ocupa.
En la primera vemos a Abraham Avinu absolutamente consustanciado con D’s y su palabra y su idea y su mensaje.
Nuestro primer patriarca es un idealista, y su fe y confianza en lo que oye es lo que lo lleva a transmitir un mensaje que nos llega al corazón.
Hoy, acá, nos encontramos con los merraglim, son doce, uno por cada tribu.
Sólo dos tienen una escucha y una fe profunda dentro de ellos: Ioshúa bin Nun y Caleb bn Iefune.
Los diez restantes miran por las conveniencias, por el esfuerzo que significaría conquistar la tierra, no hay fe en ellos.
Ven otra realidad.
Nos cuentan nuestros sabios que Caleb decidió llegar a la Tierra pasando primero por Jevrón.
Allí se encontró con nuestro pasado, con la tumba de nuestros patriarcas y desde allí ascendió a la Tierra Prometida.
No a cualquier tierra a conquistar, sino a aquella a la cual ya pertenecía, desde su interior su mirada era de fe, de confianza, porque ya le había sido prometida a sus antepasados, tenía historia.
Profundamente unido a este sentimiento podía “ver” con otros cristales, los de la fe, los de la confianza.
Los diez restantes vieron a través de los cristales del miedo y de la conveniencia, con los ojos que hacen creer que lo fácil es mejor que cualquier esfuerzo.
Nuestro Israel no cayó en nuestras manos desde el cielo, sin esfuerzo.
Nuestros hermanos tuvieron que hacer su suelo apto para un maná que ahora proviene del esfuerzo gigantesco del trabajo de cada día.
Por eso Israel es pujante, porque los Ioshúa y los Caleb fueron los que se arremangaron y se arremangan cada día para sacar lo mejor de sus entrañas.
Cada día, en comunidad, hacemos lo mejor que podemos para no quedarnos ante la mirada de un desierto interminable.
Nuestra Comunidad cada día aporta algo, ayuda, y estudia, ya que ningún judío debe pasar un solo día de su vida sin aprender algo.
¡Am Israel Jai!
¡Shabat Shalom uMeboraj!
Norma Dembo