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Parashat Vaieshev

 “Quien come del fruto del conocimiento siempre es expulsado de algún paraíso.” (Melanie Klein)

Hace algunas semanas, durante la clase de Tora del hermoso espacio de Shajarit en nuestra comunidad, el Rab Ale Avruj, nos trajo la idea de leer el texto en una profundidad tal, que nos conecte con una historia única que se va repitiendo una y otra vez a lo largo del texto, especialmente en Bereshit.

Esta única historia, comienza con la primera, con Adam, Java, el paraíso, el fruto y la expulsión.

Este enfoque, que fue tan interesante y revelador me llevo a descubrir en la parasha de esta semana ese mismo patrón.

Tanto a Adam como a Iosef, se les reveló un conocimiento. El primero al comer del árbol, el segundo a través de sus sueños. Si bien las circunstancias de acceso a ese saber son diferentes, la consecuencia fue la misma para ambos. La expulsión del paraíso a Adam, de su hogar a Iosef.

Entonces, otra vez la gran pregunta: ¿el conocimiento está prohibido? ¿Saber siempre implica una expulsión…?

No pretendo responder estas preguntas, pero tal vez, teniendo en cuenta la explicación de nuestros sabios, aproximarme a alguna reflexión.

Al comienzo de esta Parasha, de una manera abrupta aparece Iosef. El segundo pasuk comienza diciendo: “…estas son las generaciones de Iaacov…” Esperaríamos que después de esto comenzara nombrando a todos sus hijos siguiendo el orden cronológico, pero no, el texto introduce directamente a Iosef , y dice de él que tenía diecisiete años y que era un joven, NAAR (en hebreo).

Avanza el relato, Iosef sueña. Nosotros, que conocemos como sigue la historia, sabemos que esos sueños fueron premonitorios, o sea que Iosef recibió un conocimiento de futuro muy importante.

Entonces, si era su destino, ¿por qué desató tanto desastre? Tal vez, el remarcarnos que era un NAAR, (joven) nos de alguna una pista.

Iosef soñó y a través de estos sueños recibió un conocimiento que su juventud o inmadurez, no le permitieron procesar y rápidamente corrió a contarlo. No hubo ese importantísimo tiempo de maduración de la información que permita direccionarla, medir consecuencias, tener en cuenta el impacto que pueda generar en los otros y en uno mismo una verdad tan contundente. Dicen nuestros sabios, que el conocimiento simbolizado por el fruto emplazado en medio del paraíso sería para Adam solo que se apuro a tomarlo. Aún no estaba preparado para recibirlo y tal vez su juventud e inmadurez (recordemos que hacía pocas horas había sido creado) hicieron que se precipite a aprehenderlo desatando el desastre que ocurrió luego.

No hay nada malo en el conocimiento, estamos llamados a conocer, expandir nuestra conciencia, crecer, solo que tener el don del conocimiento implica también una responsabilidad. Cierta madurez que nos permita reflexionar, ese tiempo interno de digestión que sirva para comprender el valor de esa información y como ésta puede impactar en nosotros y en los que nos rodean. Estas historias nos muestran dos maneras de cómo puede ser utilizado el conocimiento, para el bien, ayudando aexpandir nuestra conciencia o para el mal, despertando emociones adversas que nos introduzcan en una rueda de malentendidos y sufrimiento. El problema no es el conocimiento en sí, sino lo que hacemos con él.

Según este enfoque Iosef Y Adam, no estaban preparados aún y por lo tanto no supieron qué hacer con la luz que recibieron. Adam tuvo miedo. Iosef se vistió de vanidad. Tuvieron que perder sus paraísos y comenzar el camino de recuperarlo. Lo que los diferencia, es que Iosef con mucho trabajo y dolor lo hizo, recuperó su paraíso, tal vez por eso nuestros sabios lo apodaron Iosef a Tzadik (Jose, el justo).

El verdadero conocimiento, muchas veces implica perder un paraíso, se cae un velo de cierta inocencia y nos empuja a salir de nuestras zonas de confort. Se nos pide asumir esa verdad con madurez y emprender el camino de retorno que nos permita ser merecedores de esa luz y así, a través nuestro, se produzca la redención tan anhelada.

Ojalá, que siempre podamos acceder a un conocimiento que nos impulse a crecer, que al recibirlo tengamos la madurez necesaria para reflexionar y comprender de qué manera esa luz puede ayudar a transformarnos y a transformar el mundo con responsabilidad y amor.

¡Shabat Shalom!
Grace Cobe

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