La muerte de Nadav y Abihu, hijos de Aharón HaCohen, es uno de los pasajes más difíciles de comprender y aceptar dentro de todo el libro de la Torá:
“Tomaron los hijos de Aharón, Nadav y Abihu, cada cual su incensario y pusieron en ellos fuego sobre el cual colocaron el incienso y ofrecieron ante el Eterno fuego profano, lo que Él no les había prescripto. Entonces salió un fuego de ante el Eterno y los consumió y ellos murieron ante el Adon-i...Y calló Aharón” (VaIkrá 10, 1-3).
Hay veces que la vida nos presenta situaciones a las que no podemos encontrar explicaciones claras. Momentos tan duros que nos dejan sin fuerza para poder continuar caminando la vida.
La imposibilidad de ponerle palabras al dolor se transforma en silencios que se convierten en parte de nosotros.
“Cuando nos hallamos ante la muerte de hombres inocentes –especialmente cuando se habla de muertes de jóvenes– lo mejor es estar callados. Es preferible el silencio a cualquier dudosa explicación que finalmente lastima a los deudos, profana el nombre de los muertos, y vapulea la misericordia celestial”.
Rab Reuvén Hamer
Aprendí de mi Rab Ale Avruj, qué la tradición es sabía y nos llama a estar callados ante la muerte para entender que la clave de esta frase es ESTAR.
A veces no hay palabras que sanen el dolor que siente el alma, pero el solo hecho de acompañar con nuestra presencia una mirada o un abrazo el dolor aplaca, y la cabeza calma.
Somos nosotros quienes tenemos en nuestras manos la capacidad de poder generar en quienes sufren momentos de paz y tranquilidad poniendo nuestro tiempo y nuestro cuerpo para poder ayudar a otros. Quiera D ́ s podamos juntos estar más cerca y poder sabernos parte de una comunidad que se apoya en los buenos y todavía más en los momentos difíciles.
Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse