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Parasha Sucot I

Vaykra 22:26-23:44

Este Shabat es sumamente especial, en coincidencia con el comienzo de la festividad de Sucot. La tercera de las festividades de peregrinación. Los jajamim eligieron para que leamos, un fragmento de Parashat Emor, donde se detallan las distintas ofrendas que se debían realizar en cada una de las fiestas.

Sucot es el momento en que nos hacemos la pregunta más profunda sobre qué hace que valga la pena vivir una vida. Después de haber rezado en Rosh Hashaná y Yom Kipur para que se nos inscribiera en el Libro de la Vida, Sucot y Kohelet nos obligan a recordar cuán breve es en realidad la vida y cuán vulnerable estamos. “Enséñanos a contar correctamente nuestros días, para que adquiramos un corazón de sabiduría” ( Tehilim 90:12 ). Lo que importa no es cuánto tiempo vivimos, sino cuán intensamente sentimos que la vida es un regalo que retribuimos haciéndoles a los demás. La alegría, el tema central de esta fiesta, es lo que sentimos cuando sabemos que es un privilegio simplemente estar vivos, inhalando la embriagadora belleza de este momento en medio de la profusión de la naturaleza, la abundante diversidad de la vida y el sentido de comunión con esos muchos otros con quienes compartimos una historia y una esperanza.

Deberíamos tomarnos un momento para considerar si estar vivo es un privilegio y cómo esa comprensión afectará la intensidad con la que viviremos la vida, por lo menos en este año que acaba de comenzar.

Lo más majestuoso de todo es que Sucot es el festival de la inseguridad. Es el reconocimiento sincero de que no hay vida sin riesgos, y sin embargo, podemos afrontar el futuro sin miedo cuando sabemos que no estamos solos. D´os está con nosotros, en la lluvia que trae bendiciones a la tierra, en el amor que creó el universo y a nosotros, y en la resiliencia del espíritu que permitió a un pueblo pequeño y vulnerable sobrevivir a los imperios más grandes que el mundo haya conocido.

Justamente al revés de lo que estamos acostumbrados a pensar en esta sociedad del siglo XXI, la verdadera seguridad no esta ni en el grosor, ni el tamaño de las paredes que conforman nuestra casa. Nuestra fuerza no está garantizada por la poderosa cilindrada del motor de nuestro vehículo.

La salud no está garantizada por tener la prepaga Super Premium Gold 710.

Sucot nos recuerda que la gloria de D´os estuvo presente en el pequeño y portátil Mishkán que Moshé y los israelitas construyeron en el desierto de manera aún más enfática que en el Templo de Shlomo HaMelej con toda su grandeza. Un templo puede ser destruido.

Pero una sucá rota puede reconstruirse mañana. La seguridad no es algo que podamos lograr físicamente, sino algo que podemos adquirir mental, psicológica y espiritualmente. Todo lo que necesita es el coraje y la voluntad de sentarse bajo la sombra de las alas protectoras de D´os.

La sucá se convirtió con el paso del tiempo en un símbolo, no sólo de cuarenta años en el desierto, sino de siglos de exilio y dispersión. Sólo en la Edad Media, los judíos fueron expulsados de Inglaterra en 1290, de Francia varias veces (1182, 1322, 1394), de Viena en 1421, de Colonia en 1424, de Baviera en 1442, de Milán en 1489 y, lo más traumático, de España en 1492. En la década de 1880, una ola de pogromos en Europa del Este hizo que millones de judíos huyeran hacia Occidente, y estas migraciones continúan incluso hoy. La historia judía se lee como una amplia continuación de las etapas del viaje de los israelitas, en el capítulo treinta y dos del libro de Bamidbar: “Viajaron… y acamparon…. Viajaron… y acamparon”. Con demasiada frecuencia, el hogar resultó ser nada más que una vivienda temporal, una sucá. Más que la mayoría, ya sea en la tierra de Israel o en cualquier otro lugar, Sin embargo, con su genio para lo inesperado y su capacidad para rescatar la esperanza de la tragedia, el judaísmo declaró que esta fiesta de la inseguridad era zman simchateinu, El tiempo de nuestra alegría. Porque la sucá, es el símbolo por excelencia, que no representa la vulnerabilidad, resulta ser la seguridad viene a través de la fe, la fe de un pueblo que hace cuarenta siglos emprendió un viaje cargado de riesgos a través de un desierto de espacio y tiempo, sin más protección que la presencia protectora de la Shejiná.

Saber que la vida está llena de riesgos y, sin embargo, afirmarla, sentir la plena inseguridad de la situación humana y, sin embargo, alegrarse: esto, para mí, es la esencia de la fe. El judaísmo no es una ilusión reconfortante de que todo está bien en este mundo oscuro. Es más bien el coraje de celebrar en medio de la incertidumbre y de regocijarnos incluso en el refugio transitorio de la sucá, el símbolo judío del hogar.

Por eso mis queridos amigos, en este primer día de Sucot, Zman Simjateinu y unido con Shabat, Rabi Sacks Z´L nos podría decir algo así como: “En la fiesta de la inseguridad, la seguridad no esta manifestada en el grosor de las paredes, en la fortaleza de la cilindrada de un motor o mucho menos en una cobertura médica, sino en saber que esa nube de Gloria, infinita, nos va a estar acompañando en cualquier cosa que decidamos encarar”. Salgamos a la Sucá a festejar y a alegrarnos por el simple hecho de estar vivos y confiados que la Shejina (presencia divina) está con nosotros.

Shabat Shalom, Jag Sameaj.
“Ve samajta bejagueja”
Y felicidades Amijai por los primeros 30 años de vida.
Ari A. Alster

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