
Cuando el Pueblo de Israel emprendió su viaje por el desierto, Dios les enviaba cada día la comida: el maná descendía del cielo. Según lo describe la Torá: “Yo haré llover pan del cielo para ustedes, y el pueblo saldrá y recogerá cada día lo necesario para ese día, para que Yo lo ponga a prueba si sigue Mi ley o no” (Éxodo 16:4). Este pasaje nos lleva a reflexionar: ¿en qué consiste exactamente la prueba que representa el maná?
Rambán explica que depender del maná implicaba una experiencia difícil, ya que no tenían posibilidad de preparar lo propio. Aunque el maná era lo necesario y suficiente, la ansiedad por almacenarlo y no poder hacerlo, generaba incertidumbre y estrés emocional. Esta opinión refuerza la fe que debían tener en que mañana Dios proveería.
Por otro lado, Jizkuni aporta otra mirada. Él señala que el maná, al no requerir preparación alguna, los obligaba a tener tiempo libre y decidir qué hacer con el mismo.
¿Cómo utilizarían ese tiempo libre? ¿Lo emplearían de manera significativa para fortalecer su fe en los milagros que estaban viviendo o lo desperdiciarían en mezquindades?
A menudo pensamos que las pruebas en la vida están asociadas con dificultades, pero Jizkuni nos invita a considerar otro tipo de prueba: la que llega en momentos de comodidad y éxito. Cuando todo va bien, ¿recordamos de dónde provienen las bendiciones? ¿Aprovechamos los momentos de tranquilidad para profundizar nuestro compromiso espiritual y valorar lo que tenemos ayudando a quienes no poseen?
Cuando alcanzamos la abundancia, solemos olvidar quién es la fuente de nuestras bendiciones. Desde esa mirada, el maná ofrecía una vida más sencilla, poniendo a prueba la gratitud y la responsabilidad de quienes la recibían.
En nuestros días, es bueno mirar alrededor y tomar conciencia de cuáles son nuestras preocupaciones. Este Shabat te invito a utilizar sabiamente el tiempo, quizás, nos estamos haciendo problema por superficialidades y no somos capaces de agradecer lo bueno que tenemos en la vida.
Shabat Shalom
Rab. Sarina Vitas