Haftara Bejukotai

Haftará Parashá Bejukotai
Shabat, 24 de Iyar, 5784
Sábado, 1° de junio, 2024
Jeremías (16:19 – 17:14)

La parashá de esta semana Bejukotai, que significa “Mis Estatutos”, se encuentra en él final del libro de Vaikrá (Levitico). Dicha porción, se combina con la Haftará del Profeta Jeremías 16:19 y 17:14.

Sus profecías se refieren a la época del Reino de Judá. En ese tiempo, no eran observadas las leyes de HaShem. Con su palabra, Jeremías expone castigos a quienes las ignoran y otorga bendiciones a quienes continúan según las normas establecidas.

El pueblo de Israel había perdido su fe. 16:19 “…Oh Señor, que eres mi poder y mi fuerza y mi refugio en el día de la angustia, a ti vendrán naciones desde los confines de la tierra y dirán: “Sólo mentiras nos han transmitido nuestros padres, vacío en el que hay ¡De nada sirve!…” Se habían vuelto idólatras. 16: 20 “…¿Puede un hombre hacerse dioses para sí y no son dioses?…”

16: 21 “… en este tiempo les haré saber Mi poder y Mi fuerza, y sabrán que Mi Nombre es el Señor…”

Por eso, el castigo para el reino sería su destrucción y el exilio.

La falsa sensación de seguridad imperante en esos tiempos, les hacía suponer que las profecías de Jeremías nunca serián cumplidas.

¿Será entonces, que luego de sufrir esas penurias, el pueblo de Israel aprendió de sus errores?

Normalmente decimos que uno debe aprender de sus errores. Que si se desconoce la historia, esta vuelve una y otra vez a repetirse.

La seguridad que tenemos hoy en día, es muchas veces falsa. Creemos que poseemos el poder de dirigir nuestras vidas, por caminos que sabemos son equivocados. Aunque igualmente lo hacemos, la auto determinación de mentirnos, lastima a los que más queremos, perdiendo así la oportunidad de actuar con racionalidad.

De nada sirve guiarnos por la ira, el odio o la venganza, porque el fin nunca justifica los medios.

Lamentarse luego de nuestras acciones y gratificándonos en consecuencia con adquisiciones o pensamientos superfluos, nos deja más vacíos. Criticar las decisiones de terceros, opinar desde afuera es aún peor.

La cordura y la razón van de la mano. Si nos unimos, a pesar de las diferencias y la adversidad, podemos salir adelante, en aras de un bien común.

Los ojos del corazón, se encuentran en nuestro interior, solo hay que tratar de buscarlos. Seremos de esta forma, un ejemplo de humildad para la nueva generación. Solo es cuestión de tiempo para obtener buenos resultados.

A pesar del desánimo de creer que el mal puede triunfar, este cae por su propio peso. Si logramos hallar en nuestro interior la verdad y la justicia, podremos obtener el camino correcto.

Es hora de abrazarnos. Que enfrentemos las voces intransigentes del planeta.

Que todo nuestro pueblo es solo uno, no importando donde se encuentre. No van a volver a dejarnos sin voz. Gritemos al unísono que estamos orgullosos de ser lo que somos. No seamos cómplices en el silencio, por miedo al que dirán.

Ya habrá tiempo de solucionar nuestros problemas internos, hoy no es el momento oportuno.

Ahora solo debemos enfocarnos en encontrar la luz que brilla al final del túnel.

Te propongo entonces, que este Shabat busques en tu fuero interno, la voz de la justicia que necesitamos para encontrar paz y bienestar en Israel.

Shabat Shalom
Susy Lapilover

# Bring them home now #
Am Isarel Jai

Parasha Bejukotai

¿Alguna vez te pasó que te cuentan algo de un amigo y vos respondes “¡¿Naaa, posta dijo eso?! Y te responden” ¡Posta!”? Bueno esta semana, es algo parecido: leemos parashá Bejukotai (más áspera que una lija), en la que D´s, básicamente, nos dice algo como:
“Gente, a ver, si me escuchan y hacen lo que digo, todo va a estar divino y los voy a bendecir, pero si se te da por hacer otra, agárrate Catalina, se viene el castigo”. “Y si mis fueros vais a despreciar y mis leyes vais a repudiar, para no cumplir con todos mis preceptos, para abolir Mi Pacto, También Yo os haré esto a vosotros: y mandaré sobre vosotros pánico, la tuberculosis y la fiebre, que hacen oscurecer los ojos y hacen languidecer el ser” (Vaykra 26:15, 26:16).

En resumen, si te portás bien y hacés las cosas bien, te va a ir bien, y si hacés las cosas mal y te portas mal te va a ir mal. Vuelvo a preguntar: “¿Posta? ¿En serio, Barba? ¿Así funciona el mundo? ¡Ojalá!
¿Cómo reconocemos lo bueno sin antes haber hecho lo malo? Y la inversa. ¿Acaso no se necesitan la una con la otra?”
¿A qué tipo de sistema motiva esto en la vida? ¿Si uno hace las cosas bien tiene que tener una recompensa? ¿Acaso no es suficiente el buen acto en sí? ¿Y lo malo, acaso no es en sí el castigo que le deja a este mundo? ¿Qué nos hace re pensar nuestros actos, el acto o su consecuencia?

¿Podremos vivir en una sociedad que no necesite el premio y castigo para que midamos nuestros actos y así crear algo mejor?

¡Shabat Shalom!
Wally Liebhaber

Haftara Behar

JEREMÍAS 32:6-27

Nuestro profeta nació en el año 650 a.e.c, era hijo de cohanim y le tocó ver a Jerusalem caída, lo llevaron a Egipto y de ahí a Babilonia donde murió.

Esta profecía la tuvo estando preso, con los Caldeos ya preparados para invadir la ciudad, y convertirse en dueños del reino, quizás por ello resulta aún más llamativa.

D’s le dice que compre un campo en Hanamel, que pague por él lo que corresponda, que haga los tres documentos necesarios para que todo quede en orden y no queden dudas de que la operación se llevó a cabo cumpliendo todos los requisitos. Y que esos documentos queden a buen resguardo.

Y así hace nuestro profeta.

Esto nos lleva a pensar en unión a nuestra parashá la profunda convicción que siempre ha existido de que la Tierra de Israel nos ha sido dada, y que sigue presente la ley de redención y rescate de la propiedad enunciada en nuestra Torá, Vaikrá 25:25.

Nuestro deseo y nuestra esperanza nos encuentra hoy con un Estado de Israel que sabemos que siempre está ahí para nosotros y que, sin lugar a dudas nosotros debemos estar para él.

Vemos la confianza, humildad y seguridad de Jeremías que obedece a D’s a pesar de la situación.

Cuántas veces hemos estado asediados, y a nuestras puertas han estado no sólo caldeos, griegos, romanos, nazis… los terroristas de hoy…y nunca hemos perdido la esperanza, nunca hemos dejado de saber que esa tierra es nuestra, que están todos los documentos en orden.

Y así hemos viajado por el mundo llevando nuestra tierra a cuestas, nuestros Sifrei Torá, cada rollo, la Tierra misma, cada letra, cada palabra ha sido donde siempre hemos habitado desde el momento mismo de haber llegado al pie del monte, Behar, a la espera de convertirnos en un pueblo a través de la entrega de nuestros documentos sagrados.

Que así sea siempre, que como Jeremías y todos los que como él han tenido la humildad y la grandeza de escuchar, sepamos seguir haciendo nuestra la Tierra Prometida de muy diversas maneras.

Al pie del monte esperamos que regresen nuestros hermanos, rehenes brutalmente secuestrados.

Amén veAmén.
¡Am Israel Jai!
¡Shabat Shalom uMeboraj!
Norma Dembo

Parasha Behar

La parashá Behar, que nos toca estudiar, significa “En la montaña”, refiriéndose al lugar mas alto del Monte Sinaí, donde se hizo la entrega de la Torá. En su base se encontraba el Tabernáculo, en donde D’s se revelaba diariamente ante las doce tribus, consumiendo los sacrificios que allí se efectuaban.

Según nos es relatado, en la Torá, el pueblo encontró en ese momento, la altura espiritual necesaria para aceptar las leyes.

En la actualidad, en ciertas circunstancias de la vida, algunas personas creen que teniendo poder o sea estando en la cima de la montaña, se obtiene todo.

Mirar por sobre su hombro a los que los rodean, les hace suponer que son superiores al resto de los mortales.

Por tal motivo, manejan a su antojo los hilos invisibles de la vida de los demás, lo que es vil y siniestro. Con arrogancia y a la fuerza, consiguen su objetivo, pero solo por un tiempo, ya que nada es para siempre.

Para eso estamos nosotros, para redimir del castigo y del sufrimiento a los que están sometidos.

Sabemos, que es una tarea dificil de concretar, lleva su tiempo y que significa muchas veces un esfuerzo sobrehumano, que conlleva a sacrificios dolorosos, pero no es imposibles.

Juntando voluntades, como si fuéramos uno solo, lo podemos hacer. Es el precio que hay que estar dispuestos a pagar, para poder liberar a los que están siendo sojuzgados, así pueden por fin, obtener su ansiada libertad.

Las personas, al ser rescatadas de sus carceleros, encuentran una nueva forma de salir adelante.

La resiliencia, que encuentran en su interior, los hace más fuertes. Ven la vida de una manera diferente, festejando cada segundo; tratando, sin olvidar el pasado, vivir en libertad.

Juntos podemos ayudarlos a sortear las penurias sufridas.

Por eso, debemos ponernos en acción, seguir con ese objetivo, no bajando los brazos, apoyándolos siempre.

Te propongo entonces, que este Shabat, pienses como hermanos que somos, que ayudemos unidos, sin divisiones, ni grietas, en armonía y con humildad, donde quiera que te encuentres, a liberar a todos los que de una u otra forma se encuentren física o mentalmente secuestrados y que nuestros Jailim, con su valentía puedan retornar a Eretz Israel en paz y para siempre.

Shabat Shalom
Susy Lapilover

🇮🇱 Am Israel Jai 🇮🇱
🇮🇱 #Bring them home now#

Parasha Emor

Elogio de la diferencia. 
Comentario a Levítico 21:1-24:23

Alguna vez leí que basta una palabra para desatar un cúmulo de sensaciones y emociones. Y también, pueden ser catalizadores para estimular un proceso de reconstrucción, porque se puede sanar “a través de la búsqueda de sentido”, tal como lo proponía Viktor Frankl.

La palabra “mum” מ֔וּם, traducida como imperfección o defecto, aparece diez veces en el libro de Levítico, todas ellas en la porción de la Torá que nos reúne esta semana. Al menos en mi subjetividad, “mum” tiene una carga peyorativa, una etiqueta negativa, un adjetivo despectivo.

Por eso siempre me interpelaron los versículos que exceptuaban a un cohen de realizar el servicio del Templo por sus “mumim”. Asi, quedaban excluidos los ciegos y los que tenían defectos en la nariz o los ojos, los rengos, los que tenían un brazo o una pierna lisiada o un miembro más largo que el otro, los jorobados o enanos, o con ciertas afecciones de la piel… (Lev. 21:16-23.)

Toda una sección que delimita quién no puede participar. Además, no sólo los sacerdotes deben estar libres de defecto, sino también sus ofrendas. (Lev. 22:17-25).

Al parecer, no hay lugar para imperfecciones de ningún tipo. Se requieren sujetos con cuerpos completamente funcionales y simétricos. El axioma es: “Personas perfectas” deben presentar “ofrendas perfectas” para el ritual… perfecto.

¿Hay algo que los haga sentir incómodos en estos párrafos?

Justamente, es un texto que pide a gritos que lo interpretemos, y yo seré el primero en levantar la mano pidiendo explicaciones ante tanta perfección excluyente. ¿Dónde hay lugar para lo que no se ajusta a la norma, lo diferente, la simple imperfección humana? ¿Cómo podría ser posible?

Para nuestra sensibilidad moderna esto parece demasiado. ¿Por qué las características externas de una persona deberían afectar su capacidad para cumplir su función? ¿Realmente le importa a D-s cómo luce un cohen?

No sólo la sociedad contemporánea encontraría preocupantes estas disposiciones. El malestar por estas exclusiones parece remontarse a la época en que ya no había un Templo en donde ofrecer sacrificios. El papel del cohen ahora es bendecir al pueblo con birkat kohanim, la bendición sacerdotal. Y aquí también encontramos inhabilitaciones para el servicio.

La Mishná afirma: “Un cohen que tiene mumim en sus manos no puede levantarlas (para recitar birkat kohanim). Rabí Yehuda dice que incluso alguien cuyas manos estén coloreadas con “satis” (una tintura azul), no puede levantarlas (para recitar birkat kohanim) porque la gente lo mirará”. (Talmud Babli, Meguilá 24b)

Pero es la explicación de la Guemará la que lleva esta cuestión un paso más allá, dando varios ejemplos de cohanim que tenían defectos particulares que según la norma los descalificaban, pero que sin embargo, se les permita cumplir su cometido:

“Rabí Yoḥanan dijo: Quien es ciego de un ojo no puede recitar la Bendición Sacerdotal porque la gente lo mirará fijamente. La Guemará pregunta: ¿No había cierto sacerdote que era ciego de un ojo en el vecindario del rabino Yoḥanan, y recitaba la Bendición? La Guemará responde: Ese sacerdote era una figura familiar en su pueblo, y por lo tanto no les llamaría la atención (durante el servicio)”. (Talmud, up supra).

Una vez que la gente se acostumbraba a un cohen en particular y a sus defectos, estos ya no eran vistos como una distracción por su comunidad. Seguramente no tenían un cohen ideal, pero sin duda, tenían un cohen real, perfecto para ellos.

El enfoque de la Guemará hacia los cohanim con mumim puede servir como modelo de cómo relacionarse con las personas con discapacidad. La Guemará nos enseña que a medida que aumentamos nuestras interacciones con personas que son diferentes a nosotros, con el tiempo esas diferencias (incluidas las discapacidades físicas) ya no serán la característica definitoria de la persona, y seremos capaces de ver a cada persona en su completitud.

Hoy en día, tristemente con demasiada frecuencia, las personas vemos primero la silla de ruedas, el bastón blanco y el implante auditivo. Vemos el defecto y la discapacidad antes que a la persona.

Ludwig Wittgenstein, considerado uno de los pensadores más originales e influyentes del siglo XX, planteó que existe una relación entre las palabras y las cosas: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” (Tractatus: 5.6).

Wittgenstein, como epítome de una vida difícil escribió: “Me recuerdas a alguien que mira por una ventana cerrada y no puede explicarse los extraños movimientos de un transeúnte. No puede decir qué tipo de tormenta se está desatando allí o si esta persona puede tener dificultades para mantenerse en pie”.

No trato de buscar respuestas, sino compartir con cada uno de ustedes mis propias preguntas. Cada uno se mueve por la vida con resistencias que a otros les parecen insignificantes o inexistentes. No podemos saber con qué están luchando otras personas. No hay dos personas ni dos luchas exactamente iguales.

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Mientras sigo repitiendo en mi mente esta frase como un mantra, un descubrimiento me reconcilió con mis preguntas, y me abrió una puerta desafiante a las ideas que dieron forma a esta reflexión. Encontré… una bendición.

Si. Una bendición extraordinaria. Una Brajá para mí y para muchas personas imperfectas como yo. La ley judía prescribe la recitación de una bendición al ver una persona “inusual”. Aunque existe una amplia gama de opiniones acerca de que a qué se refiere con “inusual”, la misma se podría recitar ante una persona extremadamente alta, un enano, un albino, ante “personas con rostros o extremidades desfiguradas, o si nacieron con una discapacidad”, uno debe recitar la bendición: “…meshane habriot”, “…que haces a las criaturas diferentes”. (Mishné Torá, Bendiciones 10:12)

Si las palabras constituyen “imágenes” de la realidad, Frankl y Wittgenstein interpretarían aquí que el sentido de la imperfección o de la discapacidad no es una minusvalía si también encierra en sí misma una bendición.

Quizás el defecto que creemos excluyente no es más que una pieza distinta, que cada tanto aparece para enriquecer el entorno, transformando para siempre una pareja, una familia, un equipo de trabajo o una comunidad, aportando una mirada que de otra manera nunca habrían alcanzado.

Ben Azzai solía decir: “No menosprecies a ninguna persona, no subestimes la importancia de nada porque no hay persona que no tenga su hora, y no hay cosa que no tenga su lugar”. (Pirkei Avot: Capítulo 4 – Mishná 3)

Tal vez todo esto viene a enseñarnos que hay diferentes capacidades en el mundo, que cada una puede manifestarse de distintas maneras, pero todas ellas nos brindan oportunidades para buscar a D-s y experimentar la realidad divina de maneras inesperadas.

Shabat Shalom amigos!
Seba Cabrera Koch

Haftara Emor

Son las 2 y media de la mañana en tu casa y el silencio reina, el mundo duerme, salvo vos.

Girás para un lado, para el otro, giras la almohada, te tapas, te destapas, y cuando miras el reloj siguen siendo las 2 y media. El tiempo queda paralizado y vos en él, sin poder dormir.

La noche, debiera ser el suspiro para el cuerpo, para la mente y para el alma.

El equilibrio entre todo lo que sucedió durante el día, y lo que no debiera suceder durante la noche.

Y entonces son las 3, las 4, y ahí aparece esa sensación indescriptible de angustia al querer dormir pero no encontrar ese botón que apague lo que sucede dentro por un rato.

Algunos le dicen ANSIEDAD.

Es la arena en la zapatilla, la piedrita en la ojota, es una molestia que no te deja en paz.

La misma Ansiedad que te termina enfermando, que te abre a somatizar, a estar débil ante el afuera y aun peor por adentro. Una sensación de bajo dolor pero de forma constante.

Todo el tiempo algo que pesa en vos.

¿Cuáles son los síntomas?

Haber dejado de reírte a cada rato, no poder disfrutar del paseo del camino en lugar del apuro por llegar, si la reunión se vuelve un tramite o quizás si hasta el café se toma en un solo sorbo.

Esta semana estudiamos Parashat Emor, la Parasha del “decir”, y quizás es la invitación perfecta a poder decir las cosas que nos pasan. El mundo que tenemos en nuestro interior, de sensaciones, emociones y realidades. El aprender a decir cuando no esta todo bien, cuando el “Estoy bien” es una simple coraza que ponemos como barrera para no tener esa conversación. Para que termine rápido. Que sea corto.

Somos llamados como sacerdotes de nuestra propia vida, a ser líderes de ella. A apoyarnos en los nuestros para saber decir que quizás, no esta todo bien. O mejor aun, a cuando creemos que esta todo bien, sacudir el avispero, revisar nuestro interior.

Suelo decir, que el oficio del Rabino / Seminarista es consolar a los rotos, y romper a los enteros. Porque siempre hay algo para revisar, para trabajar, para sanar.

Te invito a que cuentes conmigo, a que te apoyes en mi y en nosotros. En este enorme equipo que esta a disposición para escucharte y acompañarte.

Para decirte que siempre se puede sanar. Solamente es necesario, venir, estar, hacer ese llamado, para empezar a caminar hacia el futuro que te mereces.

Shabat Shalom Amijai
Sem. Brian Bruh

Parasha Kedoshim

Esta semana mis hermosos seres leemos una doble porción de la Tora: Ajarei Mot – Kedoshim. Entre ambos textos hay para tirar highlights al techo, dos porciones muy ricas a nivel contenido y espiritualidad.

Pero hay una de Kedoshim que me interpelo más este año. Kedoshim tiene una de las más famosas e importantes Mitzvot de la Tora: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Lev. 19:18 ) Rabí Akiva llama a este mandamiento “Klal Hagadol Batora” – “el principio central de la Torá”. Es la Golden Rule clásica que encontramos en casi todas las grandes tradiciones morales y espirituales alrededor del mundo.

Un poco más adelante en ese capítulo de Vaykra, encontramos otra Mitzva: “Cuando extraños residan con vosotros en vuestra tierra, no los maltrataréis. Los extranjeros que habitan con vosotros serán para vosotros como vuestros propios ciudadanos; Amarás al extranjero como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. (Lev. 19:33-34 )

Cuando leemos y escuchamos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, está bueno preguntarnos ¿qué pensamos y entendemos por “prójimo”? ¿se refiere a toda la familia humana? Creo que la Torá, sin embargo, considera claramente dos categorías separadas de personas: conocidos / vecinos y extraños / extranjeros, a quienes debemos tratar con amor y cuidado. Comprendo que las clasificaciones de la Torá reflejan una representación mucho más matizada y precisa de la naturaleza humana que cualquier simpleza contemporánea sobre cómo necesitamos amar a todos/as. Porque, de hecho, no solemos tratar automáticamente a una persona extraña como tratamos a un conocido. Parece que hay un cálculo moral en tratar bien al prójimo: porque uno también quiere ser bien tratado. Este, a simple vista, es un contrato social básico entre personas que comparten la vida en una sociedad o comunidad. El extraño es alguien en quien no tenemos, inicialmente, ningún vínculo, lazo y/ o apego. A veces no nos nace ningún incentivo de interés propio que nos haga querer volvernos hacia el extraño, conocerlo o ayudarlo.

Por lo tanto, la Torá insiste en que cuando nos encontramos con un extraño, podamos trascender del interés propio y, en cambio, ponerle primera a la empatía. Para lograr eso, debemos ser capaces de identificarnos, conectar y empatizar con el extraño e imaginar cómo se debe sentir estar en aquella situación (solo, en una tierra ajena o en un lugar nuevo y/o diferente). En Shemot 23:9 nos recuerdan , “No oprimirás al extranjero, porque tú conoces los sentimientos del extranjero, habiendo sido vosotros mismos extranjeros en la tierra de Egipto”.

La Torá repite estas instrucciones en varias formas más de tres docenas de veces, más que cualquier otra Mitzva. Mi teoría es que las reglas que más se repiten son las que la gente necesita más seguir y prestarles atención. La Torá insiste en que todos los seres fuimos creados a imagen divina. Todos merecemos ser tratados con dignidad, cuidado y respeto (todos es donde nadie queda afuera).

Una de las genialidades del judaísmo es que diariamente, al mejor estilo de un mantra, repetimos y contamos sobre la historia sobre nosotros mismos y nuestros orígenes como extraños en una tierra extraña. Este relato, para mí, está destinado a despertarnos, a unirnos, a mirar y conectar con aquellas personas que aún se sienten extraños en nuestra tierra. La historia judía, se toma en serio, el ejercicio de la empatía, una práctica milenaria y humanizadora. Es por eso que en este Shabat escuchemos la invitación a aproximarnos a esa persona que todavía no conozco, de esa que todavía no se mucho y a la vista me resulta nuevo o diferente para que se demuestre que cuando nos acercamos, conversamos, escuchamos y conectamos y vemos que todos somos humanos, lo extraño sea que no lo empieces a hacer más seguido.

Shabat Shalom
Wally Liebhaber

Haftara Kedoshim

Amos, el profeta que toma liderazgo en la haftará de esta semana a través del mensaje de Dios, le pide al pueblo de Israel que se aleje de los pecados, les exige que terminen definitivamente con la opresión de los líderes hacia el pueblo mismo. Critica la dura manera en la que los ricos imponían su ventaja sobre los más humildes.

Este discurso está diseñado para recordarle al pueblo de Israel que el mero hecho de ser miembro del “Pueblo Elegido” no garantiza nada; sino todo lo contrario, requiere todavía más responsabilidad en nosotros de llevar una vida de buenas acciones.

La parasha nos muestra a Moshe en la Torá transmitiendo a todo el pueblo los mandamientos más importantes una vez más, esta vez con sus propias palabras:

“Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Vaikrá 19:18). Rabí Akiva llamó a esto “el gran principio de la Torá”.

“Los extranjeros que viven entre ustedes deben ser tratados como nativos. Ámalos como a ti mismo, porque extranjero fuiste en Egipto. Yo soy el Señor tu Dios” (19:34).

Nuestra tradición a lo largo de la historia nos regala valores fundamentales para la vida, un sistema legal, Shabat, valores morales necesarios para construir sociedades éticas.

Cuando olvidamos todo esto, nos exiliamos de este mundo, dejamos de ser parte de la misión que Dios pensó para nosotros, es por eso que no podemos darnos libertades a la hora de hablar de ética y moral.

Dios no nos pide que no erremos, por que hacerlo es humano, pero sí nos exige caminar cada dia sobre caminos sagrados, transformar nuestros tiempos en sagrados, así como también a las personas que nos rodean.

Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse

Haftara Ajarei Mot

Espejos que se reflejan, como cuadros dentro de cuadros: Velázquez, Ezekiel, Maharal y Goldberg

Ezekiel 22:1-19

El Museo del Prado, en Madrid, atesora una de las obras más exquisitas, por su belleza y singularidad: Las Meninas, de Diego Velázquez.

Es mucho más que una gran obra: es una de las pinturas más complejas de la historia del arte. El uso magistral de la luz, la perspectiva, y el énfasis en los espejos y sus reflejos, son las claves para los que se aventuran a interpretarla.

Lo más interesante, es que los verdaderos protagonistas se encuentran fuera del lienzo: las miradas de los personajes retratados parecen mirar fijo a los ojos del espectador… Las interpretaciones son múltiples, pero la magia (y la controversia) de los espejos del fondo de la composición, es que parecen situarnos a Ud. y a mí como partícipes de la pintura.

Estos pueden ser la perfecta analogía de uno de los principales objetivos de la reflexión que nos convoca esta semana: interpelarnos, haciéndonos sentir en el centro mismo de la escena.

Muchos comentaristas han observado la transición que sufre el Libro de Vaikrá en medio de Parashá Ajarei Mot. Paulatinamente deja de hacer foco en los rituales del Templo, para presentar leyes morales y éticas.

Parashá Ajarei Mot, comienza describiendo el ritual de Iom Kipur; no ofrecer sacrificios fuera del Templo; si se sacrifica un animal, su sangre debe ofrecerse ritualmente sobre el altar; si no es un sacrificio, la sangre debe cubrirse con tierra, y en ningún caso se debe comer sangre.

El texto continúa con una serie de prohibiciones sobre las relaciones sexuales incestuosas, consanguíneas o de diverso grado o parentesco, denominadas Guilui araiot, “mostrar o destapar la desnudez”.

Y como en una imagen espejada, la Haftará del Profeta Ezekiel encuentra a Jerusalén desolada precisamente por estas transgresiones: “Han descubierto la desnudez de sus padres, han violado a las mujeres durante su impureza. Han cometido actos abominables con las esposas de otros hombres; En su depravación, han contaminado a sus propias nueras, han violado a sus propias hermanas” (Lev. 22:10-11).

Los delitos cometidos hacen que las regulaciones descritas en la parashá estén espejadas en la haftará, transformando a Jerusalén en lo que Ezekiel llama la “ciudad del derramamiento de sangre” (Lev. 22:1).

Son culpables de asesinar inocentes, de oprimir a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas.

Sin embargo, fueron la promiscuidad, el incesto y el adulterio los signos contundentes de la decadencia y la perdición. Han perdido la santidad y el respeto al prójimo. Han perdido el límite. “Me han olvidado, declara D-s” (Lev. 22:12).

Parashá y Haftará dialogan en un quiasmo delineando una visión cruda del mundo, en una lección que viene directo desde el Sinaí y es parte de la condición humana: todo debe tener un límite.

Este sería, al menos, uno de los enfoques que explican las leyes de Guilui araiot: Rab. Yehuda Loew, más conocido como el Maharal de Praga, explica que según la opinión de Jazal, “gilui araiot es la forma más extrema de subyugación del hombre a su cuerpo físico”. Cuando una persona sucumbe, es como un animal que no tiene inteligencia ni comprensión, y todo su comportamiento es puramente instintivo.

El Maharal sugiere que surge de la preocupación excesiva por el propio ego, y la falta de amor y preocupación por los demás. Quizás, en un plano simple, Maharal intenta explicarnos que el ser humano debe aspirar a no dejarse llevar por el deseo.

Un individuo obsesionado con su propio yo y absorbido por la autogratificación, no ve las necesidades de los demás, no advierte el propósito del mundo que lo rodea. Vé a la contraparte como un objeto, un medio para su satisfacción, y no como un ser con sus propios deseos y un propósito en sí mismo. Vé la utilidad, y no la santidad.

Aunque el cumplimiento es responsabilidad de cada individuo, las prohibiciones de las araiot están profundamente arraigadas en la sociedad humana, y con ella vienen arraigados los intentos de explicar este tabú humano universal: según el Dr. Harvey Goldberg, “el tabú de las relaciones sexuales prohibidas son la piedra angular de la cultura humana”. (Dr. Harvey Goldberg, Enciclopedia Hebrea, “araiot, guilui” – volumen 27 p. 202).

Sus estudios antropológicos revelan que “en toda sociedad humana existe una prohibición (del incesto).

No existe ninguna sociedad en la que se permitan las relaciones sexuales entre un hombre y su madre o su hermana o su hija; de la misma manera no existe ninguna sociedad en la cual la prohibición se limita sólo a las relaciones de primer grado, más bien se extiende a las relaciones secundarias de diferentes maneras en cada sociedad”.

La cultura humana representa (o debería representar) la superioridad del Hombre por sobre el instinto animal: él, por sus elecciones, por sus creaciones sociales y culturales, por su pensamiento legal y científico, por su comprensión psicológica y religiosa, crea modos de contacto entre hombres y mujeres, y crea límites para las relaciones sexuales. Forja su conducta adecuándose a su perspectiva social.

De esta manera, como toda actividad humana, su actividad sexual también puede (y debe) ser elevada a un acto humano que lo distingue de los animales, y parte de la definición de “persona con capacidad de elección”. La respuesta aparenta ser sencilla: una persona es libre de moldear su propio comportamiento sexual, tanto para bien como para mal.

El hombre, al tener libre elección, podría elegir deshacerse de las limitaciones culturales y sociales, y dedicarse a la satisfacción de su apetito sexual sin límites. Al hacerlo, desecha conscientemente la cultura humana, las leyes de la sociedad, la tradición de sus antepasados, los mandamientos de su religión: no está actuando como un animal; más bien, se está poniendo a sí mismo en un nivel inferior.

Si actuamos así, no habrá nada que nos proteja de la autodestrucción y de la degeneración: tal como menciona la Torá “la tierra vomitará a sus habitantes” si rompemos los límites del comportamiento aceptable. (Lev. 18: 25-28).

En conjunto, Parashá Ajarei Mot y su Haftará son espejos que se reflejan mutuamente, como un cuadro dentro de otro. Uno puede ser la pregunta que nos incomoda y nos moviliza; y el otro, la verdad que nos invita a nuevas y mejores preguntas.

Rab. Jonathan Sacks decía que “el judaísmo siempre ha sido una religión de protesta. Siempre hemos sido conscientes de la brecha entre el mundo que es y el que debería ser”.

Construiremos una sociedad mejor cuando cada uno sea lo suficientemente valiente como para verse reflejado en las palabras milenarias del Profeta Ezekiel, y admitir que aún hay cosas por cambiar. En un mundo impregnado de consumismo, de racionalización de la espiritualidad y búsqueda desenfrenada de la satisfacción instantánea, el imperativo de este mensaje no podría ser más relevante.

¡Shabat Shalom amigos!
Seba Cabrera Koch

Parasha Ajarei Mot

Vaikrá 16–18

Al comienzo de nuestra parashá leemos que D’s le habló a Moshé después de morir los hijos de Aharón.

Todavía estamos impactados emocionalmente por este hecho…
Y nos encontramos directamente con el texto central que leemos en Iom Kipur, nuestro día más sagrado.
Se nos enumeran los rituales que debemos llevar a cabo y se nos convoca a expiar nuestras equivocaciones y a purificar el alma.

El midrash Rabá en Vaikrá 20 nos cuenta que Nadav y Avihu, dos de los hijos de Aharón, veían con envidia el lugar que en la comunidad ocupaban su padre y su tío y se decían: “cuándo morirán estos dos viejos?”
Y D’s les dijo:”Veremos quién entierra a quién”

Cada cosa tiene su tiempo, los hechos no pueden retrasarse ni apresurarse.

En el medio del inmenso dolor, Aharón debe dar el ejemplo por el lugar que ocupa.
No se puede permitir otra cosa, el poder tiene un precio muy alto.

Tenía una carga muy pesada que conllevaba el honor de ser quien era.

Debía ofrecer el novillo de expiación por él y por su casa.
Debía reconocer sus faltas y presentarse limpio de culpa.
Única forma de mostrarse moralmente apto para exigirle a su pueblo la misma conducta.
Era esa pureza conseguida duramente la que le daba la posibilidad de ser quién era para el pueblo.

Nadie puede ocupar un lugar tan fundamental si carece de la fortaleza y responsabilidad que supo tener Aharón.

Humildad y entereza son condiciones fundamentales e inapelables para iluminar a los pueblos.

Una vez más la actualidad de nuestra sagrada Torá se nos muestra como el camino a seguir.

¡Am Israel Jai!
¡Shabat Shalom Umeboraj!
Norma Dembo