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Haftará Vaieshev

La Haftará de Vayeshev nos pega directo en el orgullo: ¿cuánto nos importa realmente la justicia social? Amós, el profeta que nunca tuvo pelos en la lengua, pone el dedo en la llaga: denuncia cómo los ricos de su tiempo no solo se olvidaron de los pobres, sino que los pisoteaban. “Han vendido por plata al justo y por un par de sandalias al necesitado. Pisotean en el polvo de la tierra la cabeza de los pobres” (Amós 2:6-7). Este tipo no tenía miedo de decir las cosas como son. ¿Y qué mejor conexión que con la parashá de esta semana, Vaieshev, donde los hermanos de Iosef lo venden por veinte piezas de plata? Parece que la indiferencia tiene raíces largas.

Amós también se burla de la hipocresía: ¿cómo puede alguien llamarse piadoso mientras usa ropa tomada a los pobres y brinda con vino comprado con multas injustas? “Se acuestan junto a cada altar sobre ropa tomada como prenda, y en la casa de su Dios beben vino comprado con multas” (Amós 2:8). Es como decir que en lugar de hacer un acto de justicia, te mandás un buen brindis para festejar tu supuesta espiritualidad. Divinamente irónico, ¿no?

El profeta no se queda solo con la denuncia. Usa preguntas retóricas para recordarnos algo básico: todo tiene consecuencias. “¿Ruge el león en la selva sin tener presa? ¿Da un cachorro de león su rugido desde su guarida sin haber cazado algo?” (Amós 3:4). Traducido a lo argento: si la embarraste, bancate lo que viene.

Y acá viene el gancho que nos hace mirar para adentro. Los hermanos de Iosef lo vendieron y crearon un lío que los persiguió por generaciones. ¿Cuántas veces, en nombre de nuestras prioridades o ambiciones, relegamos lo que es justo? Amós nos recuerda que la fe no es una excusa para esquivar responsabilidades sociales. Si tus valores no te llevan a respetar al otro, entonces, ¿de qué valores estamos hablando?

El desafío es doble: no solo cuestionar al sistema, sino también nuestras propias acciones. ¿Somos fieles a lo que predicamos o nos hacemos los distraídos? Y ojo, esto no es solo para culparnos y listo: es una invitación a ser mejores, a construir relaciones más justas y a dejar de vender “sandalias” cuando lo que está en juego es algo mucho más grande.

Así que, mientras reflexionamos sobre Iosef y sus hermanos, y sobre lo que Amós nos está diciendo, los invito a que hagamos el ejercicio de mirarnos un poco en el espejo. Porque si la Torá y sus profetas algo tienen claro es esto: no hay espiritualidad auténtica sin justicia social. ¿Probamos? ¡Espero que sí!

¡Shabat Shalom!
Wally Liebhaber

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