Elisha visitaba con frecuencia la ciudad de Sunem. El y su sirviente Geijazi eran hospedados siempre, por una mujer sunamita casada, quien los alimentaba y les daba una habitación especial para dormir. Elisha le preguntó a la mujer de que manera la podría recompensar. Ella respondió diciendo que no quería ningún tipo de reconocimiento público. Pero debido a que no tenía hijos, el profeta le dijo: “En esta temporada el año que viene, estarás abrazando a un hijo”. Sus palabras se hicieron realidad y finalmente pudo concebir a un varón.
Años más tarde, mientras estaba en el campo con su padre, su hijo gritó: “¡Mi cabeza! ¡Mi cabeza!” Lo llevaron de regreso a su madre, quien lo sostuvo en su regazo mientras tristemente moría. Ella lo acostó en una cama e inmediatamente pidió traer a Elisha junto a su hijo. El profeta envía a su ayudante con instrucciones claras para colocar el bastón sobre la cara del niño, pero el esfuerzo por salvarlo no tiene éxito.
Elisha entonces decide él mismo ir hacia la casa a ver a la madre y al niño qué todavía estaba muerto, acostado en un sillón. El profeta se encierra en una habitación con el niño y le reza a Dios. Entonces el cuerpo del chico comenzó a calentarse. Nos cuenta la historia qué el niño estornudó siete veces, abrió los ojos y volvió a respirar.
Tanto la parasha de esta semana como la haftará cierran con historias de hijos que milagrosamente sobreviven, relatos que de otra manera hubieran sido tragedias. En la porción de Torá de esta semana Itzjak es casi sacrificado por su padre en la cima del monte Moriá, pero es salvado en el último minuto por un ángel y un carnero estratégicamente ubicado en tiempo y espacio. El niño sunamita muere pero es revivido por Elisha gracias a su pedido a Dios.
Nuestra tradición nos regala relatos que nos desafían a enfrentar nuestros propios caminos llenos de miedos y dificultades, con más sabiduría, más fe y más plegaria. Esta mujer nunca bajó los brazos y confío la vida de su hijo a Elisha. Supo ver en la tragedia un destello de luz que le dió la fuerza para nunca abandonar a su hijo, así como Abraham que con fé llegó hacia el final de la travesía y superó cada prueba que le había planteado Dios.
Son historias que nos hablan de momentos sumamente difíciles y complejos a los que la vida nos puede enfrentar. Como puede ser una prueba trascendente en nuestra vida, o la pérdida de un ser amado.
Superar nuestros propios problemas, tragedias y desafíos de vida, depende principalmente de nosotros. Para hacerlo bien, la clave está en la manera en la que enfrentemos aquello que nos sucede. Animémonos a depositar nuestra confianza en Dios, especialmente en nosotros, y en aquellos seres que nos rodean y cuidan cada día, para así poder superar con coraje los obstáculos más difíciles.
Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse