Un milagro para una sociedad insensible
Comentario a II Reyes 4:1-37
Los primeros capítulos del Sefer Melajim Bet (II Reyes) contienen algunas de las historias sobre Eliseo, Elisha, un profeta y hacedor de milagros.
Un día, una viuda acude a él angustiada, en uno de los pasajes más estremecedores del Tanaj: “Tu siervo, mi marido, es muerto… y el acreedor ha venido a llevarse mis dos hijos por siervos” (Capítulo 4, versículo 1).
La mujer tiene deudas que no puede pagar y el acreedor amenaza con tomar a sus hijos como esclavos. Todo lo que ella tiene es una jarra de aceite. Eliseo le dice que recoja recipientes vacíos de sus vecinos y que vierta su aceite en ellos. Ocurre un milagro, y su pequeña jarra no se vacía hasta que todos los recipientes vacíos se llenan de aceite.
El profeta Elisha, con este milagro, hizo que la mujer y sus hijos puedan pagar su deuda. Sin embargo, el profeta no pudo resolver la raíz del problema.
Como si tratara de poner una gran lupa sobre el hecho, se observa que el fenómeno de la esclavitud es descrito de un modo muy grave: insisto, el acreedor quiere cobrar la deuda tomando como esclavos a los hijos de la viuda.
Al menos de aquí, se infiere que en esos tiempos, la ley no impedía tomar esclavos como moneda de cambio para saldar una deuda. Según la Torá este acto está prohibido, pero principalmente, es repulsivo desde el simple aspecto ético y humano.
Pero, en efecto, y más allá del milagro de la jarra de aceite, ¿por qué Elisha no interpeló directamente al prestamista? Porque el profeta no puede luchar para erradicar la raíz del mal: no puede cambiar la norma que le permite a éste y a otros prestamistas actuar de este modo. Elisha puede hacer milagros, pero no puede cambiar el orden social y transformarlo, al menos no él solo.
Por eso el grito de la madre es una súplica contra este desmoronamiento social, ante un profeta que aunque quisiese, no tenía la capacidad de corregir esta fractura.
Esta historia delata una herida de la sociedad que aún hoy, queda expuesta en el trato al pobre, al diferente, al extranjero, al desconocido. Por eso, esta haftará es una alegoría del ser humano traspasando los límites de la indiferencia y perdiendo su humanidad.
En la conexión con el fragmento de la Torá que nos reúne esta semana, la historia de Sedom (Sodoma) nos interpela a examinarnos como sociedad: “Y dijo el Eterno: el clamor de Sedom y Amorá es enorme, y su pecado es sumamente grave…” (Génesis 18:20)
Distintas fuentes tratan de explicar cuál fue este “pecado sumamente grave”. En ese sentido, el comentarista medieval Rabbeinu Bahya indica que el pecado más grave de Sedom, incluso más que la inmoralidad sexual, la blasfemia, el asesinato de inocentes y la idolatría, es el relacionado con la falta de tzedaká entendida como la falta de justicia, la indiferencia ante el Otro. Y ese fue el límite.
Una mujer que teme la esclavitud de sus hijos, pone de manifiesto un entramado social corrupto que permite al prestamista hacer semejante amenaza, aparentemente sin que nadie intervenga para detener esta injusticia.
Frente a la apatía y el desinterés, el milagro del profeta exige justicia ante una sociedad insensible a los más débiles y desprotegidos.
La historia de la viuda y su paralelo con la historia de Sedom, nos demuestra que el ser humano que no reconoce la humanidad en el Otro, está perdiendo a su vez su propia humanidad.
Lo verdaderamente grave, en ese entonces y hoy, es no ver lo que pasa alrededor. Aceptar las cosas como son es permitir que en cada generación y en cada lugar exista un estándar que imponga de qué manera se mide el mundo.
Rab. Lord Jonathan Sacks Z´L aseguró que “en un mundo que reclama cada vez más diversidad y tolerancia, el camino a recorrer es el principio de responsabilidad colectiva”.
Parafraseando el conocido principio que resume toda la Torá: “hacer por Otro lo que harías por ti mismo”. No se necesita ser un profeta para hacer actos que revelen lo Divino que habita en cada uno: son nuestros pequeños actos, los que puede representar un gran milagro para alguien.
Por eso, no debemos aceptar el mundo como es.
Debemos desafiarlo en nombre del mundo que debería ser.
Esa es nuestra responsabilidad.
Shabat Shalom umeboraj!
Seba Cabrera Koch
A la bendita memoria de Yitzhak Rabin Z´L.
Fuentes
-Bin Nun, Y. La ley de los esclavos en Israel. Cortesía sitio 929. 2025 © HaTanakh.com
-Brander, K. Coaxing Divine Miracles to Heal our Wounded. 2025 © Sefaria
Cabrera Koch, S. Shabat Vaierá: El mito de Procusto y el pecado de Sedom. 2023 © Radio Jai
-Coffman, Aryeh. Tora con comentario de Rashi, tomo 1 Bereshit – Génesis. 2001. Editorial Jerusalén
-Rabbeinu Bahya (Bahya ben Asher, rabino, erudito y cabalista. Nació hacia el siglo XIV en Zaragoza; y se radica en Eretz
israel, donde fallece): comentario a Bereshit 18:20. Consultado desde Sefaria.org
-Reyes II. 4:1-37. Consultado desde Sefaria.org
-Reyes II. Capítulo 4. Version en castellano consultada desde HaTanakh.com
-Sacks, J. Covenant and conversation: Vayera. © 1981-2023 The Rabbi Sacks Legacy Trust
-Samet, E. Elishá frente al fenómeno de la esclavitud. Cortesía sitio VBM de Har Etzion. 2025 © HaTanakh.com
