¿Qué vas a hacer con tus sueños?
Esta semana, la Tora, nos entrega uno de los sueños más conocidos del Génesis.
El mundo onírico tan presente en las últimas parashiot, es la constancia del valor que tienen los sueños como un medio elaborativo de nuestros aconteceres cotidianos, o como conector entre mundos, trayéndonos información de otros tiempos ya sean presentes, pasados o futuros.
Sea como sea, esta vez el soñador fue el Faraón, y sus tan conocidos sueños de las vacas y las espigas. Siete vacas flacas y miserables comiéndose a siete vacas gordas y hermosas; siete espigas sanas siendo devoradas por siete espigas secas…
Estos sueños reiterativos desesperaron al Faraón, quien ansioso de una interpretación reunió a los mejores sabios y sacerdotes del reino. Ninguno pudo darle una respuesta, solo Iosef. Un esclavo hebreo, apresado, que se hizo conocido por haber interpretado sueños en la cárcel.
Una vez frente a la máxima autoridad, ya limpio y con ropas nuevas, escucho el relato que el mismo Faraón le repitió y sin dudar le respondió lo que Dios iba a hacer en Egipto. Siete años de abundancia serán seguidos de siete años de hambruna…
Inmediatamente luego de esta interpretación, Iosef no se detuvo, sino que continúo diciéndole al Faraón lo que tenía que hacer…
Y este punto es para mí muy importante. Iosef, el gran soñador, como vimos en las parashiot anteriores, tenía el don de interpretar los sueños. Pero en esta oportunidad dio un paso más, y se atrevió a pararse frente al Faraón y decirle lo que tenía que hacer. ¿Un simple esclavo hebreo, sacado del pozo más oscuro diciéndole al gran Faraón, considerado un Dios para su pueblo, lo que tenía que hacer…?
En esta oportunidad, el texto nos muestra un Iosef humilde, parado frente al Rey, pero siendo un mensajero del mensaje divino: No procede de mí, Dios será quien responda sobre el bienestar del Faraón. (41:16) Y es desde esta misma humildad, que no pretende nada para sí, sino que entiende la importancia de decir lo que hay que decir, o hacer lo que hay que hacer.
Toda la propuesta que Iosef hace al Faraón podría haber sonado descabellada, políticamente incorrecta y hasta insolente, por varios motivos. Redoblar los impuestos, ajustes en el consumo durante los años de bonanza. El plan de Iosef, incluía en las restricciones al Faraón mismo. Éste, acostumbrado a que todos lo veneren y le traigan respuestas cómodas, positivas, fáciles, tenía frente a él un muchacho que vaticinaba un desastre en una tierra tan abundante como lo era Egipto. Y además se estaba atreviendo hasta de dudar de los dioses que cuidaban la agricultura y la ganadería de la potencia más grande de esos tiempos.
No obstante, Iosef no dudó, utilizó la información recibida y rápidamente ideó un plan que dejo perplejo al Faraón y su corte. Sus palabras eran tan seguras, despojadas de egoísmo, avaladas por su Dios, que no temió y ese valor le hizo ganar la confianza y simpatía del Faraón: Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay sabio como tú. Tú estarás, sobre mi casa y por tu mandato será sustentado todo mi pueblo, solo (en cuanto) al trono seré más grande que tú (41: 39,40)
Lo que llevo a Iosef a la cúspide en Egipto, no solo fue su capacidad interpretativa, sino por sobre todo su capacidad de acción, su sinceridad y honestidad.
Todos tenemos sueños, o de alguna manera u otra recibimos información que nos marca un rumbo.
¿Tenemos el valor de transformar esas ideas en actos?
Tal vez Iosef, nos da una clave: preguntarnos qué hay detrás de esos sueños. Una perspectiva egoísta puede llevarnos a un pozo oscuro, pero si reconocemos a Dios detrás de aquello que soñamos, y percibimos que somos los mensajeros para realizar una acción concreta en este mundo, ésa que nos pertenece y que todos tenemos, entonces, guiados por un impuso interior, haremos que ni el miedo, ni los rangos sociales, impidan que lleguemos a la propia cúspide y ala realización.
Tal vez, las luces de Januca tengan ese sentido, despertarnos luego de haber soñado, y una vez con los ojos bien abiertos comenzar a trabajar por la realización de nuestros sueños.
Jag Sameaj y Shabat Shalom.
Grace Cobe