Skip to content

Haftara Shemini Atzeret

Un día para detenernos y apreciar todo el camino recorrido

Reyes, 8: 54-66

Hacia fines del siglo XII, un viajero judío emprendió un largo viaje que lo llevaría hasta los confines del mundo conocido.

Desde Cataluña hasta Bagdad, recorrió ambas costas del Mediterráneo, Oriente medio, Egipto, Sicilia y Francia: se estima que durante doce años visitó 190 ciudades de Europa, norte de África y Asia.

Su nombre era Rabi Biniamin bar Ioná del país de Navarra, llamado para la posteridad como Benjamín de Tudela.

En tiempos en que las historias de lugares lejanos abrazaban lo mitológico, y la fantasía alentaba a los aventureros rumbo a lo incierto, la bitácora de viajes de este joven sefaradí es valorada al día de hoy como la mejor descripción del mundo medieval, así como una fuente de importancia primordial para la historia de los judíos en el siglo XII.

Su Libro de Viajes es considerado uno de los documentos más importantes de su época: sus impresiones acerca de los sucesos cotidianos de los lugares que visitó, la espontaneidad con que narra las vivencias de los judíos, la descripción de sinagogas y casas de estudio, cifras de población, formas de vida, logros y dificultades de aquellas comunidades, son una de las joyas de la literatura judía.

Los relatos de Benjamín de Tudela, más allá de las admirables descripciones de su época, son una de las primeras fuentes de la demografía judía, convirtiendo a la obra en un clásico.

En una de las tantas entradas a su diario escribe lo siguiente: “Había [en El Cairo] dos sinagogas, una para [los judíos oriundos de la Tierra de] Israel y otra para [los de] Babilonia. Observaban diferentes costumbres con respecto a la lectura de las porciones de la Torá. Las comunidades de Babilonia leían una porción cada semana, como hacen en España, completando así la Torá cada año. Pero en la comunidad de Israel no seguían esta práctica, sino que dividen cada porción en tres secciones y terminan la Torá cada tres años”.

Benjamín de Tudela finaliza relatando: “Sin embargo, mantienen la antigua costumbre de reunir [ambas congregaciones] y realizar juntos el servicio público”.

Nuestro viajero, deja entrever en su crónica la vital importancia de reunirse, incluso si ambas comunidades no terminaron juntas sus respectivos ciclos de lectura de la Torá. Relata la experiencia de celebrar juntos, en un abrazo que añade un nivel adicional de significado al rezo de una comunidad unificada.

Esta semana nos convoca la haftará de la festividad de Shemini Atzeret, en las celebraciones en torno a la dedicación del primer Templo Sagrado por el Rey Salomón.

Comenzaba la semana previa a Sucot, seguían los siete días festivos de Sucot, y luego, como leemos en esta haftará, en el “octavo día” (es decir, Shemini Atzeret), el Rey Salomón “despidió al pueblo, y bendijeron al Rey y se fueron a sus casas, felices y regocijados de corazón por todo el bien que Di-s había hecho a David Su siervo y a Israel Su pueblo”. (1 Reyes, 8:66).

En Sucot unimos los arba minim representando las diferentes facetas de nuestro pueblo, pero es en Shemini Atzeret cuando nos reunimos con el simple propósito de pasar un día más juntos.

El octavo día nos bendice con un tiempo a solas para la introspección, un espacio para el encuentro con lo Divino.

Este enfoque también aclara la ausencia de preceptos o mitzvot especificas a cumplir en Shemini Atzeret. La esencia de la festividad es centrarse en nuestras relaciones básicas con nuestros semejantes.

Otro enfoque de “reunión” se encuentra en los escritos de Samson Raphael Hirsch, rabino, traductor y líder religioso alemán (1808-1888): “Shmini Atzeret vendría a decirnos: REUNIR para nosotros todos los pensamientos, mensajes y resoluciones que los moadim de todo el año nos han traído y resolver perseverar y aferrarnos a ellos ante D-s. Grabarlos profundamente en nuestros corazones, que se conviertan en una parte inexpugnable de nosotros mismos [para] que [estos momentos] no puedan perderse en el curso ordinario de nuestra vida…”.

Esta festividad final, sin la solemnidad, la fanfarria ni el entusiasmo que inspiran otras festividades, nos sugiere incorporar todas las ideas que hemos estudiado, los sermones que hemos escuchado y las emociones que tenemos sentido en las Altas Fiestas, como repositorio del cual abrevar cuando regresemos al “alboroto de la vida”.

Nuestros sabios explican que en su significado, la palabra “atzeret” es como una señal de “PARE”, porque nos obliga a detenernos antes de continuar nuestro camino.

De la misma manera en que Benjamín de Tudela se detuvo para dejarse sorprender por la unión de las comunidades, Shemini Atzeret es un momento para detenernos, reflexionar y elevar nuestras vidas mundanas con la espiritualidad que nos merecemos.

Asegurarnos de detenernos un momento, para volver a llenar nuestras vidas de espiritualidad y significado, y apreciar el valor de cada día.

Es una oportunidad para apreciar el tiempo extra que tenemos con D-s, con nuestra familia, nuestros amigos.

Es un momento para apreciar lo bueno y valorar que podemos compartirlo.

Detenernos para mirar atrás, agradeciendo todo el camino recorrido, y renovar el coraje para el primer paso de un nuevo ciclo que pronto comienza.

El Libro de los Libros llega a su última página, para enseñarnos que en un instante todo puede volver a empezar.

¡Moadim leSimja!
¡Shabat Shalom!
Sebastián Cabrera Koch

Compartir

Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp
Share on email

Iamim Noraim
2022-5783

Te invitamos a ser parte de este Minian, para seguir viviendo y construyendo Amijai

Conocé nuestras propuestas

×