
En la Haftará de esta semana, el profeta Jeremías nos confronta con una verdad atemporal: el corazón humano tiende a confiar en sus propias fuerzas y riquezas, olvidando que la fuente verdadera de bendición y estabilidad es Dios. “Maldito el hombre que confía en el hombre… y bendito el hombre que confía en Dios” (Jer. 17:5–7).
Este contraste entre la confianza en lo humano versus lo divino resuena fuertemente hoy.
Vivimos en una época de autosuficiencia, donde el éxito personal, las redes sociales y el rendimiento económico parecen ser las métricas del valor humano. Sin embargo, Jeremías nos recuerda que esas bases son inestables. El verdadero equilibrio interior y la seguridad no vienen de lo que tenemos, sino de en quién confiamos.
En los momentos de incertidumbre personales o sociales, esta semana el texto nos llama a revisar en qué o en quién depositamos nuestra confianza. Podemos planear, trabajar y construir, pero sin olvidar que la verdadera fortaleza proviene de una conexión constante con valores espirituales, con Dios y con una vida ética. Esa confianza nos da raíces profundas, como el árbol plantado junto al agua, que no teme ni en época de sequía.
Que mediante los valores y mensajes de nuestra tradición, podamos llevar una vida con sentido, conectando aquello que sentimos con lo que hacemos.
Shabbat Shalom!
Sem. Martín Smith