La Torá nos cuenta que: “Hubo tinieblas oscuras (joshej afela) en toda la tierra de Egipto durante tres días. Ningún hombre podía ver a su hermano, ni ninguna persona podía siquiera levantarse de su lugar durante tres días. Y para los Hijos de Israel hubo luz en todas sus moradas. Shmot 10:22-23
Una oscuridad descrita como joshej- oscuridad y afelá- tinieblas. Una oscuridad qué hacía que nadie pueda ver a su hermano ni moverse de su lugar durante tres días. Según el midrash, hasta podía tocarse con las manos, generaba pánico, inmovilidad y desesperación.
Hay oscuridad cuando uno no puede ver a su hermano y cuando nadie puede salirse del lugar que ocupa.
“ Y para los Hijos de Israel hubo luz en todas sus moradas”.
Si prestamos atención no dice que había luz en todas sus casas sino en todas sus moradas. La casa es el edificio. Hay casa aunque nadie viva en ella. Hay paredes, techo, puertas y ventanas.
Nadie diría de una casa vacía es una morada. Hay morada cuando hay alguien que te espera, alguien que te llama cuando no llegas a horario, alguien con quien comer algo, alguien que te abraza, alguien que sale a abrirte la puerta, alguien con quien compartir lo que te pasó en el día…
Hay luz cuando hay morada. Hay capacidad de ver el mundo desde otra perspectiva cuando nuestra casa es nuestro hogar, ese lugar a donde siempre necesitas volver, un espacio que se construye a partir de las palabras cotidianas, los esfuerzos compartidos, los conflictos resueltos amorosamente.
Busquemos aquella luz qué ilumine nuestras moradas. Trabajemos para diferenciar la luz de tener a nuestro hermano cerca y darnos cuenta de ello.
Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse