Hace algunos renglones nos encontrábamos frente a una de las construcciones mas conocidas de la Tora, el Becerro de oro, símbolo y creación de todo lo que no debía ser.
Ejemplo terrenal de todo lo que alguna vez Moshé le pidió a su pueblo que no hiciera.
La construcción que tiene como una de sus consecuencias la destrucción de las primeras tablas de la ley, pero a su vez fue la principal atracción para enfrentamientos, discusiones y conflictos.
Luego de aquella construcción volvemos a la programación habitual del final del libro de Shemot con la construcción del Mikdash. Pero aquí la belleza de nuestra Tora;
Entre construcción y construcción, Moshé le recuerda al pueblo que ningún fuego debía ser encendido en Shabat. Y me pregunto ¿Qué tiene que ver el Shabat y el fuego entre la construcción de lo que no y la construcción de lo que si?
Absolutamente todo.
No hay ninguna manera de seguir construyendo sin frenar para levantar la cabeza y observar lo construido. No hay mejor Shabat que el que sirve para poder frenar la semana y observar no solo donde estamos parados sino con quien estamos parados.
¿Y el fuego?
El fuego es el todo. Es el reflejo de lo mas profundo de nuestro alma, cambiante, colorido, en movimiento constante.
En las construcciones erradas o no acertadas, el fuego es la calentura, la ira, el enojo, el odio y la envidia. En las construcciones acertadas el fuego es la sonrisa, el abrazo y las ganas de bailar.
¿Qué es lo que no debemos encender en Shabat?
El enojo, la envidia, los celos, el fuego que te hace dejar de ser vos, para descansar entre construcción y construcción y de esa forma encontrarnos a nosotros mismos, para construir en cuerpo, alma y espíritu en el camino y la forma correcta.
Shabat Shalom
Sem. Brian Bruh