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Haftará Mishpatim

Dios y un hombre van bajando a pie por un camino. El hombre pregunta a Dios: “¿Dios, Cómo es el mundo?” Dios responde: “Te voy a contar, pero tengo seca la garganta. Necesito un vaso de agua fría. Si vas y me traes uno, te digo cómo es el mundo”.

El hombre se dirige a la casa más cercana para pedir el vaso de agua fría.

Golpea la puerta, y abre una bella y joven mujer. Él pide el vaso de agua fría.

Ella responde: “Te voy a dar agua con todo gusto, pero es mediodía, la hora de la comida. ¿Por qué no entras primero y te sentás a comer?

Pasaron treinta años. Cinco hijos. Una familia hermosa, una casa hermosa y una tarde, estando en su casa, cuando llega viento fuertísimo sacude la casa y El hombre grita: “Auxilio, Dios mío”. Y entonces dicen que una voz sale dentro del viento y dice: “¿Dónde está mi vaso de agua fría?” Al hombre se le abren los ojos, mira la casa y dice… Eso vine a buscar…

A quien no le ha pasado de haberse parado de su silla, de la cama, del sillón caminar hasta la cocina, abrir la heladera y con una mano en la puerta y la otra en la cintura decir “Que quería?” No tenés ni idea que haces ahí, y si alguien te ve en ese momento no hay vuelta atrás.

Hace unos años científicos empiezan a hablar del Síndrome de las ventanas abiertas, que dice que las personas que acostumbran a tener en la computadora muchas ventanas abiertas son altamente menos efectivas, ya que el tener Demasiadas Ventanas y cosas abiertas hace que uno saltee las tareas y no pueda concentrarse en ninguna de principio a fin.

Lo mismo sucede con nuestra mente. A veces tenemos tantas cosas, temas, preocupaciones o quizás charlas con nosotros mismos que nuestra mente no permite que estemos donde está nuestro cuerpo.

No es un tema de memoria, es una cuestión de atención.

Podes estar acá sentado esta noche o en tu casa compartiendo este shabat desde el lugar del mundo que sea y no tener ni idea de lo que hablamos.

Podés estar tomando un último café con alguien sin saber que es el último y no estar ahí. Desperdiciando el momento del ahora.

Estar hablando en casa y de repente me doy cuenta que digo tímidamente “Si” y del otro lado aparece un “Si que?” Chau. Nada más para agregar.

En la Parasha de esta semana, Mishpatim, aparece una frase fenomenal en el texto que dice: “Entonces le dijo Adonai a Moisés: Sube a Mi, al monte, y estate allí, y te daré las tablas de piedra…” (Éxodo 24:12)

Sube al monte y estate allí. Si, obvio…

No es obvio, y menos si ese Moshe sos vos hoy.

Subir físicamente y estar ahí mental y espiritualmente. Cuerpo y alma en un mismo lugar.

Moises recién salido de Egipto, venia con la cabeza en lo que estaba sucediendo, en la salida de todo ese pueblo, en la búsqueda de comida, agua y en lo que seria el momento mas importante de la historia y de su vida, la entrega de la Tora.

Y entonces Dios le pide que suba pero que suba de verdad, que para vivir ese momento tenia que ser el momento. Poner la agenda en pausa y entonces vivir su hoy.

¿Dónde estás? ¿Dónde está tu mente? ¿Dónde estuviste esta semana que se fue?

Cuales son los momentos donde estás completamente y al 100% para el que tenés enfrente?

No es siempre, está bien poder viajar con la mente, hace 500 días que el cuerpo está acá y la mente va y viene a Israel en cada noticia, video o transmisión en vivo en cada regreso de nuestros secuestrados.

Pero la Tora entera frena y te pide que te fijes para quien podes por un rato juntar tu mente, tu alma y tu cuerpo. Para quién vas a dejar el teléfono lejos, porque no hay nada mas importante que tener esa mirada o esa charla.

Cuenta el texto que Moshe subió al monte, y estuvo allí, Panim el Panim. Cara a cara en la cima del monte y ahí y solo ahí, pudo recibir la Tora Kdusha.

¿A donde vas a ir a encontrar tu Tora?

Vayas a donde vayas, elegí estar ahi, pero estar ahi de verdad. Porque vos y el otro, física o espiritualmente, se merecen estar ahi.

Shabat Shalom Amijai
Sem. Brian Bruh

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