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Parasha Shemot

La zarza ardiente. Parte cinematográfica si las hay en nuestra Sagrada Torá.

Si leemos el contexto en que sucede (capítulos 2 y 3), veremos que unos versículos antes Dios escucha el lamento y el sufrimiento del pueblo, y toma cartas en el asunto. Llama a un pastor de ovejas, Moshé, para que venga a hacerse cargo de Su rebaño.

Antes de llamarlo y ofrecerle el “puesto”, hace algo para atraer la atención de Moshé (Shemot 3:2): “Se le apareció el Enviado de Ado-nai a él (Moshé), en el corazón de un fuego, en medio de la zarza. Vio él y he aquí que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía”.

¿Qué es una zarza? Un pequeño arbusto, que en hebreo se dice סנה “Sené” y de allí derivará el nombre Sinaí, que es el nombre por el cual será más conocido este lugar donde Dios se le presenta a Moshé.

Un árbol del cual sale fuego pero no se incendia. Rashbam (Siglo 12) nos enseña que incluso en el lugar de donde salía la llama de la zarza no había nada de “brasa”.

Dios le habla a Moshé desde el interior de la zarza y no en otra clase de árbol, y resuena el versículo de Tehilim 91:15: “Yo estoy con él (Israel) en el sufrimiento (tzará). A su vez, la zarza es un arbusto espinoso y bajo. Rashí (Siglo 11) explica aquí que Dios escogió revelarse a Moshé en este arbusto y no en un árbol grande e imponente porque Israel estaba sumido en el exilio y el sufrimiento. Ello implicaba que la soberanía de Dios no era manifiesta al mundo, y en cierto sentido, Dios compartía su (nuestra) pena, la zarza aludía a este concepto (La Torá con Rashí – en español. Aryeh Coffman).

Este corazón de fuego de la zarza simboliza la misma Torá, que ha sido escrita a modo de un “fuego blanco sobre otro fuego negro”.

Claramente pasó mucho más que eso en este episodio bíblico, donde va a acontecer un debate de una semana entre Dios y Moshé, quien por su característica humildad, quizás por miedo, por sentirse falto de capacidades, no quiere aceptar el puesto de líder de Israel. Y sí, Moshé siempre plantea preguntas y dudas, pero es el que habla con Dios cara a cara, el que lleva al pueblo 40 años por la travesía en el desierto, el que se enfrenta a miles de desafíos. Una fe con dudas, en un momento de muchos tzures, sufrimientos injustos y persecuciones. Y ahí asume Moshé ese desafío, de liderar al pueblo judío. Se hace cargo.



Esta época del mundo llama la atención.
Vivimos desde el 7 de octubre de 2023 una pesadilla, donde no solamente tenemos miles de muertos para llorar, 100 secuestrados para traer de regreso a casa, sino que además resurge un odio a los judíos tan recalcitrante que nos sentimos muy solos a veces.

Pero en la misma época, vivimos la solidaridad de nuestro pueblo, donde nos apoyamos, nos cuidamos, donde vemos también quienes son nuestros verdaderos amigos (si quieren leerlo en clave política, ok, pero también lo vivenciamos como individuos). Y encontramos apoyo en gente que realmente entiende el valor de la vida.

Y ahí es donde se engancha el relato milenario de la Torá con nuestra realidad, porque la Torá nos habla a nosotros. Hay un momento de aflicción, donde el pueblo la pasa mal, muy mal. Y entonces viene una señal que roza lo sobrenatural, pero con mucho simbolismo. Un pequeño árbol llama la atención de un pastor desterrado y perseguido, y el símbolo es el fuego. Un fuego que existe plenamente, pero que no arruina al árbol sobre el cual está.

Desde el 7/10/23 vemos como resurgimos también nosotros, con dificultades, quizás con temores, pero poniendo por delante una valentía que se ve expresada en ejemplos de vida, desde los soldados del TzaHaL hasta el activista comunitario de una provincia argentina, que salen a demostrar que su identidad judía está cada vez más fuerte y se siente más orgulloso de ser judío.

Como todos los textos que cité antes, de siglos lejanos, también les traigo otro texto de hace más de 70 años, donde el Rab Dessler hablando del “matir asurim”, el que libera a los cautivos (lo decimos todos los días como parte de nuestros rezos) dice: “Casi todo el mundo está cautivo en manos de las fuerzas del mal (sitra ajera)… Incluso grandes y buenos, casi sin excepción. E incluso así, la fe, la Torá y las prácticas judías no se terminan (Dios no permita). He aquí que nosotros vemos guevurot, fuerza y heroísmo, que no se pueden ni presuponer ni estimar anticipadamente de ninguna manera, realmente “ve-ha-sené einenu ucal” la zarza no se consume”.

Hoy hay miles de motivos para ser pesimistas, mucha maldad y mentira. Mucho comprador o vendedor de mentiras llenas de odio. Pero nosotros vamos a seguir adelante, optimistas, agradecidos de ser quienes somos.

Con un fuego sagrado que tenemos en el pecho, y que nos lleva a seguir adelante. Que es hermoso, que no se termina y lejos de consumirnos, nos llena de energía y fuerzas para lo que viene.

El desafío es saber ver las señales, que quizás no sean tan llamativas, ni mucho menos Dios se nos presente y nos llame por nombre como lo hace con Moshé, pero claramente este es un momento de acción, de dar el paso al frente, de seguir adelante con más fuerza, de evitar peleas internas inútiles que den de comer a nuestros enemigos, de juntarnos, de seguir adelante con cada sueño, cada idea, cada proyecto.



Hoy leo distinto aquél momento de la zarza ardiente. Veo que hace poco más de un año teníamos una idea, un sueño, que era armar un lugar de estudio y vivencia de Torá para nuestros jóvenes. Las conversaciones comenzaron allá por noviembre del ‘23, y hoy es una realidad. Eso me llama a decirles, vamos para adelante, aunque tengamos alguna duda como Moshé, no dejemos de hacer nuestra parte de la labor.

Te estamos esperando.

¡Shabat Shalom!

Rab Meir Szames
La Ieshive en IG @la_ieshive

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