Las llaves del palacio
La llegada de un nuevo año nos plantea interrogantes, evaluaciones y proyecciones.
Los tres días que vamos a transitar juntos nos desafían, ante todo, a apropiarnos del tiempo que compartiremos. Sentir que experimentaremos un proceso de transformación y reparación, construyendo un refugio que nos cobije para no tener miedo.
Aprovechemos estos días, no los dejemos pasar, aferrémonos a la increíble oportunidad de reencontrarnos con lo que cada uno valora como importante. Parafraseando a un gran filosofo judío contemporáneo, construyamos un palacio suspendido en el tiempo, un palacio que habitaremos tan sólo tres días y dejemos entrar en él a los recuerdos y a los nuevos proyectos, a los cercanos y a los lejanos, a lo que nos ata y a lo que nos libera.
Volvamos al dialogo con nosotros y con los que nos son queridos y amados, pareja, padres, hermanos, amigos. Esa es la verdadera idea de Teshuvá, es el primer paso hacia la valiente afirmación de la vida, de saber asumir incertidumbres, pero también y más aun, de aprender a sumergirse en la búsqueda de la plenitud y la felicidad.
En el Talmud, tratado de Nedarim, nuestros sabios nos afirman que la Teshuvá, fue creada antes del acto de la Creación mismo. Significa que la idea de poder uno modificarse, de poder volver a sí mismo, de cambiar rumbos, es parte integral de la creación y el mundo no puede existir sin ella.
Un sabio refrán hindú dice: “Los hombres no heredaron la tierra de sus antepasados, sino que la tomaron prestada de sus hijos!”.
Recibimos en custodia un legado, una comunidad, un mundo. ¿Hacia dónde dirigimos nuestros días, que hacemos con todo aquello que recibimos como custodia para nuestros hijos, para la próxima generación?
Víctor Frankel, pensador formado en la experiencia de la Shoa, dijo una vez que la vida vale vivirla a los efectos de mejorarla. “vive tu vida de forma tal, nos dice Frankel, que puedas seguir adelante y continuar tu jornada”.
El judaísmo recibe al futuro con optimismo, sus puertas están abiertas y siempre podamos comenzar de nuevo. Somos libres. Somos libres de pedir perdón y de saber perdonar.
En el Midrash leemos: “Cuando tengas misericordia para con el otro, hay Alguien, un Ser infinito que Será misericordioso contigo, pero si no tuvieses misericordia, nadie lo Será contigo”.
Somos libres de volver a la comunidad, de ayudar y recibir, de compartir y exigir.
En un difícil año de desafíos, somos libres de dar construir una Comunidad en acción y constante capacitación, con un esfuerzo gigantesco y encantador. Somos libres de sentir responsabilidad por los enfermos, los golpeados, los pobres, los que viven en soledad, los que susurran sin fuerza, pidiendo una mano, un abrazo, una palabra.
Somos libres, sabiendo, que esa libertad es muchas veces dolorosa, frustrante, amenazadora.
En muchos aspectos, la vida se asemeja a un paseo en tren. Subimos a él, por un periodo limitado de tiempo, hasta llegar a la estación final. En el camino, el tren tiene distintas paradas, unos suben, otros bajan, para algunos es el comienzo del viaje, para otros el final.
En el transcurso de la larga jornada, uno va encontrando gente diversa. De la misma forma, cada Rosh Hashaná representa una de las paradas de ese tren. Esta parada, esta pausa de tres días nos permite reevaluar nuestras vidas, resetearlas, cambiar de rumbo. Lo importante es aprovechar este tiempo y prolongar su efecto al retomar nuevamente el camino.
No amaneceremos totalmente diferentes mañana, pero podemos exigirnos de cambiar pequeñas cosas que hagan la diferencia. Estos días pueden significar el comienzo de un cambio de ruta de nuestro tren.
En el Midrash del Shir Hashirim, del Cantar de los Cantares, está escrito que D’os nos dice:” Abrid para Mí un hueco del tamaño de una punta de aguja y Yo abriré para ustedes puertas, como las puertas de un gran palacio”.
Abramos juntos ese pequeño hueco y entremos quizás en el gran palacio.
Los actos pasados son cerraduras con llaves que ya se perdieron. Ahora busquemos juntos las llaves del gran palacio que D’os nos tiene preparado…
¡Ktiva ve Jatima Tova!
Rab. Sarina Vitas