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Parasha Balak

Viste cómo es. Hay días en que todo parece bendición… y hay días en que lo que parece bendición, viene con truco.

Eso, más o menos, es lo que pasa en la Parashá Balak de esta semana. Entra en escena Bilam, un profeta gentil que, contratado por Balak (rey de Moab, enemigo declarado de Israel) tenía una misión clarísima: maldecir al pueblo judío. Fácil. Pasa que… no le sale. Cada vez que abre la boca, en lugar de maldiciones, le brotan bendiciones.

Ahora, uno podría decir: final feliz, ¿no? Pero no. Los sabios, que no eran ingenuos, leyeron entre líneas. Porque hay palabras que bendicen… y hay palabras que disfrazan intenciones.

Un ejemplo: Bilam declara que Israel será “como cedros junto a las aguas” (Núm 24:6). A simple vista, un halago. El cedro es un árbol alto, fuerte, majestuoso. ¿Quién no querría ser comparado con semejante figura?

Pero los rabinos observan que el cedro tiene un talón de Aquiles: sus raíces son débiles en proporción a su altura. Y cuando sopla el viento del sur (el más bravo) el gran árbol se cae… y no vuelve a levantarse.

En cambio, el Talmud recuerda otra imagen, mucho menos rimbombante: la de las cañas que se agitan en el agua (Sanedrín 106a, I Reyes 14:15). Las cañas no impresionan a nadie. No son majestuosas. Pero tienen flexibilidad. Echan raíces en el agua misma. Y aunque venga el viento más feroz, se doblan… pero no se quiebran. Vuelven a su lugar.

La fuerza espiritual no se mide en rigidez sino en la capacidad de adaptarse. La vida sopla, y a veces sopla fuerte. Los que se encaprichan en mantenerse duros (de convicciones, de emociones, de palabras) muchas veces terminan quebrándose. En cambio, quienes aprenden el arte de ceder, de fluir, de ser como las cañas, logran perdurar.

Hay bendiciones disfrazadas de maldiciones. Y hay maldiciones que, si sabemos mirarlas de otro modo, se transforman en bendición. No es magia. Es perspectiva. Es interpretación. Es ese trabajo humano, profundo, que requiere agudizar la mirada, afinar la escucha, entender que las palabras y los hechos no siempre son lo que parecen.

Y entonces, en cada adversidad, buscar la oportunidad. En cada caída, una enseñanza. Y en cada viento que nos sacude… la chance de descubrir que, en el fondo, somos mucho más caña que cedro.

Shabat Shalom
Wally Liebhaber

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