Melajim l 2: 1-12
La lectura de la Torá de esta semana, Parashat Vaieji, trata del fallecimiento de Yaakov Avinu, nuestro Patriarca, que fue el padre en la vida real de sus doce hijos (y de su hija Dina). Esta sección comprende sus últimas palabras a sus hijos, lo que él sentía que ellos tenían que saber para poder cumplir su misión como era debido.
Del mismo modo, la Haftará nos cuenta las últimas palabras de David y sus instrucciones a su hijo Shlomo, quien lo habría de suceder en el trono (el Rey Salomón). (En comparación con lo que dijo Yaakov Avinu, las palabras de David fueron mucho más directas y francas, llenas de furia en la superficie y con un amplio trasfondo de significado).
“Querido hijo, quiero que recuerdes siempre una cosa – mientras vivas: que D´s está contigo y no tienes nada que temer”
He aquí una síntesis de una historia muy larga, el origen del santo Baal Shem Tov, hasta su culminación. La conexión con esta introducción que hemos hecho quedará clara al final del comentario.
El Reb Eliezer, padre del Baal Shem Tov, fue exiliado muy lejos, no sólo de su hogar, sino también de sus hermanos judíos. Él era el único judío en un país en el que se ejecutaba a todo aquel cuya identidad judía se diera a conocer. Sin embargo, de alguna manera, el Reb Eliezer pasó de ser el valet del virrey a ser el ministro más confiable del rey. Y cuando el primer ministro murió, el rey recompensó al Reb Eliezer designándolo el nuevo virrey y dándole como esposa a la hija del virrey anterior.
Por supuesto que el puro y santo Reb Eliezer nunca llegó a convivir con aquella joven mujer. Después de un tiempo, la mujer le preguntó: “¿Qué defecto tengo para que no me toques nunca ni hagamos lo que todo el mundo hace?”. El Reb Eliezer le respondió: “Si juras no revelárselo a nadie, te diré la verdad”.
Ella se lo juró y el Reb Eliezer le confesó que era judío. De inmediato, ella le dijo que volviera a su país, y le dio una fortuna de oro y plata para que se llevara consigo. En el viaje de regreso, el Reb Eliezer fue atacado por una banda de villanos que lo despojaron de toda aquella fortuna que le había dado la hija del virrey.
Estando aún en el viaje, se le apareció Eliahu HaNaví (el Profeta Elías) y le dijo: “Dado que has superado todas las tentaciones que se te presentaron en el camino, serás bendecido con un hijo que les llevará luz a los ojos de todo Israel. Él será una manifestación del versículo (Isaías 49:3) – “Israel, de quien Yo [D´s] Me enorgullezco”.
Cuando llegó a su hogar, encontró bien a su mujer. El Santo Baal Shem Tov nació cuando estaban rondando los cien años de edad. (Una vez, el Baal Shem Tov comentó que su alma no habría podido llegar a este mundo sino hasta que su padre ya no sintiera más deseo).
El niño creció. Y cuando tenía cuatro o cinco años, el Reb Eliezer lo llamó a su lecho de enfermo y le dijo así: “Luz de mi vida, yo no tendré el privilegio de criarte. Querido hijo, quiero que recuerdes siempre una cosa – mientras vivas: que Dios está contigo y no tienes nada que temer”. Que el mérito de los tzadikim nos proteja a todos.
Es por eso mis queridos amigos que en este Shabat Vaieji los invito a sentarse con cada uno de sus hijos, sin tener que esperar a un lecho de muerte, y les digan todas aquellas cosas buenas que desean para ellos y no se olviden de aquellas palabras del Melej David “Querido hijo, quiero que recuerdes siempre una cosa – mientras vivas: que D´s está contigo y no tienes nada que temer”.
Shabat Shalom.
Ari A. Alster