Yshaiahu 10:32-12:6
La Haftará del octavo día de Pesaj, tiene un mensaje valioso que nos permite abrazar la celebración en su totalidad. El Talmud (Meguila 31a) establece el texto de Yshaiahu (10:32-12:6), que comienza con la profecía que anuncia el sitio de Jerusalén a través del rey asirio Senaquerib (704-681 a. C.) y su posterior fracaso debido a la intervención divina, como se dice en Reyes II Capítulo 19.
Rashi explica el motivo de la selección de este pasaje en particular: la caída de Senaquerib ocurrió durante Pesaj. Esta afirmación, apoyada únicamente por el midrash, parece formar parte de una tradición que asocia las grandes salvaciones del pueblo judío con la festividad de Pesaj, siendo la liberación de Egipto la más notoria.
Podemos profundizar más en esta misma línea. En el corazón de la Haftará en el Capítulo 11 de Isaías habla del Mesías y los cambios que ocurrirían después de su venida. De esta manera, podríamos decir que Pesaj no es solo la fiesta de la redención pasada (o redenciones pasadas), sino también la celebración de la esperanza en la redención futura. De hecho, hay varias comunidades que acostumbran, en la última tarde festiva a realizar una comida adicional que llaman “Seudat Hamashiaj” (la comida del mesías) estimulando su pronta llegada.
Hay una conexión adicional entre Pesaj y la Redención: mientras que en el primero, Dios libera a su pueblo al enviar a Moisés, en Redención, el personaje principal en el relato del Éxodo es Moisés (aunque no en la Hagadá) es el, el enviado divino, que ocupa el lugar distinguido en la narración. Que podría haberse convertido en el mesías que no fue.
Esta conexión de Moisés con el Mesías debería llevarnos a reconsiderar la explicación del nombre de Moisés. Como bien señaló Ovadia Sforno (Italia, siglo XVI), el nombre refleja un verbo activo y no pasivo, es decir, no es “el salvado de las aguas” como dice la Torá (Ex. 2:10), sino “el salvador” como la profecía que los sabios del Talmud (Sota 13a) pusieron en labios de Miriam: “En el futuro mi madre dará a luz a un niño que salvará a Israel”.
Sin embargo, esta idea mesiánica que florece al final de Pesaj, está ahí desde antes de que comenzara. En el Shabat Hagadol que precede a la festividad, leemos en la Haftará (Malaquías 3:4-24) el anuncio de la venida del profeta Eliahu para proclamar la llegada del “día del grande y temible Adonai”.
Durante el Seder, la destacada presencia de Eliahu alrededor de nuestras mesas y la frase de cierre que resume la esperanza redentora “el próximo año en Yerushalaim” dan testimonio del lazo profundo que une el pasado –la liberación de la esclavitud egipcia- con el futuro – la era mesiánica.
En algún comentario anterior ya compartí mi visión personal sobre la llegada del Mashiaj. No se trata de esperar un gran salvador que llegará en una gran carroza, donde todos salimos a alentarlo con alegría.
Al Mashiaj no se lo espera, se lo busca. Esta en cada uno y uno de nosotros que hagamos posible su llegada, intentando que este mundo se convierta en una morada para D´os. Esto no es una tarea menor, esto es un ejercicio que debemos practicarlo, cada uno de los días, de nuestras vidas. Para eso no debemos olvidarnos del manual, que nos guía, para saber cómo debemos colocar cada uno de los ladrillos, en esta construcción; “La Torá”, que para esto nos fue revelada en el Sinaí.
Es por eso mis queridos amigos, que la Haftará de esta semana, nos invita a ir en busca de esa redención futura. La libertad es muy linda, pero para lograr esta “Era” donde la revelación se haga palpable, debemos trabajar con responsabilidad de manera individual y de manera colectiva también. Es una tarea de cada uno y de todos en comunidad y solo así, podremos proclamar al unísono el famoso “We want Mashiaj now”.
Shabat shalom y Jag Sameaj.
Ari A. Alster