Skip to content

Haftara Vaieshev

La haftará de Parashat Vaieshev, tomada del profeta Amós, no es una lectura cómoda. No
busca tranquilizarnos ni confirmarnos que “todo está bien”. Al contrario: Amós irrumpe con
palabras directas, duras, casi incómodas, para describir una sociedad que ha perdido de
vista el valor de la persona. Cuando leemos que “venden al justo por dinero y al pobre por
un par de sandalias”, es imposible no sentir que el texto nos mira a los ojos.
El diálogo con la parashá es inmediato. En Vaieshev, los hermanos de Iosef deciden
deshacerse de él vendiéndolo. Lo transforman en mercancía, le quitan nombre, voz y lugar
dentro de la familia. No es solo una traición personal, es la expresión de una lógica
peligrosa: cuando el otro deja de ser sujeto y pasa a ser un medio.
Amós denuncia exactamente esa misma lógica, pero a nivel social. Su crítica no apunta solo
a hechos aislados de injusticia, sino a una estructura que permite —y hasta normaliza— la
opresión. Lo más fuerte es que esta sociedad no se presenta como “alejada de Dios”: reza,
cumple rituales, se reconoce como pueblo elegido. Y sin embargo, algo esencial está roto.
Ese es, quizás, el centro del mensaje profético: la imposibilidad de separar la espiritualidad
de la ética. Amós no rechaza la fe, pero sí rechaza una fe vacía, desconectada de la vida
cotidiana. No se puede hablar de Dios mientras se ignora al vulnerable. No se puede rezar
con tranquilidad cuando hay otros siendo silenciados.
Como joven dentro de la comunidad, esta haftará me interpela de manera particular.
Muchas veces escuchamos que los problemas del mundo son demasiado grandes, que no
dependen de nosotros, que “siempre fue así”. Amós rompe con esa excusa. Nos recuerda
que la elección del pueblo de Israel no es un premio, sino una exigencia. Ser elegidos no
significa estar por encima de otros, sino ser más responsables por lo que sucede alrededor.
En el capítulo 3 aparece una imagen muy potente: “¿Rugirá el león sin tener presa?”. Amós
explica que él habla porque no puede callar. Hay algo que lo empuja, que lo obliga. Ese
rugido simbólico sigue resonando hoy. La pregunta es si estamos dispuestos a escucharlo o
si preferimos taparnos los oídos para no incomodarnos.
La historia de Iosef agrega una dimensión más. Aunque comienza con una injusticia
profunda, no termina allí. Desde el pozo hasta Egipto, desde el silencio hasta el poder, su
vida muestra que incluso del daño puede surgir transformación. Pero eso no borra la
responsabilidad de quienes lo vendieron. La reparación solo es posible cuando hay
reconocimiento y cambio.
Esta haftará nos invita, entonces, a repensar qué tipo de comunidad queremos ser. No
alcanza con compartir tradiciones o espacios; ser comunidad implica sensibilidad,
compromiso y acción. La justicia social no es una consigna moderna ni externa al judaísmo:
está en el corazón de nuestros textos.
En un contexto donde muchas injusticias se vuelven costumbre y donde el ruido constante
puede adormecernos, Amós nos recuerda algo esencial: la fe no se mide por lo que
decimos, sino por lo que toleramos y por lo que hacemos. Escuchar el rugido es permitir
que el texto nos mueva, nos incomode y nos transforme.

Tal vez ese sea el desafío que nos deja Vaieshev y su haftará: no mirar para otro lado, no
naturalizar lo injusto y asumir que la espiritualidad auténtica siempre se juega en la relación
con el otro.

Compartir

Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp
Share on email

Iamim Noraim
2022-5783

Te invitamos a ser parte de este Minian, para seguir viviendo y construyendo Amijai

Conocé nuestras propuestas

×