
Iermiahu es recordado como el profeta del “día del juicio final”. Tuvo la valentía de anunciar la destrucción del Beit HaMikdash, el centro espiritual del pueblo de Israel, en manos de los Babilonios. Por eso se lo llama Navi HaJurban, el profeta de la destrucción. Su compromiso con la verdad y con Di-s le costó caro: su propio pueblo lo encarceló y golpeó, pero él nunca los abandonó.
Lo increíble es que, en medio de tanta oscuridad, dejó dieciséis profecías de consuelo y redención, diciéndonos que incluso en los momentos más difíciles, la esperanza sigue viva.
Nació en Anatot, cerca de Ierushalaim, un Tishá BeAv, el día más triste de nuestro calendario, anticipando su misión. Venía de una familia de kohanim, y su padre también era profeta.
Vivió tiempos de crisis: las diez tribus del norte ya habían sido exiliadas, mientras en Ierushalaim muchos caían en idolatría y falsos profetas se presentaban como enviados del Kadosh Baruj Hu. El reino de Iehudá estaba atrapado entre Egipto y Babel.
Iermiahu se enfrentó a esta difícil realidad, a ideas que estaban lejos de la identidad del pueblo hebreo, y a los falsos profetas, intentando que la gente reconociera sus errores al hacer teshuvá para evitar la destrucción. Aunque parecía imposible, nos enseñó que incluso en la oscuridad debemos mantener nuestra conexión con lo sagrado, confiando en que siempre puede haber un nuevo comienzo.
Pero su historia me deja una pregunta: si sabía que su misión no tendría éxito, ¿por qué Di-s lo mandó? Hoy, que podemos ver la imagen completa, entendemos que los resultados de nuestras acciones no siempre se ven al instante. Lo que nuestras palabras y acciones siembran hoy puede florecer mañana, como lo hace Israel desde hace más de 77 años.
Cuando se destruyó el Beit HaMikdash, muchos dudaron de su fe y de su futuro.
Pero Iermiahu ya había profetizado todo, mostrándonos que había un propósito más grande. Sus palabras ayudaron a que, con el tiempo, Am Israel regresara a Eretz Israel y construyera la sociedad que hoy seguimos forjando en nuestra tierra sagrada.
Hoy su mensaje sigue más vivo que nunca: cada paso, cada valor y cada acción con integridad construyen futuro. Nosotros también podemos plantar para el mañana , para los qué vendran despues de nosotros y así ser parte de algo más grande, fortaleciendo nuestra comunidad, nuestra identidad y nuestro compromiso con Israel y con el mundo que queremos construir.
Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse