Parasha Ki Tavo

Debido a una acusación falsa y difamatoria los hermanos Rebe Zushe de Anipoli y Rebe Elimélej de Lizhensk, fueron aprisionados juntos en una celda en Rusia.
Era momento de orar y R. Elimélej estaba determinado a hacerlo, a pesar de la falta de un sidur, talit o tefilín.
Estaba a punto de comenzar cuando recordó la cubeta que se hallaba en un rincón que usaban como baño.
Comenzó a llorar desconsoladamente.
“¿Por qué estás llorando?” preguntó R. Zushe.

R. Elimélej señaló la ofensiva cubeta. “No podemos hacer tefilá con eso en la celda”, explicó entre lágrimas.

“No entiendo por qué estás llorando -R. Zushe insistió-. Hashem es quien desea que reces. Pero Hashem es también quien prohibió orar en un lugar repugnante. Al abstenernos de orar, estamos cumpliendo la voluntad de Hashem! ¿No es eso causa de alegría?”.

“Tienes razón -respondió su hermano-. ¡Deberíamos estar felices de poder servir a Hashem de este modo!”. Y los dos hermanos comenzaron a bailar alrededor de la cubeta, cantando alegremente.

Al oír el alboroto, el guardia de la cárcel se acercó al lugar raudamente. Observó la extraña escena, y se mostró molesto de que los dos hermanos judíos no estuvieran respondiendo del modo usual a la deprimente atmósfera de la prisión. Furioso, sacó la cubeta que era el “centro” de la alegría de ellos, creyendo que ahora habría arruinado su buen humor.

“Y ahora -le dijo R. Zushe a su hermano-, podemos hacer nuestra tefilá”.

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Comienza nuestra parashá diciendo: “Ki Tavó – Y será que cuando vengas…” (Devarim 26:1)

¿Venir adónde? En los versículos siguientes se describe cómo era la entrega de las primicias, los bikurim, que se llevaban al Templo de Ierushalaim en la festividad de Shavuot. (2) Había que tomar de las primicias de todos los frutos de la tierra y ponerlo en un cesto, e ir hacia la Casa de Dios, el Beit HaMikdash.

Entre los versículos 3 y 10 se nos explica que el que trae sus primicias no solo entrega un fruto: recuerda de dónde viene, de la esclavitud de Egipto y la maravillosa redención, y reconoce que todo es regalo de Hashem.

Se trata de un acto de gratitud viva: poner lo mejor delante de Dios y presentarse diciendo “gracias por la tierra, por sus frutos y por la vida”.

Ahí viene una mitzvá central de este asunto: וְשָׂמַחְתָּ בְכׇל־הַטּוֹב אֲשֶׁר נָתַן־לְךָ ה’ אֱלֹהֶיךָ וּלְבֵיתֶךָ,
(11) Te habrás de alegrar con todo lo bueno que te ha dado a ti Ado-nai tu D’s., a tu familia…

La alegría es la esencia en todo este asunto. Y el motivo de alegría es ver los frutos que hemos recogido, reconocer el camino recorrido, y tener la posibilidad de compartirlo, con la familia, con los amigos, con los que menos tienen, y con nuestros vecinos.

La Torá requiere que los bikurim (primicias) sean puestos en un cesto cuando son llevados a Ierushalaim. Estos bikurim representan la gratitud a Hashem. En medio de estos intensos sentimientos, es imperativo “ponerlos en un cesto”. El amor e inspiración debe centrarse y canalizarse en una acción específica. Como las frutas que se desparramarían sin un cesto que las contenga, la inspiración puede disiparse si no está dirigida hacia una resolución específica.

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Esta parashat Ki Tavó, ‘cuando vengas’, llega justamente unos días antes de Rosh HaShaná, momento de juicio, sí, momento de Iamim Noraim, días terribles, pero momento de reunión sobre todo. Nos vamos a juntar en la sinagoga, en comunidad, en la mesa familiar con un vino, una jalá agulá (pan redondo típico), manzana con miel, y lo que cada uno le sume a su mesa según su costumbre. En todas esas circunstancias, tenemos la oportunidad, quizás el requisito, de reconocer. El camino recorrido este año, los frutos que nos deja. Claramente algún gusto amargo quiere aparecer, alguien querido que no está, nuestros hermanos secuestrados en Gaza (que vuelvan pronto a casa BS’D), algún tropiezo. Cada uno en su balance del año verá cómo viene eso.

A su vez, es importante saber reconocer, saber ser felices con lo que nos toca, con lo que tenemos la bendición de tener y contar.

Como en el cuento, que aparece una cubeta “inmunda”, que parece que es un impedimento pero Rab Zushe convierte en motivo de regocijo, o como en la canasta de los frutos de los bikurim, hay un contenedor que va a depender de cómo lo veamos, de cómo nos tomemos estas fechas que se aproximan, van a determinar cómo vemos el año que pasó, y cómo comenzamos el nuevo año, como nueva oportunidad de cambiar/seguir mejorando lo que creamos necesario.

Dice la Mishná: “¿Quién es rico-ashir? aquél que es feliz con lo que posee-jelkó” (Avot 4:1). El que logra transformar las situaciones, su parte, su forma de ver el mundo, es el que puede entender que lo trae en su canastita de frutos, es lo que logró con la bendición de Hashem, y es feliz, porque sabe que el año que comienza, va a traer más y mejor.

Shabat Shalom uMevoraj
(y ya les dejo mi saludo de Shaná Tová uMetuká)
Rab Meir Szames
Desde La Ieshive

Haftara Ki Tavo

Esta semana leemos la PARASHÁH KiTaVoh, la séptima del libro DVARim (último libro de la Torah)

Cuando hacemos una traducción estamos interpretándo o adjudicandole al texto la visión particular del que traduce. Esta oportunidad no será la excepción.

La traducción del nombre de la PARASHÁH KiTaVoh, es “porque vendrás”.

PORQUE VENDRáS… hacia mí.

“alguien” está del otro lado esperando la llegada de este grupo y eso sucederá cuando…

La entrada a ese lugar donde alguien espera ocurrirá como consecuencia de algo que hay que ganar o conquistar. Hay un objetivo que alcanzar, que merecer para poder encontrarse con lo que uno esta buscando, un camino que recorrer para llegar, porque el aprendizaje esté en el recorrido.

En nuestra Haftaráh KiTaVoh, Isaias habla de LA LUZ. Habla de la esencia que es La luz. Relata distintas situaciones de abundancia y plenitud. LaLUz como protagonista, como fuente de alimentación, como proveedora de vitalidad.

la HAFTARA de esta semana, pone el foco en esta oportunidad en #LALUZ. La acción de la luz, implica todo lo vinculado con el movimiento, con la energía, con la práctica.

El primer verso de la Haftará dice: “Levántate, resplandece, porque ha amanecido tu luz; …” (Isaias 60:1)

Asi invita a conectar, el primer paso para tener contacto con LA LUZ es levantarse, ponerse de pie, salir, y no porque La LUZ no esté sino al contrario. LA LUZ está SIEMPRE a la espera que uno se incorpore, se pare, que la contacte, que la incluya en su vida… que la deje entrar.

#LALUZ esta siempre allí. Y es lo unico que desea, ser vista, ser incluida.

Propongo centrar nuestra atención en algo concreto de nuestra propia vida, olvidando opinar acerca de los actores, de ellos, de otros.

Sugiero leer La Torá como un manual de instrucciones.

Es una nueva oportunidad para pensar LALUZ como esencia, como materia prima…

Alguna vez pensamos qué es LA LUZ?

cuando aparece? cuando desaparece? está siempre? está aunque no la vea?

LA LUZ visibiliza nuestra realidad, y la oscuridad también visibiliza nuestra realidad, nuestra oscura y opaca realidad.

“La Luz expresa deseos, acciones, procesos, estados que impactan sobre las personas, el contexto todo y mas allá” y la oscuridad simplemente hace que esa realidad no se vea. Es solo cuestión de verla… la oscuridad es un estadía del observador en el que no ve la luz. La luz para que desaparezca hay que “crear un espacio donde la luz no entre” pero La LUZ no se puede sacar, no se puede apagar. Se puede bloquear su entrada y asi generar oscuridad, pero eso también es una voluntad.

LALUZ expone lo que hay.
LALUZ nutre, alimenta, desarrolla.

LALUZ es el espacio de vida.

Es la mirada que define.

Bañar de luz es la clara manifestación de reconocer al otro, de dar cuenta de su existencia, de verlo. Es ese lugar donde aceptamos lo que hay. Lo vemos.

LALUZ es ese puente que construimos y recorremos para acercarnos, para llegar a un acuerdo.

Es la oportunidad.

Es la Belleza,

Es ese instante en el que te das cuenta del todo.

Aunque a veces no sepamos de colores, o no podamos vernos, o simplemente estemos distraídos… pero si “sabemos” de luz, EL ENCUENTRO llegará.

Si estamos atentos a las condiciones, entonces LALUZ se convertirá en accion creadora y reparadora. Es nuestra atención, nuestra mirada la que activa y potencia la acción de LALUZ.

LaTorah nos explica acerca de la fuente máxima y única de energía: #LALUZ.

Cada vez que reconocemos LALUZ creamos la mejor oportunidad.

LA LUZ como fuente de consciencia, de respeto, de cuidado y de mucho amor.

AM ISRAEL JAI VEKAIAM
JAG SAMEAJ. SHANA TOVA UMETUKA
Shabat Shalom Umeboraj
Silvia Dvoskin

Amijai en el XXI Congreso Argentino de Gerontología y Geriatría “Puentes de saber para transformar las vejeces”

El jueves 28 y viernes 29 de agosto el equipo del Programa Contá Conmigo del Área de Personas Mayores participó como disertante de la Mesa “Retos y desafíos de la soledad no deseada en Personas Mayores”, y presentó el póster “Qué sabemos sobre los derechos de las personas mayores”.

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Haftara Ki Tetze

“Un corazón para saber, ojos para ver y oídos para escuchar”
¿Cuántas cosas necesitas para ser vos?
De verdad te pregunto, ¿tanto necesitas?
Estamos tan acostumbrados a tanta cosa, tanta agenda, tantas idas y vueltas, y en fin, hasta quizás somos poco nosotros…

Creo que no nos damos cuenta, de lo mucho que tenemos, o quizás peor, nos acostumbramos a lo que tenemos y todo eso salió de nuestro radar. Quizás tenemos demasiada cosa frente a nuestras narices que no vemos.

Esta semana la parasha nos invita a agradecer, en la Tora, trayendo los primeros frutos del cultivo al templo. En el hoy, siendo conscientes de nuestro alrededor.

Muchas veces agradecemos cosas grandes, especiales, el tenernos, la llegada de un nuevo integrante a la familia, el haber vivido tanto con los que hoy ya no están, una nueva posibilidad laboral, y tantas cosas que sentimos la necesidad de agradecer.

Agradecer bien, es especialmente agradecer lo chico, lo de siempre, lo común, que dejame decirte que no es ni chico, ni estará siempre, ni es común.

Me explico…

¿Alguna vez agradeciste tener una frazada para abrigarte en estos días tan fríos?

Una frazada, una de esas tantas que tenés ahí en el placard, para muchos no son ni chicas, ni están siempre, ni son comunes. Esa frazada, es mucho mas de lo que vos pensás.

Vuelvo a mi pregunta inicial, ¿Cuántas cosas necesitas para ser vos?
Dice la parasha: “Un corazón para saber, ojos para ver y oídos para escuchar”.

Con el corazón, sepamos encontrar lo que nos hacer nosotros.
Con los ojos, podamos ver y mirar bien, encontrar y buscar mejor.
Con los oídos, sepamos que hasta en el mas profundo de los silencios, siempre hay algo que escuchar.

Shabat Shalom Amijai
Sem. Brian Bruh

Parasha Ki Tetze

Ki Tetze la Parshá de esta semana nos invita a detenernos y pensar cómo nos relacionamos con quienes nos rodean, y a repensar también el modo en que habitamos el mundo.

Nos conecta con el amor y la desesperación, con la soledad y el odio, con nuestras frustraciones y con nuestros miedos. Al mismo tiempo, nos habla de vínculos: entre hombres y mujeres, padres e hijos, empleadores y empleados, e incluso entre seres humanos y animales. La Torá nos presenta escenas donde las relaciones se vuelven frágiles y donde el deseo y la pasión tienen un papel central.

Baruj Spinoza nos enseñó que el ser humano es, ante todo, deseo. El psicoanálisis retoma esta idea y nos recuerda que desear es un privilegio: una fuerza que nos impulsa a seguir adelante y que, al mantenernos en movimiento, nos separa de la muerte. Sin embargo, el deseo no debe convertirse en condena: no se trata de quedar atrapados en la frustración de lo que aún no tenemos, sino de aprender a disfrutar de lo que ya está en nuestras manos.

Hay una diferencia esencial entre reconocer que algo nos falta y vivir como si esa falta nos definiera. La plenitud no se construye en la espera de lo que vendrá, sino en la capacidad de saborear lo que tenemos hoy. Vivir el presente con intensidad, estar donde queremos, con quienes queremos y como queremos: esa es, en cierto modo, una forma de eternidad.

Y es justamente en este tiempo único, difícil y desafiante para el pueblo judío, y al acercarnos a los Iamim Noraim poder transformarnos en apasionados de la vida, capaces de salir al encuentro del deseo que nos impulsa a construir relaciones con más amor, con más paciencia y con más fe. Que nuestra tradición milenaria siga siendo la brújula que nos sostiene en la búsqueda de nuestros objetivos más profundos.

Sem. Mati Bomse

Parasha Shoftim

Hasta en la guerra, primero la paz.

Hay frases de la Torá que parecen escritas por un guionista de Netflix en su mejor día. Una de ellas: “Cuando te acerques a una ciudad para pelear contra ella, primero le ofrecerás la paz” (Devarim 20:10).

A ver… ¿en serio? Estás con las lanzas, los caballos, los catapultazos listos, y en medio del quilombo, la instrucción es: “¡Pará, antes de tirar la piedra, mandales un WhatsApp de paz!”
Es tan contraintuitivo que parece un chiste. Pero no lo es.

Rabí Iojanán ben Zakai lo entendió mejor que nadie. En el Talmud (Brajot 17a) dice que jamás nadie lo saludó primero, porque él siempre se adelantaba con un “Shalom Aleijem”. Hasta un romano en el mercado recibía su saludo antes de decir “oferta dos por uno”. El hombre convirtió la paz en un hábito. Y cuando llegó el sitio de Jerusalem, ese reflejo cotidiano lo preparó para negociar, incluso con Vespasiano, el César que estaba a punto de arrasar la ciudad.

Acá está la primera enseñanza: las grandes batallas de la vida no se ganan en el ring, se ganan en la previa, con los hábitos que cultivamos todos los días. El judaísmo no arranca en los gestos heroicos, sino en lo chico, repetido hasta que se convierte en carácter.

El Midrash (Tanjuma, Tzav 5) se anima incluso a decir que fue Moshé quien le enseñó a Dios a frenar la mano. Dios había pensado que la guerra debía ser directa, sin chances. Pero Moshé le recordó: “Tu Torá es de Zevaj Hashlamim, sacrificios de paz”. Y Dios cambió. Sí, la paz es tan esencial que, según nuestros sabios, hasta Dios tuvo que aprenderla.

El Shelá HaKadosh lo resumió en una frase que parece de manual de autoayuda, pero que tiene filo de espada: “Afilu bam iljamá nitzaveinu bashalom” – incluso en la guerra estamos obligados a la paz.

Ahora bien, seamos honestos. La mayoría de nosotros no anda sitiando ciudades ni discutiendo con emperadores romanos. Nuestra “guerra” son los roces en el laburo, el vecino que estaciona donde no debe, la pareja que dice “no pasa nada” con tono de que pasa todo. Y ahí, nuestra primera reacción es pelear. Nos sale automático.

Pero la Torá te pone un espejo incómodo: ¿y si la verdadera valentía es frenar antes del grito y ofrecer primero la paz?

Ese gesto no solo calma al otro, sino que nos calma a nosotros. Porque la paz que le damos al de enfrente, en el fondo, es la que estamos buscando adentro nuestro.

En Pirkei Avot (4:15) Rabí Matia ben Jarash lo convierte en principio de vida: “Adelanta el saludo a toda persona.” Parece una pavada, pero empieza con un “hola” sincero al portero, al colectivero, al colega. Eso te entrena para que cuando llegue el quilombo grande, no explotes, sino que tu reflejo sea buscar armonía.

Por eso, esta parashá no es un tratado militar. Es una pedagogía espiritual: nos enseña a pelear la batalla más difícil: la de frenar nuestra compulsión a la confrontación.

La paz no es ingenuidad ni debilidad. Es un músculo. Y como todo músculo, se entrena. A veces con un saludo, a veces con un silencio, y a veces (paradoja divina) incluso en medio de la guerra.

Shabat Shalom.
Wally Liebhaber