Reyes I, 3:15-4:1
Shlomó despertó…y he aquí que era un sueño…
A partir de aquí la Torá nos relata la conocida historia de las dos mujeres que habitan juntas y solas y dan a luz con pocas horas de diferencia.
Cada una duerme con su bebé recién nacido (cosa que hoy sabemos que nunca debe hacerse), y una lo aplasta y mata y cambia su hijo muerto por el hijo vivo de la otra.
En el medio de la terrible tragedia se desata una pelea, ¡de quién es el hijo muerto y de quién el vivo!
¿Qué sueño tan extraño!?
¿Sigue el sueño? O el narrador de la Haftará en realidad no nos lo dice.
No sabemos cuál es el sueño…sólo sabemos que podemos decir a manera de metáfora que Schlomó soñaba con ser un rey sabio y justo y lograr la unificación de su reino con Ierushalaim como capital.
Este sueño lo cumple.
La madre que prefiere que el hijo viva no le importa si la otra lo tiene, deja celos y envidias de lado y sólo reina su amor de madre, así sabe el rey dónde está la verdad.
También así Shlomó cumple con su deseo de unificación y logra que Israel siga vivo.
Por su buen juicio, nos dice el profeta, fue el rey Schlomó rey sobre todo Israel.
En la Parashá, a la cual está Haftará acompaña, Iosef resuelve los sueños del Faraón.
También de esta manera y a través de los acontecimientos logra unirse nuevamente con sus hermanos.
Por juzgar con equidad, por su sabiduría y su buen juicio, El rey Schlomó logró la unificación y opulencia de su estado y su figura trascendió las fronteras de su reino.
Janucá, que llega con sus luminarias nos anuncia también un reinado unificado, recuperado, que los macabeos supieron ganar y con valentía y grandeza espiritual.
Que las luces de Jánuca nos inspiren a tener algo de esa sabiduría, buen juicio y unificación que la lucha de cada día nos promete.
Shabat Shalom Umeboraj!
Jag Jánuca Sameaj!
Norma Dembo