El tercer libro de la Torá, que comenzamos esta semana, relata con detalle los rituales que debían realizar los sacerdotes en tiempos pretéritos, tanto en el tabernáculo, como luego en el Templo. Asimismo describe los tipos de ofrendas que debían entregarse en cada ocasión como servicio a Dios. De allí su nombre Levítico, Torat HaKohanim (sacerdotico), o se traducción real “Y llamó”.
La Torá y la historia, nos relatan de la necesidad humana de comunicarse con el Creador a través de la ofrenda. La búsqueda desesperada de Caín por ser aceptado, Abraham sellando su pacto con Dios, o el pedido de Moshé al Faraón de salir tres días al desierto en libertad. Todo se manifiesta a través de sacrificios. Este parece ser el lenguaje propuesto. La expresión de los deseos profundos, que se canalizan por medio de un acto de compartir con Dios nuestros sentimientos más íntimos por medio del ritual.
Muchas veces nos sentimos lejanos a estas prácticas, aparentan ser primitivas. Sin embargo, los sacrificios fueron la forma más didáctica de aprender a compartir la vida y la mesa con Dios.
Las mesas compartidas, a lo largo del tiempo, fueron de suma importancia en nuestra tradición, a veces por su significado, otras por su escasez, siempre, por el amor puesto en cada plato. Es por ello, que el término Korbán proviene del verbo hebreo lehitkarev (acercarse). La mesa nos permite acercarnos a nuestros afectos, a nuestros amigos y como función principal, permite acercar al hombre a Dios.
Por ello, Vaikrá “Y llamó”. Comenta Rashi, que el significado de este llamado es una voz de afecto. No le habla Dios a Moshé como en otras ocasiones, sino que se dirige a él, y lo llama, para reunirse en un diálogo íntimo y personal. La reunión del hombre con Dios, con su prójimo y consigo mismo.
Quiera Dios que este shabat escuchemos Su Llamado, de amor y de alerta. Que Su Llamado nos movilice para no olvidar nuestro compromiso con un mundo mejor, con la conciencia real del sentido y el valor de la vida; para seguir trabajando por la paz en cada rincón del planeta.
Quizás así nuestras mesas, nuestras reuniones y nuestros santuarios; nos encuentren más cerca.
Rab. Sarina Vitas