Esta semana leemos la haftará qué corresponde Shabat Parah.
Esta es la historia del profeta Iejezkel que tiene que marcarle los limites al pueblo por profanar la Casa de Israel y tomar el nombre de Dios en vano. El profeta venia a comunicarles que su falta de respeto a Dios provocó su exilio y dispersión.
Iejezkel dice que a Dios le preocupa la reputación de su nombre. Sólo por Su causa, Dios reunirá al pueblo y lo purificará. Les dará un corazón nuevo y les devolverá el espíritu sagrado para que el pueblo siga y ciude con fé las leyes de la Tora. Asi es que Dios también los purificará: “Os rociaré con agua limpia y seréis limpios” (36:25).
Cuando el pueblo se haya reunido en la Tierra de Israel, habrá abundantes cosechas de cereales y árboles llenos de frutos para que el pueblo nunca más sea humillado delante de las otras naciones. Los lugares en ruinas serán reconstruidos y los pequeños asentamientos se llenarán de gente.
Mi teologia personal esta un tanto distanciada de la idea de creer que por que no ciudamos ciertos mandamientos de la Tora entonces nos llegan maldades a nuestras vidas. Lo siento un tanto infantil ese espejo de Dios.
De lo que estoy seguro es que ante cada vicisitud que nos planteo la historia, las destrucciones a las que nos enfrentamos, los exilios la pérdida de nuestos lugares de estudio y vida judía, nos volvimos a levantar, volvimos a reconstruir sobre las ruinas y lo hicimos aun mejor.
Prefiero pensar que nuestra conexion es lo divino, y eso es lo que nos reune, desde donde sea, para fortalecidos en esa unidad, volver a pisar fuerte donde alguna vez habia cenizas, nos hacemos uno para enfrentar a quienes nos quieren ver derrocados y entonces salimos adelante.
Si tenemos Fe podemos sentir ese rocio de agua pura qué cae sobre nuestras cabezas y nos invita a seguir peleando por nuestra identidad cada dia.
Shabat Shalom
Sem Mati Bomse