Haftara Naso

“La lección de la madre de Shimshón”.
por Seba Cabrera Koch.
Comentario a Haftará Nasó: Shoftim – Jueces 13:2-25

En la haftará de esta semana leeremos acerca del comienzo de la historia de uno de los personajes bíblicos más famosos.

Nos hallamos en la época de los Shoftím, los Jueces. El pueblo de Israel ya estaba asentado en la tierra prometida, pero habitaban todavía en medio de naciones paganas. Enfrentaban así el peligro militar que aquellos pueblos representaban, y el peligro de la asimilación a las ideas y costumbres imperantes.

En esta época tan azarosa para la supervivencia física y espiritual de los hijos de Israel, surge un Juez que luchará para defenderlos del enemigo de turno: los filisteos.

Shimshón (Sansón) es el nazir más famoso de la historia, y nuestra haftará cuenta la historia de su nacimiento. En este punto, resulta bastante clara la conexión entre Parashá Nasó y la Haftará que nos convoca: Shimshón es nazír, y la Parashá enuncia, entre otros temas, las leyes que regulan la vida del nazír.

Al comienzo del relato vemos cómo a la futura madre de Shimshón, que hasta ese momento no podía tener hijos, se le aparece un ángel para llevarle la feliz noticia. Tiempo después, nacería su bebé. El niño creceria, concluye la haftará con un tono de esperanza, con la bendición de D-s.

Este encuentro convierte a la esposa de Manoaj, cuyo nombre no se menciona en el texto, en una de las grandes figuras de todo el texto bíblico. Recordemos a Sara, Rivká, Rajel y Janá (la madre del profeta Shmuel): no es la primera vez que en el Tanaj, mujeres estériles dan a luz a personajes protagónicos de la historia de Israel.

Un ángel de D-s se le reveló precisamente a ella, aún cuando Manoaj rezó para que el Emisario volviera y así pedir instrucciones adicionales, este se le reveló a la mujer. La señora en su simpleza comprendió, aún antes de quedar embarazada, el destino de su hijo. Pero Manoaj no podía comprender la dimensión de este encuentro, necesitaba preguntar, corroborar, ver con sus propios ojos. Él se sobresalta ante esta experiencia y teme morir, pero ella le asegura que esa no es la intención de D-s.

Un versículo recalca que Manoaj  “no sabía” (Jueces 13:16). Abarbanel, el gran exegeta sefaradi del siglo XV, insinúa que lo que le sucedía a este hombre era que no podía captar la grandiosidad del evento que estaba viviendo. Necesitaba los detalles. Ver el mapa completo.

La necesidad de querer encontrarle una explicación a todo, es parte de nuestra propia limitación humana, y no advertimos la importancia de sentirse bendecidos por el regalo de estar vivos.

 Es el desafío de aprender a vivir con menos certidumbres. Coexistir con nuestras fragilidades. Y soltar un poco, diríamos hoy.

Se cuenta que al estallar la guerra de Iom Kipur (1973), el Rab. Iehudá Amital, va a visitar a un amigo que estaba casi quebrado emocionalmente por los difíciles acontecimientos: “está todo perdido”, le dijo. El Rab. lo animó, respondiéndole: “ven, estudiemos algo acerca de la fé de la esposa de Manoaj”.

Quizás no haya que racionalizar tanto las cosas. Tal vez la fé de la esposa de Manoaj, es la Confianza que beezrat Hashem nos debería guiar para ver las oportunidades del presente, animándonos a soñar con lo que podría ser. Ese es el instante en que la mujer deja de ser solo “la esposa de”, para convertirse también en “madre de”.

Cierta vez, el Rab. Menajem Mendel Morgensztern de Kotzk (1787-1859), un legendario líder de los judíos jasídicos polacos, desafió a un recién llegado a su corte. ¿Joven para qué has venido aquí?
-He venido aquí para descubrir a D-s, respondió el joven.
-Entonces, dijo el Rebe, has hecho un viaje innecesario. D-s está en todas partes, podrías haberlo descubierto en tu propia casa.
-¿Entonces para qué debería haber venido?, repreguntó el joven.
-Para descubrirte a ti mismo, respondió el Rebe, para descubrirte a ti mismo.

Descubrirse a uno mismo es aprender a detenernos un instante, ver la belleza que nos rodea, y sonreírle en la cara a la vida, cada día, reconectándonos con una fuente de inspiración inagotable.
El Rebe de Kotzk también decía: “Aquél que no ve a D-s en todos lados, no lo ve en ninguno”.

Reconocer esta bendición, es la lección de la madre de Shimshón.

Shabat Shalom umeboraj !

Dedicado especialmente a mi esposa Marianela, y a todas las madres de Am Israel.

A la bendita memoria de Ravid Haim Gez ZL y de su mamá Tzeela Gez ZL. Tzeela fue asesinada mientras se dirigía al hospital para dar a luz. Ravid nació por cesárea de emergencia. El bebé luchó por su vida, pero falleció el 29/05/25 tras dos semanas de agonía.

Seba Cabrera Koch

Fuentes

-Bin Nun, Y. Lo que nos enseñó la esposa de Manoaj. Consultado desde HaTanakh.com
-Cabrera Koch, S. El misterio detrás de la alegría. 2023 © Radio Jai.
-Jueces. Capítulo 13. Consultado desde HaTanakh.com.
-Jueces 13:2-25. Consultado desde Sefaria.org
-Toker, Eliahu. Iluminaciones del Rabí de Kotzk. Fundación Internacional Raoul Wallenberg.

Parasha Naso

¿Qué hacemos con las bendiciones que ya tenemos?
Hay palabras que decimos sin pensar. Frases que repetimos cada viernes, cada ceremonia, cada encuentro con lo sagrado. Palabras que nos emocionan aunque no siempre sepamos por qué.
Una de esas frases es la que nace en el centro de la Parashá más larga de toda la Torá, Parashat Nasó:

“Ievarejeja Adonai veishmereja…”
“Que Dios te bendiga y te guarde.
Que haga brillar Su rostro sobre ti y te otorgue gracia.
Que eleve Su rostro hacia ti y te conceda paz.”

La Birkat Cohanim, la bendición sacerdotal, no es solo un texto antiguo. Es un puente. Una de las pocas fórmulas que sobrevivieron intactas al paso del tiempo, a los exilios, a las rupturas.
Cada vez que la recitamos —sobre nuestros hijos, en una jupá, en una ceremonia de bar o bat mitzvá— nos estamos conectando con algo mucho más profundo que un deseo bonito.
Estamos invocando lo más sagrado: el deseo de que el bien nos alcance.  Pero también estamos reconociendo, aunque no lo digamos en voz alta, lo frágil que es el bien cuando no lo sabemos cuidar.

Porque… ¿qué es en realidad una berajá?

En estos tiempos donde todo debe poder verse, medirse, comprobarse… la palabra bendición puede sonar ingenua.  ¿Es una especie de magia? ¿Un deseo piadoso? ¿Un privilegio espiritual?  ¿Acaso esperar una bendición no es una forma de pedir que algo “nos salga bien” sin tanto esfuerzo?

Y sin embargo, cuando volvemos al texto, la Torá nos pone delante una idea mucho más incómoda y exigente.  El pasuk no dice solo: “Que Dios te bendiga.”
Dice: “Que Dios te bendiga y te guarde.”
Rashi, con su lucidez habitual, nos ayuda a desmenuzarlo:  “Te bendiga”: que se multipliquen tus posesiones.  “Y te guarde”: que no vengan otros a quitártelas.

Y el Netziv, Rav Naftali Zvi Yehuda Berlin, agrega:  La bendición no es un regalo garantizado.
El que estudia, debe cuidar que su sabiduría no se vuelva arrogancia.
El que tiene bienes, debe cuidar que sus posesiones no lo alejen de los demás ni de sí mismo.

Qué idea poderosa: la bendición no se completa al recibirla. Se completa al cuidarla.

Y ahí, otra vez, la Torá no da respuestas.  Nos hace preguntas.

¿Qué hacemos con las bendiciones que ya tenemos? ¿Qué hacemos con esa familia que formamos? ¿Qué hacemos con esa salud que damos por sentada? ¿Qué hacemos con nuestros padres, con nuestros hijos, con nuestros amigos?

La vida nos bendice muchas más veces de las que registramos.  Pero solo notamos las bendiciones cuando las perdemos.  Y sólo ahí entendemos lo que significaban.

Por eso la Torá no pide solo que seamos bendecidos.  Nos pide que sepamos agradecer.

Y nos recuerda algo más:  Pedir bendición y no cuidarla es como prometer Teshuvá sin intención de cambiar.  Entonces, esta semana, frente a estas palabras sagradas, la pregunta es personal:  ¿Cuánto cuidamos de las bendiciones que ya recibimos del cielo?

Mirá a tus hijos.  Mirá a tus padres. Mirá a tus amigos. Mirá tu trabajo, tu casa, tu salud.
Mirá incluso tus lágrimas y tus búsquedas: también ellas son bendición.
Y preguntate: ¿Las estoy cuidando?

Rab. Sarina Vitas

Haftara Bamidbar

La Haftara de esta semana la encontramos en el libro del profeta Hosea y comienza con el versículo  “y el numero de los hijos de Israel será como la arena del mar que no se puede ni medir ni contar” lo que nos conecta con el censo que leemos en Parashat Bamidbar.

A continuación el profeta Oseas  nos relata acerca de hechos de su propia vida familiar y los presenta como un símbolo de la relación entre el pueblo de Israel y su D’s

En el capitulo 2 leemos:

 

“Y te desposaré conmigo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, en juicio , en bondad y en misericordia, y te desposaré conmigo en fe, para que conozcas al Señor” (2:21)

Estas palabras que el profeta pronuncia a su esposa , son las mismas que acostumbramos recitar cada mañana al colocarnos los tefilin y envolver nuestro dedo medio con la correa como señal de la renovación diaria de nuestro “compromiso” con Ha Kadosh Baruj Hu y sus enseñanzas.

Que en estos tiempos difíciles para Medinat Israel podamos comprometernos con nuestros valores y con nuestro pueblo logrando así transformar la dificultad en fortaleza.

Shabat Shalom!
Debi Fridman

Parasha Bamidbar

Parasha Bamidbar 1:1-4:20
Lo que nos regala el Desierto

Este Shabat comenzamos la lectura del Sefer Bamidbar (Números en castellano) que nos sumerge de lleno en la larga travesía de los Beni Israel a través del desierto. ¿Por qué dedicar un libro entero a la experiencia del desierto, porqué la entrega de la Torá sucede en ese espacio yermo, inconmensurable, aparentemente estéril?

El desierto que no solo funciona como una bisagra, un lugar de pasaje entre la esclavitud y el ejercicio pleno de la libertad, es el lugar que Di-s elijé para que recibamos la Torá y así se instala en la vivencia de nuestro ser judío, también, como metáfora central de nuestra identidad. Solo allí podíamos empezar a construirnos como Nación.

En el inicio,Di-s le indica a Moshe que cuente a los Bnei Israel. Porque todos y cada uno cuenta:“Censad toda a la Casa de Israel segúnsus clanes, según la casa de sus padres, por el total numérico de nombres, todos los varones, cabeza por cabeza de ellos, de veinte años de edad para arriba, todos los que salen al ejército en Israel. Deben inscribirlos según sus ejércitos, tú y Aarón”.

Bamídbar nos muestra a un pueblo lidiando con las frustraciones y los logros de la cotidianeidad: recolectar alimentos, acampar, establecer nuevas reglas y costumbres, así como definir su liderazgo. Es importante cada tanto saber con quién y para qué se cuenta… para que de la cuenta. El resultado:Doce Tribus. Diferentes rangos y misiones, cada grupo con su estandarte y un líder. Un conductor para cada misión y todos juntos Uno, con sus enormes diferencias, pero un solo Pueblo.

En Bemidbar Raba, nuestros sabios explican que la Torá fue entregada en un contexto de lluvia, fuego y desierto, dado que estas tres cosas pueden ser obtenidas libremente por toda la humanidad. Según el Midrash en aquel desierto Di-s le ofreció la Torá a cada uno de los pueblos, sin embargo, quien decidió comprometerse con ella fue el Pueblo de Israel. El Midrash añade al final que, así como el desierto “no tiene dueño”, quien aspire a recibir la Torá, también, debe reconocerse como un ser libre.

Desde una perspectiva etimológica, el desierto y la palabra también están conectados. Desierto en hebreo es MIDBAR, que se escribe igual que MEDABER, que significa discurso. El Dibur, lo que se ha dicho, está íntimamente enlazado al desierto. Esen el silencio del desierto donde se nos manifestó, se nos hizo verbo la Torá … quizás, también,porque fue el lugar más apropiado para escucharla…

Que la Torá tenga un libro llamado «En el Desierto» es el recordatorio de la existencia eterna de un espacio simbólico, sagrado, al que debemos, podemos, regresar de vez en cuando para escuchar y escucharnos. El Lugar al que nuestra tradición nos convoca en Pesaj, en Shavuot. El Lugar donde nuestra alma puede entregarse al silencio y recibir con Kavana (intención)el mensaje ancestral pleno de sentidos que nos ancla a nuestra identidad recordándonos siempre, quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos…

Shabat Shalom Umevoraj
Sandra Lev Epstein

Parasha Behar-Bejukotai

Vaikrá 25-26:2
26:3-27:34

Llegamos al final del libro de Vaikrá, Parashá Bejukotai contiene uno de los pasajes más estremecedores de la Torá, que en hibrit llamamos “Tojejá”, que solemos leer en voz baja y lo más rápidamente posible ya que se trata de un conjunto de potenciales maldiciones ante la la desobediencia de la Ley.
Nuestros sabios nos invitan a pensarlo no como una amenaza sino como una reflexión.
Con tantas leyes, se podrán cumplir todas?
D’s nos eligió como pueblo pero sabe que la obediencia no está asegurada.
Debe querernos mucho, nadie se enoja tanto sino quiere mucho.
Nosotros intentamos darles a nuestros hijos la mejor educación, enseñarles los principios que los convertirán en buenas personas.
También ocurre que cuando no los cumplen podemos enojarnos mucho y decir cosas horribles. Esperemos que no sean tomadas al pie de la letra.
El amor a los hijos es incondicional…así que intentaremos no tomar en forma literal estas líneas.
Y pensar que tal vez muchas veces hemos provocado el desencanto divino pero luego supimos volver sobre nuestra senda.
Antes de estas líneas tan reprensivas la Torá nos habla de la bendición que D’s derramará sobre Su pueblo en caso de que éste escuche y respete Sus palabras.
D’s nos promete paz.
Una es la paz de las armas…estamos preparados por si acaso…
La segunda paz es cuando no hay enemigo.
La paz de las armas no la conocemos como judíos que miramos hacia Israel y la otra…qué decir de la otra?
Esta Parashá nos alienta a mantener la esperanza, tal vez algún día llegue la paz tan ansiada que nos permita disfrutar de nuestra tierra, de nuestro mundo…
La esperanza no hay que perderla nunca.
Así lo dice nuestro himno: Atikva

Norma Dembo
Shabat Shalom Umeboraj!
Am Israel Jai

Haftara Behar-Bejukotai

En la Haftará de esta semana, el profeta Jeremías nos confronta con una verdad atemporal: el corazón humano tiende a confiar en sus propias fuerzas y riquezas, olvidando que la fuente verdadera de bendición y estabilidad es Dios. “Maldito el hombre que confía en el hombre… y bendito el hombre que confía en Dios” (Jer. 17:5–7).

Este contraste entre la confianza en lo humano versus lo divino resuena fuertemente hoy.

Vivimos en una época de autosuficiencia, donde el éxito personal, las redes sociales y el rendimiento económico parecen ser las métricas del valor humano. Sin embargo, Jeremías nos recuerda que esas bases son inestables. El verdadero equilibrio interior y la seguridad no vienen de lo que tenemos, sino de en quién confiamos.

En los momentos de incertidumbre personales o sociales, esta semana el texto nos llama a revisar en qué o en quién depositamos nuestra confianza. Podemos planear, trabajar y construir, pero sin olvidar que la verdadera fortaleza proviene de una conexión constante con valores espirituales, con Dios y con una vida ética. Esa confianza nos da raíces profundas, como el árbol plantado junto al agua, que no teme ni en época de sequía.

Que mediante los valores y mensajes de nuestra tradición, podamos llevar una vida con sentido, conectando aquello que sentimos con lo que hacemos.

Shabbat Shalom!
Sem. Martín Smith

Parasha Emor

Parashat Emor
Buscando nuestro punto

¿Te acordás del día que aprendiste a leer? ¿O quizás lo viste con los más pequeños de la familia? Hay un antes y un después de descubrir ese nuevo mundo. Un punto de partida, un punto de apoyo nuevo para subir otro escalón.

Esta parashá incluye la mención de las festividades judías de oŕigen bíblico en el capítulo 23.

Y entre esos jaguim, incluye una mitzvá que estamos atravesando estos días, Sefirat HaOmer, la cuenta del Omer, que es la cuenta diaria de los 49 días que transcurren entre la festividad de Pesaj y Shavuot, comenzando la segunda noche de Pesaj. Este período conecta simbólicamente la salida de Egipto (liberación física) con la entrega de la Torá en el monte Sinaí (liberación espiritual). La cuenta se realiza cada noche con una bendición específica, y tradicionalmente es un tiempo de introspección y crecimiento personal.

Dice en Vaikrá capítulo 23, versículos 15 y 16:

וּסְפַרְתֶּם לָכֶם מִמׇּחֳרַת הַשַּׁבָּת מִיּוֹם הֲבִיאֲכֶם אֶת־עֹמֶר הַתְּנוּפָה שֶׁבַע שַׁבָּתוֹת תְּמִימֹת תִּהְיֶינָה׃

עַד מִמׇּחֳרַת הַשַּׁבָּת הַשְּׁבִיעִת תִּסְפְּרוּ חֲמִשִּׁים יוֹם וְהִקְרַבְתֶּם מִנְחָה חֲדָשָׁה לַה’׃

…y habréis de contar vosotros desde el día siguiente de la festividad: desde el día en que hayáis traído el Omer para mecerlo, siete semanas completas, habrán de ser. Hasta el día siguiente de la séptima semana, habréis de contar cincuenta días y ofreceréis una ofrenda nueva ante Ado-nai.

Tomemos un rato de nuestro tiempo para analizar esto.

El Rab Dessler explica que hay una relación entre la cuenta (sefirá) de siete semanas del Omer, y la cuenta de los Sheva nekiim, de los siete días limpios de la zavá y del zav, que era el nombre que recibía la mujer o el varón que quedaba impuro ritualmente por un flujo genital inesperado (ambas descripciones aparecen en el capítulo 15 de Levítico). Sin esos días posteriores, la persona seguía estando en un estado que no le permitía hacer determinados asuntos relacionados con lo sagrado.

 

¿En qué se relacionan? La explicación de este asunto es que la impureza de la zav/á es un asunto muy delicado, que tiene un orígen espiritual, que se ve reflejado en algo del cuerpo, que se va a través de la teshuvá (la vuelta a la buena senda/senda de H’), y por esto necesita los siete días limpios, porque la forma de fortalecerse y salir de esa impureza espiritual es con el paso del tiempo, así quien desea salir de la impureza (tumá) a la santidad (kedushá) requiere una revisión interna continua y multiplicada. Esta es la definición de la cuenta de ‘siete limpios’, es decir, días que estén limpios totalmente de todo residuo de impureza, y deben ser seguidos e ininterrumpidos ya que si aparece en el medio de ellos un poquito de impureza, debe comenzar nuevamente la cuenta. Solamente así se puede esperar construir un edificio fuerte y completo de una espiritualidad sólida.

¿Edificio? ¿De qué se trata?

Cuando la Torá nos dice USfartem Lajem (y contarán para ustedes) se refiere a lo siguiente: En la redención de Mitzraim entendemos que se trata de la salida del dominio del mal al dominio de H’, y para ello se precisó en el proceso de ascenso hacia la santidad superior que implica el momento de la entrega de la Torá en el Monte Sinaí de la cuenta de siete veces siete, para revisar y mirar profundamente cada día, no sea cosa que haya vuelto a penetrar nuevamente la impureza por alguna grieta del corazón. Mitzraim es lo malo, que busca entrar en nuestro corazón como un límite a nuestro crecimiento espiritual. Omer=Siete veces siete=Una revisión muy exigente. Sí señor, sí señora.

Respecto a quién revisa esta impureza, se trata de una labor íntima y personal de cada uno, esto está aludido en el Talmud  (Ketuvot 72a) que nos explica que cuando la Torá dice “וספרה לה Y contará para ella” (Vaikrá 15.28), significa para ella misma…El sentido de esto está es que la bediká/revisión debe ser dentro del interior de la persona misma. Algo similar encontramos respecto a Sefirat HaOmer cuando se nos dice “usfartem Lajem וּסְפַרְתֶּם לָכֶם- y contarán para ustedes” (Vaikrá 23.15). Y si miran el versículo que dejé escrito más arriba, verán en hebreo que dice dos veces la palabra Shabat (aunque uno significa “festividad” y la otra significa “semana”), se explica que la Torá hace alusión con eso al contenido del asunto, y la palabra “Shabat” hace alusión a השבתת הטומאה (Hashbatat HaTumá= detener, dejar de lado la impureza), como aquello que expliqué sobre la Zavá, que se entiende que tiene que estar segura cada día que se ha ido de ella la impureza para poder seguir contando hacia adelante.

Hasta acá entonces, el Omer viene a ser un proceso que lleva varios períodos cortos donde la persona se toma su tiempo para revisar su interioridad y darse cuenta dónde debe mejorar y qué logros espirituales ha alcanzado.

Ahí mismo entra a jugar el concepto que nos acerca el asunto de la ofrenda del Omer que era una ofrenda de cebada nueva que se traía al Templo en el segundo día de Pésaj-16 de Nisán. Esta ofrenda habilitaba el consumo de la cosecha nueva en todo Israel. Si lo leemos en su sentido simple: el judío debe darle lo primero que cosecha a H’, y a través de eso, el resto de la cosecha queda liberada para ser consumida según la necesidad de la persona. Pero, el lado interno de la mitzvá del Korbán HaOmer viene a enseñarnos que nosotros debemos utilizar este mundo solamente como un instrumento para servir a Dios (Avodat Hashem), ya que todo el mundo completo es para Dios, y solamente nos está permitido usarlo para su avodá/servicio. Esa es la definición interior de “mimejorat hashabat” que mencionamos antes, detener el dominio de la impureza del mundo, y cuando tenemos éxito en despertar dentro nuestro la inspiración (sheifá) de devolver todo hacia Él, entonces la persona debe revisar todos los días que no se perdió ni un poco del punto de inspiración y anhelo puro de ascender espiritualmente/Aliá.

Lo que falta explicar de nuestros dos versículos citados sobre el Omer es sobre eso que es llamado “Minjá Jadashá – ofrenda nueva” que son los llamados Shtei HaLejem, que son dos panes especiales con levadura que se ofrecían en el Templo en Shavuot. Eran únicos porque eran de trigo y fermentados (a diferencia de la mayoría de las ofrendas que eran matzá), simbolizaban la cosecha de trigo y la santificación del trabajo humano y, a su vez, también tienen un sentido espiritual: marcar el paso de Pésaj (cebada, comida animal) a Shavuot (trigo, comida humana), elevando lo material. Y la Torá nos ordenó traer estos panes en la festividad de Shavuot ya que es el momento donde debemos alcanzar el nivel de Kabalat HaTorá (poder recibir la Torá). Por eso es llamado “ofrenda nueva”, ya que cada logro de la persona es un escalón/nivel absolutamente nuevo, otro mundo realmente, en relación con el escalón anterior, que está por debajo. Sobre los asuntos de este mundo, materiales, no hay mucho para mejorar, conseguir dinero será siempre conseguir dinero. No está mal, pero acá estamos hablando de generar un cambio en el interior de la persona. En espiritualidad (rujaniut) cada punto de ascenso sitúa a la persona en un mundo nuevo que no tiene equiparación ni por asomo a lo anterior a esta situación, ni con respecto a la vivencia/experiencia de cualquier otro ser humano. Lo podemos explicar con ejemplos de nuestra vida común, como el ejemplo del niño que traje al comienzo de este escrito. Lo mismo si el que me lee es un programador de computadoras, del día que descubrió un teclado o su primer lenguaje de programación a hoy, cada paso es un paso de ascenso sin vuelta atrás. Algo así sucede con nuestros logros espirituales, que no se vuelve atrás, y hay que luchar para seguir adelante. Ahí está la dulzura de aprender algo nuevo y cambiar la actitud para mejor. Ahí está la dulzura de la Torá y nuestra labor hacia H’.

Este punto, llamado en hebreo Nekudat HaBejirá/punto de elección que se revela ante la persona en este momento le es dado para su avodá/labor espiritual en un punto que no se le dio ni se le dará a otra persona. Porque para la bejirá/elección habrá un objetivo distinto a cada momento, que podrá ser completada solamente por esta persona dentro de toda la Creación, y esta persona y ninguna otra, a través de su libre elección que se renueva ahora. Y esto es lo que la Torá llama “Minjá Jadashá” que alcanzamos después de detener a la impureza con una labor espiritual depurada y refinada.

Finalmente entonces, la idea de Sefirá viene a hablarnos como si fuéramos un metal precioso, pero que todavía no se encuentra preparado y pulido, todavía no somos esa copa de Kidush lista y preparada para ser levantada en cada Shabat y cada festividad.

Esta idea exigente, viene a decirnos que nosotros tenemos una labor muy personal para realizar, que no hay otro a quien se le pueda delegar el trabajo espiritual de revisarnos por dentro y cambiar. Entender cuál es nuestro punto en esta “lucha” espiritual nos permitirá trabajarlo para poder seguir mejorando día a día, semana a semana. El Omer nos lleva de la mano a poder recibir la Torá nuevamente en Shavuot, pero depende de nosotros subirnos a este tren, y no dejarlo pasar.

Rab Meir Szames
La Ieshive

Lo escrito está basado en un escrito de Rab Dessler que aparece en Mijtav Me-Eliahu, tomo 2, páginas 24-25. Traducción Meir Szames

Parasha Ajarei Mot-Kedoshim

Parshat Kedoshim comienza con una de las declaraciones más poderosas de toda la Torá:  קדושים תהיו כי קדוש אני ה’ אלוקיכם , “Santos serán, porque santo soy Yo, el Eterno su D’s” (Vayikrá 19:2).

La santidad, según nuestra tradición, no es una cualidad mística reservada para unos pocos. Es un llamado colectivo a construir una sociedad que refleje los valores de D’s en el mundo a través de su comportamiento ético.

Pero, ¿cómo se mantiene esa kedushá, esa santidad, en tiempos de dolor, miedo y guerra?

Estamos atravesando uno de los conflictos más largos de la historia del joven Estado de Israel. Son tiempos muy difíciles y desafiantes.

La sociedad israelí demuestra que, en su esencia, tiene una resiliencia física y emocional inmensa. Pero hay otra resiliencia, quizás menos visible y más difícil de sostener: la resiliencia ética.

Cuando la vida está en juego y la seguridad parece ser la prioridad absoluta, la tentación de perder los valores éticos puede ser muy fuerte. Puede que sea justo en esos momentos cuando las enseñanzas de la Torá se vuelven más vivas y significativas que nunca.

Kedoshim nos recuerda que la santidad se expresa en las relaciones humanas:
 “No odiarás a tu hermano en tu corazón”, “No te vengarás ni guardarás rencor”, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estas mitzvot no son fáciles en tiempos de paz. En tiempos de guerra, parecen heroicas.

El Rabino Jonathan Sacks Z”l decía que la verdadera fortaleza de una sociedad se mide por su capacidad de mantener los valores incluso cuando parecen inconvenientes o costosos. Una sociedad que responde al odio con odio y al dolor con venganza termina perdiendo su esencia. Pero una sociedad que busca justicia con humanidad, y seguridad con ética, demuestra una santidad que trasciende cualquier circunstancia.

Hoy, Israel no solo lucha por su supervivencia en distintos frentes, ante la amenaza del terrorismo y el odio. Lucha por seguir siendo una sociedad que, pese a los desafíos, siga siendo una luz y modelo para las naciones.

Mantener la humanidad en el trato con el otro, tanto en el campo de batalla como en la vida civil, es el desafío más grande que enfrenta cualquier nación en tiempos de crisis. Trabajar el alma para que podamos amar en lugar de odiar, de construir en lugar de destruir.

El futuro no está escrito. Lo escribimos nosotros, con nuestras elecciones, nuestros actos de bondad y nuestra capacidad de mantenernos fieles a nuestros valores, incluso en los momentos más oscuros.

Que seamos dignos del llamado de Kedoshim a construir una sociedad que no solo resista las tormentas de la historia, sino que al atravesarlas, siga iluminando con la luz de la santidad, la ética y la esperanza.

Shabat Shalom
Sem. Mati Bomse

Haftara Ajarei Mot-Kedoshim

Esta semana leemos una doble porción de la Tora: Ajarei Mot – Kedoshim. Entre ambos textos hay para tirar highlights al techo, dos porciones muy ricas a nivel contenido y espiritualidad.

Pero hay una de Kedoshim que me interpelo más este año. Kedoshim tiene una de las más famosas e importantes Mitzvot de la Tora: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Lev. 19:18 ) Rabí Akiva llama a este mandamiento “Klal Hagadol Batora” – “el principio central de la Torá”. Es la Golden Rule clásica que encontramos en casi todas las grandes tradiciones morales y espirituales alrededor del mundo.

Un poco más adelante en ese capítulo de Vaykra, encontramos otra Mitzva: “Cuando extraños residan con vosotros en vuestra tierra, no los maltrataréis. Los extranjeros que habitan con vosotros serán para vosotros como vuestros propios ciudadanos; Amarás al extranjero como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. (Lev. 19:33-34 )

Cuando leemos y escuchamos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, está bueno preguntarnos ¿qué pensamos y entendemos por “prójimo”? ¿se refiere a toda la familia humana? Creo que la Torá, sin embargo, considera claramente dos categorías separadas de personas: conocidos / vecinos y extraños / extranjeros, a quienes debemos tratar con amor y cuidado. Comprendo que las clasificaciones de la Torá reflejan una representación mucho más matizada y precisa de la naturaleza humana que cualquier simpleza contemporánea sobre cómo necesitamos amar a todos/as. Porque, de hecho, no solemos tratar automáticamente a una persona extraña como tratamos a un conocido. Parece que hay un cálculo moral en tratar bien al prójimo: porque uno también quiere ser bien tratado. Este, a simple vista, es un contrato social básico entre personas que comparten la vida en una sociedad o comunidad. El extraño es alguien en quien no tenemos, inicialmente, ningún vínculo, lazo y/ o apego. A veces no nos nace ningún incentivo de interés propio que nos haga querer volvernos hacia el extraño, conocerlo o ayudarlo.

Por lo tanto, la Torá insiste en que cuando nos encontramos con un extraño, podamos trascender del interés propio y, en cambio, ponerle primera a la empatía. Para lograr eso, debemos ser capaces de identificarnos, conectar y empatizar con el extraño e imaginar cómo se debe sentir estar en aquella situación (solo, en una tierra ajena o en un lugar nuevo y/o diferente). En Shemot 23:9 nos recuerdan , “No oprimirás al extranjero, porque tú conoces los sentimientos del extranjero, habiendo sido vosotros mismos extranjeros en la tierra de Egipto”.

La Torá repite estas instrucciones en varias formas más de tres docenas de veces, más que cualquier otra Mitzva. Mi teoría es que las reglas que más se repiten son las que la gente necesita más seguir y prestarles atención. La Torá insiste en que todos los seres fuimos creados a imagen divina. Todos merecemos ser tratados con dignidad, cuidado y respeto (todos es donde nadie queda afuera).

Una de las genialidades del judaísmo es que diariamente, al mejor estilo de un mantra, repetimos y contamos sobre la historia sobre nosotros mismos y nuestros orígenes como extraños en una tierra extraña. Este relato, para mí, está destinado a despertarnos, a unirnos, a mirar y conectar con aquellas personas que aún se sienten extraños en nuestra tierra. La historia judía, se toma en serio, el ejercicio de la empatía, una práctica milenaria y humanizadora. Es por eso que en este Shabat escuchemos la invitación a aproximarnos a esa persona que todavía no conozco, de esa que todavía no se mucho y a la vista me resulta nuevo o diferente para que se demuestre que cuando nos acercamos, conversamos, escuchamos y conectamos y vemos que todos somos humanos, lo extraño sea que no lo empieces a hacer más seguido.

Shabat Shalom
Wally Liebhaber